4: Celos en las alturas

1643 Palabras
No puede ser, al parecer el destino quiere estar jodiendo o probablemente el idiota de Arthur me estaba acosando. —¿Acaso me estás acosando o qué demonios? —Lo miré con fastidio —no puedo creer que llegues tan largo por una mujer. Ya busca cómo superar la noche que tuvimos, ¿Sabes que se puede tener sexo sin compromiso? —No te creas el ombligo del universo, cuando apenas eres la mugre que se encuentra por ahí, tengo negocios que atender. También no pienses que fuiste inolvidable, he estado con mejores. —Sí, pero esas mejores te cobran, ya que es la única manera que tengas sexo con alguien —le dije susurrando en su oído y acariciando su entrepierna —. Supongo que conmigo fue un golpe de suerte. Para provocarlo aún más, pasé mi lengua en el lóbulo de su oreja y sentí cómo su piel se erizó por completo. —A pesar de todo lo que dices, tu piel y tu cuerpo dicen lo contrario —me aparté de él, dejándolo en una situación comprometedora —. Yo, que tú, iba al baño para resolver ese asunto que traes en medio de las piernas. Él maldijo y en lo que se iba a levantar, una azafata lo detuvo diciendo que no podía levantarse. Antes de que me lanzara una mirada envenenada decidí darme la vuelta. —Ohhhh, ya veo —la azafata lanzó una exclamación —, así que ese es el GRAN inconveniente que tiene. Bueno, tendrá que esperar un momento a que el avión despegue y se pueda levantar. El tono de la azafata estaba lleno de lujuria, pude sentirlo, me di la vuelta un tanto enfadada y jalé a Arthur a su asiento. —Deje de ser tan cínica —lancé una mirada envenenada en su dirección —ahora traiga una frazada para que MI Arthur pueda cubrirse, también una bolsa para vomitar. —Está bien, señorita —ella me regresó una mirada llena de rabia —enseguida le traigo lo que me ha pedido. —¡Dulcifícame tu tono y deja esa mirada llena de veneno cuando me hables! Si no quieres que te despidan y no puedas encontrar un trabajo en ninguna aerolínea decente. —Perfecto, señorita —su tono fue más amable y me sonrió con hipocresía —enseguida le traigo lo que me ha pedido. Aquella mujer se fue de ahí y miré a Arthur con rabia, no podía creer que fuera tan descarado para venir y ser amable con una azafata de poca moral. —¿Qué sucede? Tú has ocasionado esto, así que no tienes derecho a enfadarte, tampoco a verme de esa manera. —Eres un coqueto y por eso las mujeres te quieren dar entrada, qué asco ver a esa azafata coqueteando contigo. Me dieron demasiadas náuseas por tu culpa. —Así que por eso has pedido la bolsa para vomitar, no puedo creer que seas tan delicada. —No fue por eso y no soy tan delicada. La azafata llevó lo que le pedí y después de eso se fue, el avión despegó y todos teníamos que estar en nuestros lugares. Cerré la escotilla y coloqué la frazada en las piernas de Arthur. —¿Qué estás haciendo? ¡Maldición! Mi mano se deslizó sobre la erección de Arthur, cerró los ojos y coloqué la bolsa para vomitar encima de su m*****o. Pronto comencé a mover su virilidad de arriba hacia abajo, pude ver que quería gemir, pero no podía hacerlo. —¿Te gusta? —Me incliné y le hablé de manera seductora —admítelo, nadie más te ha hecho gozar como yo. Si lo haces, ten por seguro que te voy a recompensar de una manera aún más satisfactoria. —Lo admito —habló jadeando y cansado —eres única en muchos aspectos. Metí mi cabeza debajo de aquella frazada, pronto todo su falo estuvo en mi boca y él apretaba mi cabeza para hacer la felación un tanto más profunda. —Sigue, cariño —él tomó mi cabello entre sus manos —hazlo. Cuando sentí que Arthur estaba por finalizar, saqué mi boca y coloqué la bolsa en su m*****o. Pronto estuvo con el contenido lechoso que se esperaba, la cerré y la metí en mi bolso. —Bueno —limpié mi boca y mis dientes —ya está resuelto el problema en el que te he metido. Espero que quedarás satisfecho con todo, al menos de esa forma no vas a decir que no me hago responsable de mis actos. Cuando él quiso decir algo, decidí simplemente ponerme un antifaz y colocar mis audífonos. No deseaba escuchar sus palabras de agradecimiento o algo peor, que preguntara por lo que habíamos vivido en Japón. El vuelo fue normal, al arribar a Las Vegas tomé mi equipaje y le di a la azafata la bolsa que