El fin de semana fue tranquilo, su padre volvió a hablar con ella como si nada pasara y le dio un teléfono nuevo. Definitivamente todo había quedado olvidado, o al menos eso parecía. No salió de casa por ningún motivo y se dedicó a fingir que estudiaba y hacía tarea de Metodología de la Investigación. Fue una buena idea, pues sus progenitores creían que verdaderamente estaba poniendo todo su esfuerzo en pasar la materia, cuando en realidad no le presentaba problema alguno.
El lunes por la mañana llegó a la universidad con un aire tranquilo, no había sufrido las alucinaciones que durante el viernes la habían hostigado ni los ataques de calor que tanto odiaba, aquel suceso en el bosque le comenzó a resultar lejano; ajeno, pensó que había sido producto de su imaginación y no tenía nada de qué preocuparse. Se sintió idiota por asustarse tanto.
Se dirigió al aula en donde tomaba Biología de Protistas y Algas, estaba preparada para cualquier reto que le pusieran, si había examen sorpresa estaba lista para sacar una buena calificación. Ese día en específico prometía ser lindo…hasta que recibió un mensaje de un número desconocido. “Seguí tu consejo y le pedí tu número a tu padre, no pareció importarle.” Bueno, al menos Teodoro no la molestó en todo el fin de semana. Ignoró el mensaje y decidió contestar pasadas unas cuantas horas.
Las dos horas de clase se pasaron volando, como amaba su carrera y la hacía feliz, sentía que no le alcanzaba el tiempo. Podría su padre correrla de la casa si quisiera y, aun así, jamás se arrepentiría de haber tomado la decisión que la llevó hasta ese momento.
Salió de clase dispuesta a llegar a la siguiente clase cuando alguien a quien no quería enfrentar aún, la acorraló.
– Tenemos que hablar.
Tania tenía ojeras bajo los bellos ojos verdes y lucía como si no hubiera dormido en todo el fin de semana. El suéter azul marino que llevaba la hacía ver muy pálida.
– Tal vez tengamos, pero no en este momento, debo llegar a Química Orgánica.
– Bien, te acompaño y sirve que nos topamos con Fernando, va en el salón contiguo ¿cierto?
Asintió y a regañadientes continuó su camino con Tania a su lado. Caminaron en absoluto silencio, fue bastante incómodo, por lo general siempre tenían tema de conversación, pero eso fue antes del desastre del viernes. Le pareció ilógico qué de todos, Tania fuera la más afectada, ella misma fue la que dijo que lo olvidaran y que lo dejaran pasar.
La doctora no llegaba aún, todo el mundo estaba fuera del aula y charlaban distraídos, excepto Fernando. Con un cigarro en la boca, lo encontraron sentado junto a la puerta, su mirada perdida en algún punto del horizonte. No lucía tan demacrado como Tania, parecía más bien ausente. No sabía si eso era mejor o peor.
– Fernando –llamó Tania –. Sé que me escuchas, levántate de una buena vez y síguenos, tenemos que hablar.
No hizo caso ni la primera ni la segunda vez, fue hasta la tercera (cuando Tania perdió la paciencia) que accedió a dirigirles una mirada.
– ¡Mueve tu jodido culo y ven con nosotras!
– ¿Qué te hace pensar que quiero hablar con ustedes? –preguntó en tono enfadado –. No quiero saber nada, no quiero verlas de nuevo. ¡Déjenme solo!
La gente comenzaba a murmurar con las miradas clavadas en ellos tres, ya habían conseguido llamar la atención. Cinthia odiaba hacerse notar y justo ahora varios compañeros la observaban extrañados.
– Si no quiere hablar no podemos obligarlo –sólo quería largarse hacia su aula unos metros más allá lo más rápido posible –. Parece estar bien, pues que siga así.
– ¿Bien? –la mirada de su compañero estaba enrojecida y se preguntó si había fumado mota durante el fin de semana. –. ¿Crees que estoy bien? No pude quitarme de la cabeza la imagen de esa cosa y el dolor que sentí cuando la mancha me atacó, jamás podré olvidarlo.
– Nadie podrá hacerlo, pero debemos hablar para ver qué haremos
– Olvídalo, ya pasó –encendió otro cigarro –. Lo mejor es fingir que nada ocurrió.
Tania parecía a punto de explotar, pero logró contenerse, sólo le lanzó una última mirada desesperada y resopló fuertemente.
– Bien, pero cuando las sombras te comienzan a acosar no vengas a mí en busca de ayuda.
¿Las sombras? Cinthia pensaba escabullirse a su clase, pero su compañera acababa de admitir que algo también la estaba acosando. Las sombras. Aquellas que no le permitieron decir la verdad a sus padres. Había pensado en dejar el tema de lado, la convicción de las teorías formuladas el viernes se había evaporado, pero Tania acababa de cambiar el juego.
No lo pensó un segundo más, salió disparada detrás de Tania. Una parte de ella se sintió aliviada, pero otra se decepcionó. Si ella también veía cosas significaba que nada había sido inventado, todo ocurrió, había sido real. Su estómago se revolvió y un nudo apareció en su garganta, ¿qué es lo que seguía?
Siguió a su compañera por los pasillos repletos de alumnos deseosos y no tan deseosos de conocimiento, entre tanta gente comenzó a sentir fastidio, las grandes masas siempre atraían más. No sabía más de qué, pero lo atraían. Llegaron a la planta alta del edificio de Biología y entraron a un salón casi vacío. Samanta y Santiago estaban ahí junto con otra chica de cabello corto y morado.
– Sé que este trabajo es muy importante chicos, pero hemos de hablar de una buena vez.
– ¿Hablar de qué?
– Tú no, querida.
La chica de cabello morado echó la cabeza hacia atrás, lucía sorprendida por la forma en que Tania se dirigió a ella. Su compañera normalmente no era tan agresiva al comunicarse con la gente, al menos no tan agresiva como Cinthia. Se preguntó si aquella chica era Mónica, no tenía el gusto aún y esperaba no tenerlo nunca.
– Si querías que me fuera podías pedirlo de manera amable.
– Por favor, vete –la sonrisa de su compañera fue dulce –. Este asunto no te incumbe.
La pobre chica quien no tenía la culpa de absolutamente nada, salió ofendida del aula. Cinthia casi sintió pena por ella. Tania acercó una silla a la mesa en la que estaban trabajando, su expresión era nula, muy pocas veces la había visto así de seria.
– Creí qué al ignorar el suceso del viernes, todo volvería a la normalidad, sin embargo, me equivoqué –su mirada color esmeralda los evitaba –. Sé que ustedes han tenido esas visiones o imágenes, siempre vienen después del ataque de comezón. Estoy empezando a entrar en pánico porque hoy por la mañana que me miré en el espejo me encontré con una oración escrita con mi labial rojo. “Detenlo antes de que culmine”. ¿Les suena? Porque a mí no, pero estoy segura de que yo lo escribí; era mi letra y los fantasmas no pueden tocar cosas terrenales. Esa fue la gota que derramó el vaso, creí que las alucinaciones y ataques eran producto de mi cabeza, pero la oración me asustó. Díganme que ustedes también sufren de eso porque si no, significa que enloquecí y no quiero saber qué consecuencias conllevaría.
Todos callaron, Cinthia sintió que el nudo en su garganta desaparecía poco a poco, no era la única loca. Sus otros compañeros no abrieron la boca para nada, Samanta miraba a Tania como si viera a un completo desconocido, en cambio, Santiago, evitaba el contacto visual.
– No sé a qué te refieres –dijo Samanta con una mueca –. Tuve pesadillas el viernes y el sábado, pero no he tenido alucinaciones ni ataques de comezón. Tal vez estás trastornada o algo, deberías ir al psicólogo.
La mirada derrotada de su compañera lo decía todo, al parecer Tania tenía la esperanza de no ser la única con raras visiones.
– Yo estoy como tú –se aventuró Cinthia –. El viernes me acosaron, incluso escuché el gruñido, pero entré a mi casa y todo terminó, no volvieron a aparecer.
– Yo…sufrí otro ataque de calor y creí ver algo que desapareció, pero nada más.
Santiago parecía avergonzado, no lo culpó, ella también lo estaba cuando creyó que había perdido la cordura. Pensó en decir lo del rostro blanco, pero al fin y al cabo eso entraba en alucinaciones.
– La realidad es que algo pasó el viernes, no sé qué, pero no creo poder seguir aguantando esto por mucho más tiempo, fue esa sombra, estoy casi segura…
– Lo único que deseo es no tener que enfrentarme a algo parecido porque no quiero volver a sentir que me queman vivo y que mil agujas se insertan en mi piel. Eso fue horrible –Santiago tembló un poco –. Y ahora la criatura sigue suelta y mató a un hombre, en un descuido matará a alguien más. Al menos el ataque de calor es soportable y no mortal.
Era incómodo, pero no era mortal. Volvió a meditar sobre decirles acerca del rostro blanco, pero era demasiado pronto; aparte, sentía que no era una buena idea.
