El miércoles durmió hasta las 10 de la mañana, acordó ver a Teodoro al cuarto para las dos de la tarde, así que tenía tiempo de asistir a su clase de las 10:30, pero no lo haría. La noche anterior había sido terrible, apenas había dormido, cada vez que cerraba los ojos tenía la sensación de ser atacada por algún ser llamado sombra o criatura. Finalmente logró adormecerse y un segundo después el despertador sonó. Lo ignoró por completo y decidió volarse las clases de ese día.
Sería la primera vez en lo que iba del semestre, no le haría daño un breve descanso, y más si tomaba en cuenta los sucesos recientes. El problema sería su madre, pero había salido a un desayuno y al spa con sus amigas snobs, no la molestaría; probablemente ni cuenta se daría. Su padre estaría ocupado todo el día en la oficina gritándole a gente y pasando corajes, tampoco interferiría.
“He estado aquí un par de veces…” Recordó las palabras de Teodoro, por supuesto que ella estaba en la universidad cuando ambos se reunieron en su casa, eso significaba que su padre regresaba algunas veces a la casa. ¿Sería ese día una de esas veces? Suponiendo que regresara a la casa inventaría una buena excusa o se escondería hasta que saliera de nuevo; siempre había forma de evadir a la gente.
Se fue directamente al cuarto de baño, necesitaba una ducha fresca para aclarar la mente. Desde el viernes por la noche, después de su aventura frente al espejo del restaurante, decidió taparlo con una manta, no quería arriesgarse a sufrir una alucinación, a pesar de saber que no eran reales le daban miedo y eran ocasionadas por las sombras las cuales sí eran reales y aún no sabía que tan capaces eran de lastimarla. Las sombras podían entrar por cualquier abertura, claro estaba, a menos que lograra encerrarse. Lo había intentado una vez con éxito durante la noche, pero le costó trabajo pues el calor la abrumaba demasiado.
De cualquier forma, le daba más seguridad si el espejo estaba cubierto. Se dio una ducha tranquila y caliente, pensó que el fresco del agua la ayudaría, pero lo caliente la relajaba más…hasta que recordó la sensación de ser abrasada por las llamas y se lo pensó mejor. El resto de la ducha fue con agua tibia.
Cuando estuvo lista para irse, checó los mensajes nuevos. Uno era de Tania, tampoco había ido a las primeras clases y le dijo que la vería en la entrada del estacionamiento. El otro era de Teodoro, a regañadientes había aceptado llevarlas hasta quinta la chingada, pero después de eso, Cinthia tendría que cumplir su parte del trato: salir con ese zoquete. “Sé dónde queda el estacionamiento de la Facultad de Ciencias, pero gracias por tus instrucciones” No respondió, no tenía nada más qué decir.
Caminó hasta la universidad y de ahí hasta la facultad, hubo un momento en el que sus pies le reclamaron, pero tomar el autobús era tener que estar dentro de una masa de gente y últimamente le daba muy mal augurio. Siempre le había molestado que tanta gente estuviera con ella en un mismo lugar, pero ahora era peor, si las sombras la interceptaban entre tanta gente, se darían cuenta de que algo pasaba con ella y no quería dar explicaciones porque no tenía ninguna. Por lo menos no una creíble.
Llegó al punto de reunión a eso de la una de la tarde, se le había hecho temprano, prefería eso a llegar tarde. Vio a tantos compañeros biólogos reír con sus grupos de amigos, sufrir por algún examen o una tarea, o incluso planear la salida del viernes el cual ya estaba próximo. Sólo deseó que no fueran a retar a la naturaleza. La criatura seguía ahí y no parecía querer o poder salir. Se preguntó qué habría pasado con aquel hombre con mala suerte, ¿la criatura también habría devorado sus huesos? No habían reportado a ningún hombre como desaparecido; normalmente, ponen letreros los de la Procuraduría, por dios, sería noticia no un suceso irrelevante. A menos que nadie se preocupara por él.
De pronto se sintió muy mal, la gente a veces iba a esos bosques a pasar el tiempo, no era un área restringida. Cualquier pobre alma podría aventurarse y toparse con su peor pesadilla. Tragó saliva. Debía avisar a las autoridades para que restringieran el paso, nadie más tenía que morir por su culpa.
Corrió a un teléfono público, tenía cambio en los bolsillos, podría llamar anónimamente. Encontró uno quince minutos después de salir en su búsqueda. ¿Estaba haciendo lo correcto? Claro que lo estaba, pero seguía dudando. Alrededor no había mucha gente, sólo los que pasaban, ni rastro de las sombras. Sin pensar mucho más las cosas, marcó el número.
– 911, ¿cuál es su emergencia?