me había dado. —Espero que seas tan amable de tirarla a la basura, ya que te preocupabas tanto por Arthur. Ella miró la bolsa con desagrado, pero fue incapaz de decir algo debido a que ahí se encontraba su supervisor. Fui directo a tomar mi equipaje y miré que alguien estaba esperando por mí. —Hola, supongo que te ha enviado la universidad —él asintió, era un hombre bastante joven —entiendo, ayúdame con mi equipaje. Él me llevó hasta su carro, debido a que el equipaje no alcanzó solo en el maletero, tuve que poner unas cuantas maletas en la parte trasera y me fui adelante. —Permítame —él me abrió la puerta del carro —no sabía que traía tantas maletas, disculpe por el inconveniente. —No te preocupes —me subí en el carro y él cerró —ahora vamos al hotel, quiero descansar un poco y después preparar lo necesario para mi seminario. Cuando el carro arrancó, miré que Arthur me estaba mirando con rabia y decepción. En serio que es un idiota, y yo también al estar preocupada por darle una explicación lógica. Lo peor es que decía las cosas tan en serio que hasta me las venía creyendo. —¡Eres un idiota! —Disculpe, señorita —el chófer me quedó mirando —¿Acaso he hecho algo malo? Si es así, espero que pueda disculparme. —No, no es eso —me apresuré a excusarme y moví mis manos —. Es solo que pensé en un tipo que sí es un idiota. Has hecho un trabajo impecable y me voy a asegurar de que tus superiores lo sepan. —Se lo agradezco, espero que todo en su vida se pueda acomodar y que ya no tenga tantas mortificaciones. El chófer siguió con su recorrido mientras me hablaba de su novia y cuando llegamos al hotel, él me ayudó con todas mis maletas. Luego de eso se fue y traté de darle una propina a pesar de que no era necesario hacerlo. —Solo tómala y lleva a tu novia a un bonito lugar —tomé su mano y puse el dinero de manera disimulada —te agradezco por el viaje tan agradable que me has dado. El chófer me dio un beso en cada mejilla y un abrazo. Era italiano, así que supongo que es algo normal para él. Se fue del sitio y prometió regresar a buscarme una vez que me fuera de ahí. —¿Ya acabaste tu espectáculo de exhibicionismo? —Arthur se me acercó enfadado —vaya que cambias de hombre como cambias de calzón. —Es lo más aconsejable cuando el hombre que tienes al lado no sabe complacerte. ¿Acaso esperabas que fuera exclusiva para ti? No querido, no te equivoques; simplemente eres uno más de la lista y te digo algo —me acerqué a él de manera seductora —no significaste nada para mí y eres un completo desastre. Pude ver que su cara se puso multicolor debido a la rabia, él ni siquiera captaba lo que le quería decir y me importaba muy poco. —Buenas, saludos —me acerqué a la recepcionista —tengo una reservación a nombre de Leane De la Garza. —Claro —la recepcionista checó en la laptop y me sonrió con amabilidad —aquí tiene sus llaves, señorita De la Garza. Espero que su estancia sea placentera en este sitio y cualquier cosa que se le pueda ofrecer no dude en pedirla. —Se lo agradezco —tomé la llave y una botella de agua que me daban de cortesía. Miré por el rabillo de mi ojo que Arthur hablaba con otra recepcionista y decidí acercarme a ella. —Señorita, tenga mucho cuidado porque el señor aquí a veces le da por mentir con su nombre. Creo que es una crisis de identidad que tiene —me acerqué a ella y le susurré a gritos —a veces se hace llamar Ryan, pero realmente es Arthur. Se dice que una mujer le puso los cuernos con alguien llamado con el primer nombre que le di y desde ahí comenzó a disociar demasiado. —¡¿Qué dices?! Te has vuelto loca —Arthur me reclamó furioso —no puedo creer que seas tan entrometida. Además, tú tienes la costumbre de salir huyendo cuando el alba llega; así que la administración debería tener cuidado cuando te vayas, no sea que te dé por no pagar. —Para tu información ya tengo todo pagado y no fue de mi bolsillo, sino de la bolsa de un viejo multimillonario —le saqué la lengua y miré cómo él se descompuso —. Ese hombre sí sabe lo que vale una mujer como yo. Así que nadie se tiene que preocupar por mi cuenta y cualquier cosa extra que quiera va a ser totalmente cubierta por el señor que patrocina todos los gastos que haga aquí…
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