Emma
No era una persona con suerte, de eso no había dudas, pues solo a mí me podía pasar que el hombre que nunca sale de su oficina decida tomarse este momento para salir y condenarme.
— Señorita Wood, ya volvió, perfecto, necesito que...
Mi cuerpo permanecía tieso, no lograba relajar ni un solo músculo, pero aun así volteo tan despacio como pude, tomándome mi tiempo para mirarlo.
Sus ojos grises se detuvieron un momento en mi rostro, no hablaba, se había quedado en completo silencio, lo que dejaba en claro que se había percatado de la persona que se encontraba a mi espalda.
Mi mano tembló y su vista fue más allá, justo encima de mi hombro izquierdo, donde sabía que se encontraba mi hijo. Tragué pensando en que decir a continuación, pero mi mente estaba en blanco.
— ¿Es su hijo? —una de sus cejas se eleva.
Muerta, ese era mi futuro destino, una muerte temprana a los treinta y tres años, bueno, los cumplía en unos días, pero eso no importa, no iba a terminar de vivir mis treinta y tres.
— Sí —me remuevo nerviosa —. Perdón, no tengo con quien dejarlo y…—levanta la mano.
Oh no, si no quería escuchar era porque probablemente me dejaría de patitas en la calle. Tendría que buscar trabajo, tal vez algunas de las chicas me conseguirían en sus oficinas.
Chau seguro, antigüedad, vacaciones.
— ¿Cuántos años tiene? —Oli deja de leer y lo mira.
No, no, no.
Abrí mis ojos alarmada, mi hijo siempre respondía mal a eso, las veces que le habían preguntado por su edad tuvimos situaciones complejas.
A una persona, le preguntó si no sabía otras maneras de comenzar conversaciones que hacía preguntas tan tontas.
— Diez, en dos meses cumpliré once.
Educación, bien, era bueno, mi hijo estaba haciendo contacto visual, hablando pausado y correcto. Theo abrió sus ojos, porque no esperaba una respuesta de esa manera.
Creo que pensaba que le respondería yo y mi hijo hablaría como un niño de su edad, pero no lo hacía. Él solía usar términos elocuentes.
— ¿Usted, cuántos años?
Abrí mis ojos mientras Theo se acercaba un poco más a él. Oliver lo observó, pasó su mirada por su cuerpo, como hacía cada vez que iba a decir algo fuera de lugar.
— Oliver —llamo su atención.
Los ojos de mi hijo van directo a mí, junto las manos en una súplica y niego, aprieta sus labios mientras muevo mi cabeza y modulo un comportate silencioso.
La cabeza de Theo gira en mi dirección y me enderezo para sonreírle como si nada pasara. No se detiene mucho, solo un segundo antes de volver a mi hijo.
— Treinta y tres años —se le acerca más —. Theo Hamilton —eleva su mano para saludarlo y dejo de respirar.
Joder, joder, joder. Mi hijo no da la mano, Oliver no saluda, no se presenta, solo ignora a las personas y dejaba comentarios mordaces como «¿Te lavas las manos?» «Si nos guiamos por tu aspecto, dudo de tu higiene.»
Theo no entraba en nada de eso, su perfume llenaba el ambiente, siempre se veía limpio y pulcro. Jamás lo ibas a encontrar con un cabello fuera de lugar y era ordenado.
Oliver observó su mano, me miró y de nuevo le suplique en silencio. Sus labios hicieron una sonrisa torcida y supe que estaba jodida.
Ahora tendría que explicar su falta de tacto, el hecho que lo deje con la mano extendida, esa que seguía estirada en su dirección.
— Señor…
Me apresure a hablar, pero contra todo pronóstico, mi hijo se levantó, sus labios se curvaron más mientras le daba la mano dejándome con la boca abierta.
Sus ojos se desvían hacia mi rostro para regalarme otra sonrisa torcida. Solo que esta vez, tenía otro tinte, se estaba burlando.
Aun así, me relajé.
— Oliver Fournier —llevó de nuevo su vista a él — ¿Está casado?
Oh dios, oh dios. Lo va a hacer, solo esperó que me calmara para enviar de nuevo su artillería pesada. Rompe el contacto entre ellos y lleva sus ojos a sus manos mientras cruza sus brazos.
Theo mantiene la vista en él, por mi parte me corro un paso para mirarlo y negar de nuevo.
Oliver espera paciente su respuesta, ignorándome, por lo que no evito levantar las manos para llamar su atención. Sus ojos se desvían levemente, porque estoy detrás de mi jefe.
Una mano va a mi boca pidiendo que se calle y la otra pasa un dedo por mi cuello cuando veo la picardía brillar en sus ojos. Mi hijo no se inmuta ni da por aludido.
Necesito interferir.
— Oliver, por favor.
Mi hijo me observa, nuevamente hago gestos de asesina serial, todos los que puedo hasta que mi jefe mueve su rostro de nuevo en mi dirección.
— No es problema, señorita Wood —sonríe mientras me mira haciendo que yo haga lo mismo solo para disimular —. No, no soy casado —era momento de cortar esto, lo supe cuando la boca de mi hijo se volvió a abrir —. Tampoco tengo novia —se apoya en la pared.
Oliver pensó un momento, Theo se había adelantado a sus preguntas y ahora tenía toda su atención, no todo el mundo podía hacer eso.
— ¿Es gay?
Jadeo horrorizada, mis pies se mueven solos. Oliver no repara en mí, solo observa a mi jefe mientras me acerco a él.
— Es eso, por eso… —me abalanzo sobre él y tapo su boca.
Oliver trata de sacar mi mano con las suyas, niego observándolo, sus ojos verdes me observan molestos, pero no importa, porque no puede hacer esto.
— Cállate.
Siseo bajo y amenazante antes de girar mi cuerpo y mirar a el señor Hamilton.
— Lo lamento mucho señor —carraspeo —, él no sabe controlar sus palabras, es como si tuviera incontinencia verbal.
Rio un poco para cortar el momento y alivianar un poco las palabras de mi pequeño ángel, este que quiero golpear. No importaba no haberlo hecho antes.
Theo mueve la mano y me ignora por completo antes de volver a mirar Oliver que termina de pelear con mi mano y se la saca de la boca.
— Mujer, no podía respirar —jadea y desvío mis ojos a él.
Su mirada está cargada de enojo, sé que no le gusta que lo toquen tanto, pero ahora eso no importa. Peor sería quedarse sin comida en un futuro cercano.
Contrae su gesto molesto y lo imito.
— Créeme, no…
— ¿Tú sabes lo que es eso?
Theo habla cortando mi amenaza y haciendo que ambos lo miremos. Parece totalmente entretenido con la escena, pues ha dejado un dedo encima de sus labios ocultando su sonrisa.
— Claro, se muchas cosas —dio un paso por delante de mí —, como cálculo, estadística, ciencias —cruza los brazos —, economía, leyes —movió la mano —, tecnología.
Mis ojos siguen en Oliver, no sé cómo pedirle que se controle, porque sé que Theo le va a preguntar por ello.
— Vaya, es increíble —sonrió —¿Cómo sabes todo eso?
Su cuerpo se mueve hasta llegar a mi escritorio donde se sienta, sus brazos se cruzan imitando la pose de Oliver, solo que él mantiene el gesto divertido mientras lo mira.
Algo me dice que eso es porque disfruta de mi agonía. Lo sé, porque cada tanto desvía sus ojos a mí y aprieta más los labios.
Sabe que estoy nerviosa y lo disfruta, tal vez espera hasta que Oliver termine de hablar para pedirme que mi encantador hijo y yo pasemos por recursos humanos y nos vayamos.
No podía quejarme, tampoco decir que no tenía justificativo. Traje a mi hijo al trabajo, no solo eso, Oliver le acaba de preguntar si era gay, si estaba casado. Él se había metido en su vida privada.
— Soy un chico prodigio, genio —movió la mano —, como usted desee decirle —tomó aire —. Mi coeficiente intelectual es de ciento ochenta, lo que hace que tenga habilidades que otros niños no —se encoge de hombros —. Por ejemplo, hoy mi profesora se enojó, porque dije que estaba explicando mal un tema, quizás accidentalmente la traté de ignorante —abrí la boca —, tal vez —me observó de reojo.
— Oliver —me quejé.
No encontraríamos ningún colegio, no había como, claramente la mujer tenía razón para estar molesta, algo me decía que mi hijo no había sido amable tampoco con la directora.
— ¿Qué paso luego?
Cerré mis ojos y negué cuando mi jefe consultó aquello.
— Ella se volvió un poco loca.
— ¡Oliver! —ahora simplemente me horrorizo.
— Perdón —resopló —, la mujer sufrió un ataque de euforia, producto de una alteración en su sistema nervioso, provocado por un agente externo —se señaló —, pero se calmó —aclaro cuando abrí la boca para seguir quejándome —, me disculpé.