¿Cuál era su emergencia? No podía simplemente decir: “Hola, el viernes liberé junto con mis compañeros a una criatura antigua, estaba sedienta de sangre y desgraciadamente un pobre hombre que pasaba por ahí fue devorado mientras nosotros escapábamos. Ah, y olvidé mencionar que una cosa oscura amorfa a la que llamamos sombra nos atacó, no sé qué nos hizo, pero sentí que me quemaban viva, mi compañera cree que esa cosa viene por nosotros, aunque yo no estoy de acuerdo; presiento que la criatura mataría a cualquiera. El punto es que les ruego restrinjan el paso a ese bosque, no queremos que alguien más muera ¿cierto?”
– El día de ayer escuché gritos provenientes del bosque que está detrás de mi casa, creí que no era más que el aullido del viento, pero he vuelto a escuchar los gritos. Tal vez haya algo peligroso ahí adentro.
– ¿Me puede dar la dirección del lugar del incidente? Y el nombre de quien reporta por favor.
Le dio el nombre de la calle y la colonia, pero con un número falso, no quería arriesgarse. Cuando le preguntó por su nombre entró en pánico y colgó. Sin darse cuenta, había comenzado a temblar, los rayos del sol le brindaban todo el calor posible, pero temblaba incontrolablemente. Tomó tres respiraciones profundas antes de dar media vuelta y regresar a su facultad. Había hecho lo correcto, había avisado, aunque no creyó que la señorita se haya creído el reporte. Aparte, desde un teléfono público no podrían rastrearla. ¿Qué había hecho? Si se tomaban su reporte como una broma nadie iría a investigar. Más gente moriría.
Quería avisar de nuevo y esta vez daría su nombre y el número de casa correcto, al fin y al cabo, ella no sería sospechosa, sólo la chica que oyó gritos y se preocupó. Tomó de nuevo el auricular y marcó el número. Su teléfono comenzó a vibrar, echó un vistazo y vio el número de Tania. Colgó el teléfono público y contestó, si su compañera estaba en peligro…
– ¿Bueno?
– ¡Cinthia! –no parecía estar en peligro –. ¿Dónde estás? Ya casi es hora y tengo a Santiago junto a mí. Está asustado, dice que alguien lo siguió ayer y que el ataque de calor le dio dos veces y…
– Dile que son las sombras y no creo que sea buena idea llevar a alguien más, podemos atraer a…
– Se lo dije, pero está jode y jode, apúrate para que le digas tú.
Cinthia suspiró y colgó, era increíble que Tania contara sus planes a los demás, justo por eso era una mala idea, o todos querrían ir o nadie estaría de acuerdo y los problemas empezarían. Si ella tuviera ese contacto no le habría dicho ni a Tania y se encargaría ella misma. “Si quieres que algo salga bien hazlo tú mismo” Y esa frase, Cinthia se la tomaba muy a pecho, era su estilo de vida, su pan de cada día.
Llegó a la facultad y se topó con Tania a punto de perder la paciencia y a Santiago echando humo por las orejas; al menos no lo acompañaba su primo, eso no terminaría muy bien. Cuando ambos la avistaron sus expresiones cambiaron por completo; Tania se relajó un poco y descruzó los brazos, Santiago, cruzó los brazos y se tensó completamente.
– Me vale madre lo que digas o lo que pienses –le dijo sosteniendo su mirada de cachorrito, con frecuencia se olvidaba de que aún era un niño–. Tú no irás con nosotras. Y tú –dijo señalando a Tania –, no deberías contar nuestros planes a todo el mundo porque pasan cosas como estas.
Ambos muchachos tardaron en reaccionar, lucían sorprendidos por su forma de dirigirse a ellos y Santiago también lucía enfadado.
– Este asunto también me incumbe, de no ser por ti –dio un paso hacia ella y pensó que esa era una acción valiente –, nadie estaría metido en esto. Aparte, nos lo debes.
Ese niño ya estaba haciéndola enojar, casi nunca interactuaba con la gente porque perdía los estribos muy fácilmente y eso ocasionaba bastantes problemas, ese idiota era una prueba más de que la gente podía llegar a ser muy estúpida. Estaba por conocer a la Cinthia que raramente salía a relucir.
– No te debo ni un pedo, no eres más que un niño arrogante que buscó ir a embriagarse a un bosque porque eres un chiquillo inmaduro que busca aventuras. Sabías el riesgo que corríamos y aun así te apuntaste, ni tú ni nadie podía predecir que terminaríamos metidos hasta el culo en un lío como este así que no me eches la culpa y vete a buscar un par de testículos a ver si así consigues un poco de valor.
Al final le regaló una sonrisa, no todo tenía por qué ser ofensa e insultos. Santiago había retrocedido un paso y sintió una punzada de triunfo en su interior. No era su objetivo tomarla contra el pobre niño, pero logró sacar su lado repleto de furia y no lo pudo controlar. Aparte, Santiago necesitaba que lo centraran en su realidad, un poco de verdad no le hacía mal a nadie.
