Capítulo 5 Al día siguiente me levanté temprano y comencé a poner en orden mi oficina. Hacia las siete y media observé que la comisaría comenzaba a animarse. Las estancias se llenaban, alguien tomaba un café en la máquina, otros bromeaban y se intercambiaban chanzas a la espera de comenzar la actividad laboral. Era un clima que me recordaba los años de servicio transcurridos en la jefatura de Ancona. Comencé a recorrer los pasillos y a saludar a quien me encontraba, eran todos amables e intercambiaban mi saludo con una sonrisa o un cordial apretón de manos. Bien, ¡mi nuevo puesto de trabajo no estaba nada mal! Reconocía al inspector al que había apostrofado la mañana anterior en Triora. ―Buenos días, ¿subinspector...? ―D’Aloia, Comisaria, me llamo Walter D’Aloia, ¡a sus órdenes! ―Perfe