Habla orgulloso de su acto, como si eso mejorara el hecho de tratarla como ignorante.
— Gracias a Dios —suspiré.
— Después me echaron porque les expliqué a mis compañeros cómo se reproducen los seres humanos —sube sus hombros —, algunos creían que provenían de la cigüeña o de un huevo, no sé —sacude la cabeza en forma negativa.
— ¿No tienen educación s****l?
Theo habló de nuevo y la boca casi se me cae al piso, él parecía realmente interesado en lo que decía mi hijo y eso sin duda era nuevo.
— Sí, pero consideran necesario explicarles cuales son las partes de su cuerpo, porque no hablan de nada más —pensó —, bueno del respeto, algo que no aplican, porque se burlan, molestan y opinan sobre los demás —lo observé —. No obstante, mi profesora se horrorizó porque utilicé términos médicos como “v****a” —hizo las comillas —, no entiendo por qué, ella es mujer, biológicamente tiene una.
Los ojos de Theo seguían en Oliver, no dejaba de mirarlo.
— Entonces llamaron a mamá y le dijeron que me buscara porque no soy alguien normal.
Parpadeo y lo miro. El corazón se me encoje cuando escucho esas palabras salir de su boca. No quería que me hijo escuchara eso, no necesitaba esa carga en él.
— Creo que el problema es la escuela, no tú —Theo me observa buscando alguna señal.
Sabía que el problema no era Oliver, mi hijo solo iba más adelantado que los demás, pero eso no quitaba que ellos lo trataran como uno.
— Mamá piensa lo mismo —Theo relaja el cuerpo mientras lo observa.
— No obstante, no deberías prestarle atención a lo que dicen —sonrió —, las personas tienden a molestarse cuando alguien es mejor.
Oliver se quedó observándolo en silencio, sus ojos seguían fijos en mi jefe, el nudo en mi garganta creció. No quería que se sintiera raro, tampoco que pensara que el problema era él, no lo era.
— Lo sé, mamá dice que soy algo único —sonreí con sus palabras —, ella me cuida mucho, tanto que hoy casi golpea a la directora —abrí la boca y Theo subió sus cejas —, o iba a insultarla, tendría que haberla visto, ella estaba a punto de…
Cerró su puño y lo golpeó con la palma contraria, de nuevo me moví para llegar a él. Mi mano encontró otra vez el camino a su boca, porque no iba a dejar que dijera nada.
— Gracias, hijo.
Mi jefe me observa curioso mientras ríe. Oliver, por su parte, vuelve a intentar sacar mi mano de su boca. Está molesto, pero no puedo permitir que siga hablando, cada vez que lo hace siento que la limpieza de mi escritorio está cada vez más cerca.
— No sabía que practicaba boxeo en tu tiempo libre, señorita Wood —bromeó.
Su cuerpo se movió para levantarse del escritorio, no dije nada, solo moví mi cuerpo, nerviosa. Oliver de nuevo sacó mis manos de su boca.
— ¿Te quieres acostar con mi mamá?
Es lo primero que dice apenas logra sacar su boca de mi trampa mortal.
— ¡Oliver!
— ¿Cómo?
Mientras que grito su nombre Theo parece atragantarse con su propia saliva, sus ojos van a mí y luego a mi hijo. Llevé mis manos directo a mi rostro, porque no podía mirarlo a la cara, no sabía cómo hacerlo.
— Es una linda mujer —trato de taparle de nuevo la boca, pero se corre —, tiene buenos genes, es soltera, tú también —parece muy convencido mientras huye de mí por el piso —. Es trabajadora, sabe cocinar y es la mejor bailarina del mundo —enumera cada una mis cualidades.
— Oliver, ven aquí —de nuevo quiero agarrarlo y se vuelve a escabullir.
— Amorosa, empática, bondadosa, no todas las mujeres lo son —aclara —. Es un gran partido.
Mi hijo me estaba promocionando como si fuera algo que se compra. Lo observé horrorizada mientras él sonreía y mi jefe tapaba su boca.
Le parecía entretenido, pero esto era peor de lo que imaginaba, cada parte era peor de lo que pensé. Porque solo empeoraba, simplemente íbamos en caída libre.
— En eso tienes razón, es un gran partido —le da la razón y camina hasta apoyarse en el marco de la puerta.
Sabía lo que venía, pero tal vez, si tenía suerte, lograba despistar a mi jefe lo suficiente para que no terminar en la calle.