– Cinthia –Tania interrumpió su duelo de miradas –. Ya son cuarto para las dos.
Dio la espalda a sus compañeros mientras revisaba su teléfono, Teodoro no se había comunicado aún. Si llegaba tarde, lo mataría, si no llegaban con la estúpida médium por su culpa, lo mataría para después resucitarlo y luego lo volvería a matar.
“¿Ya llegaste?”
“Acabo de llegar, ¿me meto al estacionamiento? Hay mucha fila.”
“No te apures, vamos para allá.”
– Debemos irnos –dijo a Tania –. No quiero que se haga tarde.
No se despidió de Santiago, si lo veía de nuevo, querría golpearlo y tampoco era para tanto. Se sintió un poco mal por él, pero no pensaba disculparse sólo por eso, jamás lo había hecho y en definitiva no sería esa su primera vez. Sólo dos veces había pedido disculpas y eran situaciones que verdaderamente lo ameritaban.
Caminaron hasta avistar al guapo hombre recargado en su coche, parecía tan despreocupado en medio del caos que Cinthia sintió enojo. Ya estoy loca, cualquier cosita, por estúpida que sea, me hace enfadar. Dejó de lado sus emociones descontroladas y se acercó con Tania en sus talones.
– ¿De dónde sacaste a ese hombre? –dijo impresionada –. Podrías compartirlo con tu querida amiga…
– Tienes novio y dices que lo amas.
– Claro que sí, pero estar a dieta no me impide ver el menú.
Querida amiga…eso le sonó muy extraño, no quiso decirle que no la veía como amiga. Le caía muy bien, pero algo andaba mal con Cinthia, sus amistades eran muy escasas; ni siquiera sabía que requisitos había que cumplir para cultivar una amistad, aparte no estaba segura de querer encariñarse con personas, no se tomaba muy bien las separaciones, querer a alguien le daba el poder de jugar contigo; volvía vulnerable a cualquiera. Probablemente Tania ya estaba dentro del círculo de su aprecio y no se había dado cuenta. Sacudió la cabeza, nada de eso era importante en ese momento, debía concentrarse si quería descubrir en qué se había metido.
– Cinthia Vivar, qué guapa luces hoy, el mismísimo sol ha salido a admirarte –dijo mientras señalaba al cielo –. Tu mera presencia cautiva a cualquiera.
¿Debía responder algo? Intentó no poner los ojos en blanco, apenas lo conocía, no podía decir que era encantador o galante, pero no perdía nada si lo intentaba.
– Teodoro Sandoval –al menos recordaba su apellido –. Tan guapo como el mismo Apolo, te presento a Tania –señaló a su compañera quien soltó una carcajada –. Ella vendrá, es parte de mi equipo de investigación.
– Mucho gusto –Tania le obsequió una linda sonrisa –. Cinthia comentó que eres socio de su padre.
Si Tania no fuera su compañera más respetada, le gritaría ahí mismo que se largara. Se le salió decir eso, no creyó que la escuchara o peor aún, que se lo dijera a él. Teodoro pensaría que le hablaba de él a sus amigos.
– Así es, cerramos un muy buen trato, juntos.
Esta vez no evitó poner los ojos en blanco, algo en ese hombre le molestaba más de lo normal.
– Yo creo que es mejor irnos –se dirigió a Tania –. No querrás haber desperdiciado tu día ¿cierto?
Se subió al asiento del copiloto, estaría atenta para aprenderse el camino, nunca estaba de más saber llegar a distintos puntos de la ciudad. El tránsito pesado los detuvo por mucho tiempo, justo era hora pico y ella no pensó en eso. Tal vez debieron salir un poco más temprano. Tania estaba inquieta en el asiento trasero, se movía a cada rato y miraba de adentro hacia afuera muy seguido. Hubo un momento en que Cinthia estuvo a punto de gritarle si quería un dulce, pero se lo pensó mejor, cada quien enfrentaba el estrés de distinta forma.
Una vez que el tránsito fluyó, pudo calmarse lo suficiente como para pensar en qué decir o hacer en presencia de la señora esa. Ella sería completamente honesta, le contaría desde que llegó sin querer a aquella cueva hasta la sensación de ser acechada por las sombras o la criatura. Si la señora creía que estaba loca entonces habrían malgastado gasolina y tiempo, pero al menos no la mandaría al psiquiatra como sus padres harían.
Llegaron a la descuidada calle un cuarto antes de la cuatro, no fue un viaje tan pesado a pesar de que recorrieron media ciudad, pero el hombre llamado Teodoro sabía cómo conducir. La colonia no era la típica abandonada y solitaria llena de maleantes como en muchas películas de misterio, pero tampoco era su colonia snob en donde todos tenían un automóvil caro y un empleo muy bien pagado.