PRÓLOGO
*Narra Henry Meier*
El inicio del verano enciende la luz verde de una nueva temporada de fútbol. Lo que para miles de millones representa una pasión o un entretenimiento para mí fue la salvación de mi vida cuando era niño, lo mismo que ahora, mi tabla de salida a un momento oscuro que no sabía exactamente cómo enfrentar.
Llego a Madrid en medio de una negociación bastante rápida y decente. Una temperatura exasperantemente calurosa, seca, como en un sauna enorme de una ciudad de 6 millones de habitantes que jadean del calor exorbitante.
Nada peor que arribar a un lugar con todo en contra y darme cuenta que nadie me recibe, que soy una noticia de segunda plana, porque no es interesante ver cómo un equipo ha invertido algo de dinero en alguien que sólo adorne su banco de suplentes.
Acomodo mi gorra como si alguien pudiera reconocerme y es en estos momentos vienen a mi mente las palabras de mi antiguo agente quien me gritaba que no haría más que sepultar mi carrera detrás de algo que no era seguro.
Y tuvo razón.
Aposté y perdí.
Tiré mis dados y el número no fue el correcto.
Ahora solo queda este inexplicable gran sentimiento de pérdida. Tan patético que hasta es gracioso.
Reviso mi teléfono con miras de encontrar el sitio a donde se supone estaré hospedado hasta que mi nueva agencia me ayude a instalarme lo más cómodo que mis nuevos recursos me lo permitan.
¿Debí quedarme en Zúrich? ¿Me apresuré a tomar una decisión por un corazón roto?
Las respuestas a esas preguntas en estos momentos llegan a ser nulas. Sin embargo, el hecho de pensar que mi mera existencia pudiera acabar siendo un cáncer para la vida de mis hermanos y de Amelie, es algo que me aterra irremediablemente.
Si. Quizá deba llamarle a esta decisión huir como un cobarde.
Pero estoy cansado. Cansado de sentirme siempre abrumado.
Uno de los mayores errores que he cometido en mi vida y que creo que es el problema más grave conmigo mismo es que priorizo demasiado mis sentimientos. Soy muy emocional, no me importa de quién se trate, me entrego totalmente a la persona que logre derribar mis muros o a aquello que despierte mi fuego interior.
Pero ahora, tengo miedo.
Paso caminando cabizbajo en medio de toda la gente, estoy en un lugar donde nadie me conoce, donde mi apellido no me protege ni tiene jurisdicción, donde pretendo darme una segunda oportunidad… completamente sólo.
–Sr Meier. – Levanto la cabeza y la verdad me sorprende verla aquí. Debo decir que no lo esperaba.
–Srita… ¿García, cierto?
Ella asiente con una sonrisa.
–Bienvenido… Vamos a reescribir su historia sr Meier.
Nota:
"Los sucesos y personajes retratados en esta historia son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia"