Ser madre, nunca es fácil

2368 Palabras
Emma ¿Ser madre es fácil? Para nada. La maternidad es sin duda una excursión a un parque de aventura, con pruebas que ponen en riesgo tu estabilidad mental y por qué no, tu libertad. — Emma Wood —contesto lo más armoniosa posible. Tal vez demasiado para ser que me llaman varias veces en la semana, incluso he tenido que pedir permiso para salir o llegar más tarde al trabajo por reuniones. Solo la semana pasada tuve que ir dos veces allí. Ya no podía seguir haciendo esto, no tenía más mentiras. — Señorita Wood, nos comunicamos del colegio de su hijo, Oliver Fournier. No me había dado cuenta, no tenía más hijos, ellos sabían eso, poseían una ficha, además recuerdo que una de ellas dejó escapar un pequeño «Gracias a Dios» cuando les comenté que no había hermanos. — Necesitamos que venga a buscarlo. Tomé aire, lo solté y observé la puerta, no podía entrar ahí y decir que me iría a mi casa, se supone que tengo que estar disponible para la reunión de esta tarde. Era la tercera vez en menos de diez días que pedía permiso. Despedida, así estaría al finalizar el día, lista para ir a la fila de desempleo. Oliver, Oliver, Oliver. — ¿Qué hizo esta vez? —mi voz suena cansada. Quiero gritar, golpear alguna cosa o tirar algo del enojo que siento en este momento. Sabía que la culpa no era de mi hijo, él simplemente era curioso, su cabeza trabajaba todo el tiempo, más que cualquier persona. Oliver no controlaba su sarcasmo, el tacto no era lo suyo y sin duda no podía mantenerse a raya cuando algo le parecía absurdo. Lo que llevaba a que se aburriera fácil y provocara problemas como los que estaban a punto de contarme. Criar un genio era una tarea de tiempo completo. — De nuevo le ha faltado el respeto a su profesora —eso seguramente era cierto —, además, les explicó a sus compañeros la reproducción del ser humano y los animales —eso también. Me golpeo la frente mientras maldigo internamente, lo habíamos hablado, antes de salir le recordé todos los «No» que tenía, cada parte de lo que no podía hacer, pero aquí estaba. — Con detalles —siguió. ¿Detalles? ¿Qué tipo de detalles? Jadeé, no podía pensar en la respuesta porque de hacerlo, podía ser que hablara de términos explícitos ¿Qué tan explícitos? Maldición mi hijo sabía de sexo, aprendió a temprana edad, porque era curioso y manejaba todos los canales informativos, leía muchos libros y no lo vi mal, pero no era para que hiciera algo como esto. — Muchos detalles —tapé mi rostro con una mano. Eran los explícitos, joder. — En un rato estoy por ahí. Colgué la llamada, no tenía sentido seguir con el móvil en mi oreja. Conocía a la mujer, se quejaba mucho, recordaría las reglas, que ya sabía y un montón de idioteces más. Idioteces que no quiero escuchar de nuevo, al menos no en este momento, porque ahora tengo que salir del trabajo y no puedo hacer eso. Sobre todo porque este es el día del mes donde se ve todo y tenemos tres reuniones. Joder. Despedida, sin sueldo ni colegio. «Tu llevas la maternidad a otro nivel Emma, siempre lo logras.» Me moví dudosa, debía volver a la oficina, su oficina, pero no para trabajar, no, eso no iba a suceder, yo entraría ahí para pedir un permiso. Estaba a mitad de la mañana lista para solicitar salir y esperar que alguien pueda venir por mi hijo en el transcurso. En lo posible antes de llegar de nuevo a la empresa. Maldición, hoy no había nadie disponible. Caminé hasta la oficina dudosa, mis pisadas eran lentas, casi igual que una tortuga, estaba transpirando y esperaba que la madre de mi jefe no entrara ahora porque probablemente lo dejaría solo en esta oportunidad. Me despedirá y no tendré más galletas, eso no parecía ser un buen final para mí. Me detuve antes de entrar, abrí y cerré mis manos al menos unas tres veces para luego observar la puerta de madera. Tomé aire dos veces y golpeé. — Adelante. Su voz ronca sonó avisando mi condena, no sé qué esperaba, tal vez que hubiese salido. No pasé, solo me quedé observando un segundo más la madera antes de hacer cualquier cosa. — Tú puedes Emma, nunca pides permiso para nada —primera mentira —, nunca sales en horario laboral —otra mentira —, trabajas como si fueses dos empleados en vez de uno —balbuceé y sonreí, eso era verdad —, te dirá que sí, lo hará. Eres fuerte, decidida, solo ve y pídele que te deje salir. Sonreí, tomé aire y giré el picaporte para entrar de nuevo. — Acabas de salir, no es necesario que golpees, te estaba esperando —habló mirando las hojas de su escritorio —, pero si sigues demorando se enfriará tu café. No respondí, agradecía que se preocupara por eso, pero ahora no importaba. No podía pensar en beber el café, no iba a poder pasar por mi garganta en este momento. Su mano dejó los papeles y elevó su rostro para verme. De nuevo el gris plomo de su mirada me analizó, lo hacía seguido, no sabía la razón, al principio me intimidaba, luego descubrí que era igual con todos. — Señor Hamilton —carraspeé —, disculpe las molestias —me remuevo un poco. No, no soy valiente — Quería… —otro carraspeo —, quería pedir permiso para salir un momento, solo serán unos minutos y regreso a seguir con todas mis obligaciones —trato de sonar lo más relajada posible. Se que lo intento, al menos mi voz suena tranquila, pero mi pie se mueve un poco de un lado al otro pretendiendo calmar mis nervios, esos que no menguan con el pasar del tiempo. — ¿Está todo bien? Bueno, no era tan fácil de responder eso. La mayoría de las personas pensaban que a Oliver le faltaba correctivos, límites, pero los tenía. Oliver sabía cuánto podía tirar y cuando no debía mover un dedo, era consciente de mis límites, estaban trazados y no permitía que se desubicara, pero no siempre entendía lo que hacía mal. — Mmm… —no sé qué considera él que es estar bien o no —. Bueno… —dudé —, es… —tomé aire —mi hijo. Explico. Mejor dicho, no explico, solo digo monosílabos cada una respiración, ¿Qué me pasa? No puedo terminar una frase con coherencia, lo que no tiene mucha lógica. Pero no podía decirle lo que sucedía. No quería que mi jefe supiera mi vida, los problemas que acarreaba tener un hijo superdotado y cómo siempre terminaba en problemas. Theo pensaría que no podría manejar nada. — Será solo un momento y vuelvo. Solo rogaba que me dijera que sí, por favor, solo necesitaba un sí, porque no dejarían de llamarme y podía tener problemas en su escuela, una escuela donde ya era un poco odiada. — Tranquila señorita Wood —sonríe —, espero no sea nada grave. Oh, lo será, cuando lo tenga enfrente, mi hijo verá lo grave que es, porque le había pedido que no hiciera más estas cosas, le pedí que terminara el año bien, necesitamos una buena nota en conducta para cambiarlo y él no ayudaba. — Gracias. — No es problema —vuelve la vista a los papeles —, vaya con cuidado. — Lo haré, en verdad, gracias. Expreso una vez más y salgo prácticamente corriendo al ascensor para ir al colegio de Oli. Siempre me dio la sensación de que cuando más apuro tenemos, la vida se empeña en poner trabas en el camino, por ejemplo, en plena hora laboral, donde no tendría que haber movimiento, el elevador lleva su décima parada. — Emma —observé al hombre que acababa de subir. — James ¿Cómo estás? —arqueó su ceja. — Al parecer más tranquilo que tú —hice una mueca y de nuevo paramos. — Por favor —protesto —, todo el mundo va a montar hoy. Las personas dentro me observaron y James apretó los labios, hice una mueca y bajé la mirada, no pensé que había hablado tan fuerte. — ¿Alguna urgencia? —insistió. — Me llamaron de la escuela de mi hijo —movió el rostro. — Tiene sentido —las puertas se abrieron de nuevo. — ¿Qué cosa? — Lo nerviosa. Me parecía que James pensaba que me ponía nerviosa que le pasara algo, pero no era eso. Oliver no jugaba, él no participaba en los recreos, por lo que, al menos que se metiera en una pelea, nada pasaría. — Bueno, solo somos él y yo. Otro de los empleados giró para mirarme y me sonrió, James observó al sujeto antes de volver a mirarme, pero yo observaba la puerta. Regla número uno, no te acuestas con compañeros del trabajo. — Entiendo, cualquier cosa, me avisas, incluso para hacer demandas por acoso —habló alto y bajó cuando frenó de nuevo. Las puertas estaban por cerrarse, pero colocó su mano, sus ojos fueron al sujeto que me había sonreído para luego señalar la salida. — Tú también bajas, Rick, tenemos que charlar. Rick, como dijo que se llamaba, afirmó y me dejaron sola