Capítulo 8

1893 Palabras
No decía un carajo sobre las sombras ni las alucinaciones, pero había descubierto algo importante: el nombre del soldado que a su vez era la espantosa criatura y sabía que posiblemente la esposa o novia o lo que fuera no había muerto. Si esa criatura estaba suelta, había sido su culpa. La esposa no había liberado a la criatura, la había encerrado; la había encarcelado para detener tanto derramamiento de sangre. Y ellos, de alguna forma, la habían liberado. Jodida mierda. Un escalofrío la recorrió, había sentido una corriente acariciar su cuello. Giró sobre sí misma en busca de la causante. Estaba sola en su habitación, la ventana estaba cerrada. Tuvo que haber sido su imaginación, las sombras no estaban presentes; ni el calor ni la picazón la invadieron. Abrió la ventana para sentirse menos encerrada, así al menos las corrientes de aire serían normales. Pensó en enviarle un correo al dueño de blog, pero no quería arriesgarse, pensaría que estaba loca. Si alguien llegara a decirle que la criatura de la leyenda era real y estaba suelta por ahí, lo pensaría. Claro, suponiendo que no fuera testigo de ello, si fuera una chica ignorante no dudaría en llamar a un terapeuta. El alto volumen del timbre al recibir un mensaje la sobresaltó de tal forma que casi se avienta por la ventana. Una vez que logró contener los desesperados latidos de su corazón, se arriesgó a echar un vistazo al teléfono. Tania por fin había contestado. “No mucho, la información escasea, pero sé de alguien que podría saber más de esto que internet. Lo malo es que tendríamos que ir hasta el otro lado de la ciudad y lo peor es que sólo nos recibe los miércoles.” Mierda. Ninguna de ellas contaba con automóvil y tomando en cuenta que los miércoles era el día que salía tarde y entraba temprano, era imposible hacer ese viaje. Contestó que buscaría la forma de ir, necesitaban recabar tanta información como pudieran. Vio el otro mensaje que tenía, el que había tratado de ignorar. No sabía qué responder, casi no se enfrentaba a ese tipo de mensajes, ¿qué sería bueno? En otros tiempos habría recurrido a Tania y en un pasado algo lejano habría recurrido a otra persona, ahora no tenía a ninguna. “Me alegra, veo que tienes valor. Hombres valientes escasean estos días.” No le pareció la mejor respuesta, pero no se le ocurrió otra; sinceramente no tenía tiempo de pensar en algo más creativo para Teodoro. Por la noche no tardó en dormirse, lo que le costó trabajo fue despertarse. Había soñado con la escena del hombre y la criatura, pero esta vez estaba sola, sus compañeros se habían convertido en sombras y debía elegir hacia donde correr. Hacia la oscuridad de las sombras o hacia el cuerpo del hombre siendo devorado por la criatura. Eligió la criatura, pues era una y las sombras; cuatro. Pasó volando junto a la presa y el depredador, tropezó y cayó, pero no hizo tanto ruido, sin embargo, el crujido de una rama bajo sus pies fue captado por el oído de la criatura. Levantó la cabeza mientras movía las puntiagudas orejas. Era demasiado tarde, la había visto, debía correr. Y lo hizo, ordenó a sus piernas que no pararan; podía oír el gruñido áspero y bajo de la criatura, sus patas golpeaban y hacían eco entre los troncos de los árboles. No volteó hacia atrás, pero sintió cómo aquel poderoso ser se acercaba cada vez más, quiso correr más rápido, pero sus fuerzas flaqueaban. Debía seguir, seguir y seguir. Sintió el aliento de la criatura un segundo antes de ver los colmillos cerrarse en su antebrazo. Gritó al sentir dolor cuando las fauces ejercieron presión. Forcejeó y pataleó, sentía como separaban la carne de sus huesos y no podía hacer nada. – ¡Por favor! –gritaba con cada sollozo –. ¡No fue mi culpa! ¡Era necesario, tenía que ser así! Y entonces abrió los ojos. Estaba en la seguridad de su cama, cubierta en sudor y sábanas. Se levantó para ir a lavarse la cara, necesitaba refrescarse un poco, tanto sudor la hacía sentir pegajosa. Caminó en círculos por su habitación después de eso, de alguna forma le hacía sentirse mejor; le aclaraba la mente. Tenía que ir el miércoles con Tania a encontrarse con la persona que les ayudaría, no podría aguantar situaciones parecidas a aquella por mucho más tiempo. Si no eran las sombras, era su inconsciente creando pesadillas y si no, eran sus compañeros que la atiborraban de preguntas. Aparte, sabía que en el fondo le echaban la culpa a ella y Cinthia, en el fondo sabía que era la única responsable. No pudo volver a dormir, pero tampoco lo intentó. Se duchó lo más rápido posible pasando de largo el espejo. El familiar timbre de su teléfono volvió a sobresaltarla, decidió ponerlo en modo vibrador, de esa forma no pegaría un brinco cada vez que le llegara un mensaje. “La valentía está presente en todos, sólo hay que externarla. Y créeme, para invitarte a salir, tuve que reunir mucha.” Teodoro estaba siendo muy inmaduro, no tenía ni idea de su edad, pero parecía un adolescente. Puso los ojos en blanco antes de responder: “No lo hiciste, en tal caso lo recordaría y créeme, aceptar salir contigo va a estar difícil, primero necesitaría entrar en confianza.” Tuvo la esperanza de ver a Tania antes de su primera clase, pero no se le concedió. Durante Biología de Procariontes y Algas estuvo distraída, no