El Secreto de los Andes

Jadeante, pero con paso firme, Juan llega a la cima de la cordillera, - debo descansar un poco - piensa, mientras mira a su alrededor buscando una roca plana en la cual sentarse, ve una adecuada a la orilla del camino y se sienta contemplando aquel maravilloso paisaje de altas cimas, verdes valles y profundas gargantas por donde se desplaza el agua que escurre de las altas montañas. En el horizonte, el cielo y las nubes se tiñen de colores con los últimos rayos de sol que ya menguan al terminar la tarde. El sol de los venados le dicen los lugareños. - Caray, está bien tarde y me falta mucho camino todavía - Juan analiza rápidamente la situación, hay dos caminos que puede seguir: el camino real que ahora es una rústica carretera de tierra y un camino de animales que baja en fuerte pendiente a un valle y vuelve a encontrarse mas adelante con la carretera y le hará ganar tiempo al acortar la distancia. - Si voy por el camino llegaré antes del anochecer y si voy por el valle me ahorraré mucho tiempo, pero me da temor de solo pensarlo - hablaba en voz alta para si mismo. Aquel segundo camino se desprendía desde las alturas a un valle donde se encontraban tres misteriosas lagunas, de aguas brillantes y negras, la primera, verde como las esmeraldas la segunda y azul refulgente la tercera; sin embargo muy pocas personas se aventuraban, a acercarse a sus orillas porque se sentía una atracción hacia ellas tan fuerte que muchos valientes estuvieron a punto de ahogarse en sus heladas aguas. Finalmente, después del breve descanso y sobreponiéndose al miedo, Juan se lanza en veloz carrera descendiendo por aquel camino como lo haría un venado paramero, rápidamente llega al valle y sin disminuir la velocidad enfila el rumbo bordeando la sabana y pasando muy cerca de la orilla de aquellas lagunas; en la lejanía, un relámpago ilumina el cielo y las sombras comienzan a arropar la cordillera, espesas nubes amenazan con regar aquel frio páramo con una copiosa lluvia. Mientras corre, nuevamente el relámpago ilumina los elevados picos y ahora retumba el trueno, dejando volar su eco de picacho en picacho hasta que se apaga y un silencio sobrecogedor envuelve aquel valle. Por un instante Juan percibe a lo lejos la figura de un animal que corre velozmente, pero no logra identificarlo claramente, se repone de la impresión que por un instante le ha echo detener la carrera, y nuevamente prosigue con mas fuerza, al darse cuenta que va corriendo muy cerca del agua - no debo mirar el agua, no debo mirar el agua - se repetía. Era muy difícil, atravesar aquel valle, sobre todo a aquellas horas de la tarde, allí había algo que no se podía ver pero se sentía en el cuerpo, una extraña sensación de ligereza, sin embargo no podía percibir si avanzaba, en su interior sentía que estaba en el mismo lugar aunque corría con toda su fuerza. Ya muy cansado repentinamente se detuvo y miró hacia atrás, a lo lejos vio la última laguna; de manera increíble las había dejado atrás sin saber como lo había echo, porque aunque había corrido con fuerza había sido por muy poco tiempo y aquel valle era bastante extenso - nadie puede hacer esa distancia en tan poco tiempo, pero yo lo hice - se dijo. - Con razón la gente dice que aquí hay un encanto, yo mejor me voy antes que me agarre- y nuevamente comenzó a correr.