para bajar los últimos tres pisos. Apenas las puertas se abrieron en el estacionamiento caminé a mi auto sabiendo que me quedaba el tráfico de Seattle. Las calles están atestadas de autos, la música en la radio llena el ambiente mientras mis dedos golpetean el volante. Aprovecho el próximo atasco para conectar mi teléfono y comenzar a llamar a todas mis opciones de niñeras. Aun sabiendo que fracasaré estrepitosamente, porque este es el día de no niñeras. Ellas tienen vida, todas me ayudan, pero hoy, justo hoy, las cosas siempre se complican. Todas aprovechan para trabajar, salir o lo que quieran, no es que tengan que estar a mi disposición, pero son las que siempre están, las que me ayudan y acompañan desde siempre. — Hija —la voz de mi madre suena en los parlantes. — Mamá, dime que estas disponible —supliqué y comenzó a reír. — Lo hizo de nuevo ¿Verdad? ¿Qué se supone que debía responder a eso? Sí, lo hizo, aun cuando le pedí que no lo hiciera, molestó en clases sin importar que le rogué porque no hiciera algo como eso. — Sí, acaba de llamarme aquella bruja —la fila se movió y yo con ellos. — Lo lamento hija, me tome un tren a Portland, vuelvo mañana para cuidarlo pasado —sonreí. — Tranquila mamá, debes salir, despejarte —las bocinas sonaron. — Siento no ser de ayuda —su tono cargado de culpa llegó. No me gustaba que se sienta en falta, Oliver era mi responsabilidad, no de ella, demasiado con que siempre me ayudaba por las tardes hasta que terminaba mi horario laboral. — No tienes por qué, es mi tarea. — No seas tan dura contigo Emma, Oliver necesita expresarse, ese colegio no ayuda y tú trabajas muchas horas para darle lo mejor —sonreí —, tal vez pedirle a Nicolás que venga y te ayude. No y no, me negaba pedirle ayuda, las únicas veces que Nicolás intentó ayudarme o pasar tiempo con Oliver, también trató de llevarme a la cama. — Estoy bien así —suspiro. — Bien, tengo que dejarte, estoy con gente al lado, el grupo de jubilados y no puedo decir todo lo que quiero. — Gracias a dios —bromeé y se quejó. No mentía, me diría todas las cosas que debería hacer con él, pero no consideraba que tuviese mucho para reclamar. Nicolás no vivía acá, nos había dado una casa, no pagaba alquiler y pasaba mensualidad, no era mucho, pero me ayudaba. — Te amo, te cuidas y me traes un recuerdo. — Claro. Mis amigas, Amy, Clara, Margo y Hayley, junto con mi madre son las que me han ayudado a criar a Oliver. Ellas han estado para mi desde el primer momento, pero sobre todas las cosas, desde que Nicolás decidió ir a trabajar a Canadá, algo que me complicó más la vida desde hace dos años. Ahora ese sujeto solo es un cero a la izquierda durante todo un año y un padre raro durante sus vacaciones. Tiempo que se resume a dos semanas y media. Oliver no lo quiere mucho, más bien lo detesta, Nicolás no lo comprende y yo, yo me encuentro intentando pegar la situación con una cinta adhesiva, fina y sin pegamento. Soy la que trata de mantener la relación a base de lo que se puede considerar… ¿Mentiras? Demonios, he intentado que mi hijo no odie a su padre, he justificado su ausencia con trabajo, su falta de empatía con desconocimiento y sus tretas con inmadurez, pero al final, solo se resume a que es un imbécil. — Chica sexy reportándose —me reí con la frase de Margo. — Mamá todo terreno, pidiendo ayuda —hablé y ella carcajeó. — Mi ahijado volvió a hacer de las suyas. — Claro, salió a ti que esperabas. — Que demorara hasta que termine mi reunión —hice una mueca. — Puedo decirle a las demás —se quedó en silencio —¿Margo? — Acabo de enviar un mensaje, no pueden, me desocupo en dos horas, si es antes lo busco por donde estén —cerré mis ojos. — En mi trabajo. — Mierda —susurró —, trataré de apurarme. No podía pedirle eso, tal vez solo ir y pedirle a mi jefe que me deje libre hasta que Margo se desocupe, era la mejor opción en este momento. — No… — Solo cállate, iré, lo retaré y me cocinarás esta noche, chau, te quiero. Colgó el teléfono sin dejarme hablar. Le tendría que hacer hasta un postre por hacerme el favor, tal vez preparar la habitación para ella, que se quede, invitar a las demás, tener una buena noche de amigas.
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