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1181 Palabras
Me encontraba en el departamento de Patricio, abrazada a él mientras las lágrimas no dejaban de recorrer mi rostro. Me había refugiado en su abrazo, buscando consuelo en medio de una tormenta emocional que parecía no tener fin. Él acariciaba mi cabello con ternura, tratando de calmarme, de alguna manera aliviando el dolor que me estaba consumiendo. —No puedo creer que seas nuestra Regina —dijo Patricio, su voz llena de una mezcla de sorpresa y tristeza—. La niña a la que amé cuando éramos niños y a quien le pedí a Dante ser su novio. Lloré aún más fuerte al escuchar esas palabras, el peso de la realidad que se me venía encima era abrumador. Entre sollozos, logré preguntar: —Pato, ¿no te doy asco? Estuve con mi hermano... ¿cómo puedo vivir con eso? —Tú no lo sabías, Regina —me aseguró con voz suave—. No era tu culpa. No sabías quién era él. —Pero yo no soy Regina. Debe ser un error —dije, intentando convencerme de que lo que me decía no podía ser verdad. —Amor, eres idéntica a tu mamá —dijo Patricio—. Y hay demasiadas coincidencias. Piensa en el lado bueno: tu familia nunca te abandonó y ahora puedes sacar a tu mamá de ese horrible lugar en el que está. El nombre de mi madre resonó en mi mente, sacudiéndome aún más. Las palabras de Patricio me llevaron a una nueva comprensión de la situación. A través del dolor y la confusión, empecé a visualizar una nueva posibilidad: podría estar en posición de ayudar a mi madre, la señora Mariana, a salir de ese lugar sombrío. —La señora Mariana es mi mamá —dije, mi voz temblando pero llena de una nueva determinación—. Quizás pueda hacer algo por ella. Patricio me abrazó más fuerte, brindándome un poco de esperanza en medio del caos. A pesar del tumulto interno, sabía que tenía un camino por delante, y que, con el apoyo de quienes realmente me querían, podría enfrentar esta nueva realidad y encontrar una manera de reconciliar mi pasado con mi presente. No puedo aceptar que soy la hermana de Dante.No lo siento como mi hermano. Yo sentiría algo si lo fuera, pero él no lo es. Patricio, con una ternura que me reconfortaba, acarició mis mejillas, deteniendo mis lágrimas con sus suaves caricias. —Calma, amor —dijo él, su voz un susurro lleno de cariño y comprensión. Luego, se inclinó para dejar un beso en mis labios, un gesto que era al mismo tiempo un consuelo y una promesa. Su ternura y su apoyo me dieron un respiro en medio del caos emocional. Sentía que, aunque la verdad se presentara como una carga pesada, no estaba sola para enfrentarla. Mientras acariciaba mis mejillas, Patricio me dio otro beso, uno que respondí con igual intensidad. Me senté encima de él en el sofá, la cercanía y el contacto aumentaban mi confusión y mi necesidad de sentirme amada y segura en medio de la tormenta emocional. —No me beses así —le advertí, mi voz temblorosa—. O no me contendré. Él se detuvo un momento, mirándome con ojos llenos de comprensión, pero su deseo y cariño eran evidentes en cada toque, en cada caricia. —No sé qué haría sin ti —murmuré entre besos—. Gracias por estar aquí. —Siempre estaré aquí —respondió Patricio, sus labios aún rozando los míos—. Vamos a superar esto juntos. Nos aferramos el uno al otro, el contacto físico y emocional siendo un bálsamo en medio del caos. —Te quedas a dormir, Ally —dijo Patricio con un tono suave y preocupado, mientras me miraba con ternura. —Sí, no quiero que mis hermanos me vean así —respondí, sollozando ligeramente mientras me secaba las lágrimas. —Te prepararé una cena deliciosa —me ofreció, tratando de levantarme el ánimo mientras se acercaba a la cocina. —Gracias, Pato. Realmente lo aprecio —le dije, dándole una mirada de gratitud mientras me acomodaba en el sofá. —De nada. ¿Tienes algún antojo o algo que te gustaría comer? —preguntó, comenzando a sacar ingredientes de la alacena. —No, lo que sea está bien. Solo quiero estar aquí contigo —contesté, acomodándome más en el sofá y sintiendo un alivio por su apoyo. —Perfecto.Yo me encargaré de la cena —dijo con una sonrisa reconfortante antes de dirigirse a la cocina. [...] En este momento me encuentro mirando la hoja de la prueba de ADN que me realicé con las muestras de Regina. Margarita está frente a mí, y Patricio me sostiene de la cintura, dándome apoyo. —Tía, ¿alguien más sabe quién soy? —pregunto, con la voz temblando. —Solo Dante y yo, amor. No quise decirle a tu abuela hasta que no te sientas lista —responde Margarita, su voz llena de preocupación. —Tranquila, amor. Si no quieres, no le diremos a nadie —anuncia Patricio, apretando un poco más su abrazo reconfortante. —No me importa lo que diga la gente de mí. Yo solo quiero liberar a mi mamá —digo con determinación, mientras mis lágrimas caen silenciosamente. —¿A Mariana? —pregunta Margarita, buscando confirmar. —Sí, Catalina la encerró en un psiquiátrico, y estoy segura de que la maltratan —le respondo, con el corazón pesado por la injusticia. —Amor, con esta prueba de ADN y rectificando tus huellas con las de Regina, puedes asumir tu identidad nuevamente. Tendrías derecho a la casa, la empresa y la fortuna de los Beltrán —explica Margarita, mientras muestra los documentos con una mezcla de esperanza y tristeza.—Me encanta que estén juntos. Pato sabrá cuidarte. —Ahora la millonaria eres tú, mi amor —añade Patricio, dándome un beso en la mejilla con ternura. —No me imagino la cara de mi mamá cuando se entere. —Si, Ally, Juan Carlos les dejó la mitad de su fortuna a Dante y la otra mitad a ti —explica Margarita. —No puedo creerlo. ¿Todo esto es mío? —pregunto, asimilando la magnitud de la situación mientras mi mente intenta procesar la información. —Sí, amor. Tienes derecho a todo eso. Pero lo más importante es que puedes usarlo para liberar a tu mamá y asegurarte de que reciba el cuidado que necesita —afirma Patricio, mirándome con apoyo incondicional. —No sé cómo agradecerles esto. —digo con gratitud, sintiendo una mezcla de alivio y emoción. —No tienes nada que agradecer, Ally, todo es tuyo —dice Margarita, con una expresión decidida y afectuosa. —Yo quiero que aceptes lo que dejó mi hermano para ti.Puedes seguir el legado de Juan Carlos y puedes compartir tu dinero con tus hermanos para ayudarlos o hacer lo que te plazca. —Lo primero será liberar a mi mamá —digo con firmeza, sintiendo el peso de la responsabilidad y la determinación en mi voz.
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