Mamá también asintió. Y entonces, se puso a llorar. Papá frunció el ceño y le extendió los brazos. La atrajo hacia sí y la abrazó. Seay y Tracy también acercaron sus sillas y se unieron al abrazo. Cuando se soltaron, Tracy también lloraba. "¡Los voy a extrañar, idiotas!", espetó. Y los hizo abrazarse de nuevo. El abrazo se volvió un poco besucono. Cariñito. Ardiente. Y finalmente, mamá sugirió que fueran al dormitorio. El cuarteto se tambaleó hasta la cama y se amontonó con sus miembros desnudos. Mamá se recostó sobre las almohadas y observó a sus hijos, sus bebés, besándose y chupándose. Papá también observaba. Ella se agachó y le acarició el pene. Su mano ya estaba entre sus piernas. Su dedo medio le acariciaba el clítoris. Ella le besó la mejilla. Él le besó el lóbulo de la ore