prestó atención y se perdió la mitad del Ciclo de Calvin, tendría que estudiar de más para el parcial, tantas moléculas la revolvieron. La clase terminó quince minutos antes de lo previsto, salió casi corriendo en busca del aula en la que Tania estaría; le tocaba Matemáticas y los salones no estaban tan lejos. Seguían dentro cuando llegó, la vio por la ventana y tomó un respiro. No se le escaparía por ese día. Tomó asiento en el suelo y le mandó un mensaje diciendo que la esperaba afuera y de paso, vio uno que recibió. “¿Qué puedo hacer para ganar tu confianza?” Ni ella misma lo sabía, le sobraban dedos de la mano si contaba a la gente en quien depositaba su confianza, tal vez sólo un par de amigos… se detuvo abruptamente, no era momento de pensar en amigos, en realidad sentía que ya no tenía ni uno. Lo ignoró, tal vez así entendiera que prefería que la dejara sola; en ese momento necesitaba lidiar con problemas mayores a un hombre atractivo. La puerta se abrió de un tirón, Cinthia se levantó de un salto e intentó parecer normal. El primero en salir fue el primo de Santiago, hacía bastante tiempo que no lo veía, en realidad no sentía nada hacia él; no podía decir si le caía bien o mal porque no lo había tratado lo suficiente… aunque se inclinaba más hacia el desagrado. Lo que sí sabía era que su forma de ser era muy extraña, en absoluto un potencial amigo suyo. Intentó pasar desapercibida pero no lo logró, el joven la reconoció y no tuvo más remedio que saludarla. Lucía tan incómodo como ella, pero sus miradas ya se habían cruzado, no podían fingir que no se habían visto. Se vio obligada a sonreír, pensó que su sonrisa podía parecer más genuina que la del primo, al menos ella se molestaba en disimular. Cuando se alejó de ella, soltó una profunda respiración, no se había percatado de que la estaba conteniendo. Salieron unos cuantos jóvenes más antes de que Tania se presentara. Ese día usaba un suéter color vino ¿acaso no notaba el calor que hacía? Bueno, tal vez estaba enferma, aunque no se veía como tal. No lucía mejor que el día anterior, pero al menos tampoco había empeorado; las ojeras no eran más pronunciadas. – ¿Vienes por información? –preguntó con voz apagada –. No sé nada, internet no me fue de mucha utilidad. – ¿De dónde sacaste a la persona que nos verá mañana entonces? Tania comenzó a caminar y Cinthia con ella. – Un amigo me lo dijo sin darse cuenta, casualmente saqué el tema sobre vampiros, fantasmas y esas mamadas y me habló de esta señora. Entre burla y burla le saqué el dato; según esto se comunica con el mundo sobrenatural, pero no es una médium. No le convenció la descripción de esa mujer, pero no tenía una mejor opción así que se guardó sus palabras. Cinthia no pensaba que la criatura y las sombras fueran sobrenaturales…o tal vez sí, después de todo habían sido creadas por un maleficio, bueno, la criatura fue debido a un maleficio; las sombras, nadie lo sabía. – ¿Irás mañana conmigo? – Definitivamente –respondió Cinthia –. Mientras más rápido sepamos a qué… Se vio interrumpida por el común malestar, la sensación de derretirse y la necesidad de sacudirse las mil hormigas que cosquilleaban en su piel. – Están aquí. Al parecer, Tania también las había sentido, pues la metió de un tirón al salón vacío junto a ellas y cerró la puerta casi azotándola. Finalmente se recargó en ella. – ¿Viste en dónde estaba? Cinthia negó con la cabeza, no había visto nada fuera de lugar, mucho menos una sombra. – Siempre avisan cuando se acercan, ese calor sofocante y la sensación de agujas clavándose en la piel son el signo de que vienen. Puedes liberarte de ellas; yo lo he hecho, si te encierras y no las dejas entrar, logras evadirlas. – ¿Cómo sabes eso? –preguntó Cinthia impresionada –. ¿Lo leíste? Tania soltó una carcajada amarga que hizo eco en el aula, Cinthia se estremeció. – Me acosan, el domingo ya no las soportaba y tuve que hacer algo. Estaba paranoica, veía cosas en los espejos, alguien me miraba a lo lejos y sólo quería que parara. Estaba en el cuarto de baño cuando sentí el jodido calor que me abrasaba, entonces la vi, estaba saliendo de la coladera. Corrí a mi habitación y me encerré. En ese momento dejé de sentir y no tuve alucinación, todo estaba igual. Se pueden evitar –eso último lo dijo emocionada –. Sólo hay que reaccionar rápido. Lo he hecho varias veces. Por lo que Tania decía, las sombras la preferían sobre los demás. Cinthia sufría por aquellas alucinaciones, pero no eran tan frecuentes como las de su compañera. Cada quien se vio afectado de diferente manera, tal vez acosaban al más valiente para demostrar que todos pueden caer en la desesperación. Se quedaron encerradas hasta que estuvieron lo suficientemente seguras de que estaban fuera de peligro. Aún no sabían cómo llegarían hasta el otro lado de la ciudad antes de las cuatro de la tarde y llegar a sus casas antes de las nueve de la noche, tenía unas cuantas horas más para pensar en una solución. “¿Qué tengo que hacer para ganar tu confianza?” Tenía la respuesta justo frente a sus narices; el tal Teodoro se volvería de utilidad después de todo. Respondió aquel mensaje con una sonrisa en el rostro: “Sé perfectamente lo que puedes hacer, no será para nada complicado.”
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