– La criatura vendrá a buscarnos, estoy segura –Tania tenía la mirada perdida –. Si queremos sobrevivir tenemos que buscar una forma de matarla y de defendernos en caso de que nos acorrale.
– ¿La viste? ¡Es imposible matar a ese monstruo! –Santiago estaba al borde del colapso –. Nos arrancará la garganta antes incluso de poder gritar. La verdad, no creo que venga por nosotros, si quisiera, ya estaríamos muertos.
No sabía por qué Tania estaba tan convencida de que iba por sus vidas, sí, los había visto aquella noche, pero eso no significaba que fuera tras ellos. Ellos la liberaron… o ella la liberó, pero no significaba que fueran a morir. Ese asunto le traía sin cuidado, por lo que verdaderamente se preocupaba era por la gente que se arriesgaría a entrar al bosque, si se topaban con aquella criatura no tendrían posibilidad de sobrevivir.
Sus compañeros comenzaron a discutir acaloradamente, el miedo podía volver loco y agresivo a cualquiera. Cinthia los ignoró, lo que Santiago había dicho era verdad, si la criatura pudiera salir del bosque ya lo habría hecho y los habría matado, aquella noche escuchó el gruñido, pero jamás vio al ser que los asesinaría. Tal vez esa cosa estaba destinada a permanecer en el bosque, era su cárcel. Algo le decía que debía regresar a la cueva para obtener respuestas, pero se estaría metiendo en la boca del lobo, casi sería firmar su sentencia de muerte. Debía pensar en algo y rápido, no estaba dispuesta a cargar con más muertes.
Al final no llegaron a nada, lo único que concluyeron era que la leyenda que les contó tenía algo de cierto en ella y que debían empezar su investigación partiendo desde esa afirmación. Estuvo de acuerdo, investigaría tanto de la leyenda como pudiera, tal vez algún dato le sirviera de algo.
Aquella noche intentó verse al espejo después de bañarse, pero no pudo. Si volvía a ver el rostro blanquecino gritaría, esa vez no podría contenerse. Se quedó pensando en lo que Tania había dicho. Las sombras eran las culpables del acoso, pero ¿acaso eran ellas las que provocaban las alucinaciones? El rostro era una alucinación, podría ser el producto de una sombra, excepto que apareció un día antes de toparse con la criatura. Cuando entró por primera vez a la cueva sintió que algo no estaba bien, con el ciempiés se asustó, pero tal vez lo que la ahuyentó verdaderamente fue la esencia de peligro que impregnaba la cueva.
Fue después de eso que el rostro se presentó, tal vez el hecho de haber entrado provocó que las sombras se liberaran. En tal caso, las sombras no trabajaban en conjunto con la criatura, eso significaba que no estaban aliados… Suspiró audiblemente, no entendía nada y no sabía nada.
Escribió un mensaje a Tania para preguntar si había descubierto algún dato relevante. Su compañera estaba en línea, pero no contestó, tal vez estaba ocupada con otra cosa. Decidió buscar por sí misma, tenía mucha tarea, pero no estaba de humor para hacerla, no después de tanta charla deprimente. Su teléfono emitió el sonido de mensaje entrante, se trataba de Fernando, no de Tania.
Más temprano, Cinthia le escribió informándole sobre sus pobres conjeturas acerca de las sombras y la criatura. Al fin se había dignado a responder. “No les creo nada, yo no he visto ni sentido lo que dicen, ya supérenlo. Los afectó demasiado, estábamos ebrios y no recuerdo mucho, en realidad.” Nadie podía decir que no lo había intentado. Cumplió su deber al ponerlo al tanto de todo, nada podía hacer si no le creía.
Buscó durante una hora cualquier información que la ayudara con la investigación, pero todo era lo mismo que sabía ella; la romántica historia del español y su amada enferma, la curandera y sus ayudantes indígenas. Comenzó a estresarse, de por sí la leyenda era poco conocida, ¿por qué no les tocó enfrentarse a La Llorona o al Chupa cabras? Había información de sobra sobre eso, más de la criatura asesina no había un carajo.
En una de las múltiples páginas que visitó, vio algo que llamó su atención. “Leyendas de la época colonial: El soldado y la curandera. ¿La amada del soldado realmente murió?” Inmediatamente leyó la entrada, primero era la típica leyenda, lo que todo el mundo sabía. Nada nuevo. Pero después, alguien había hecho una amplia investigación y compartió el conocimiento. Cinthia le agradeció de corazón, gente como esa hacía falta en el mundo.
“Se dijo que cuando el soldado, cuyo nombre era Rodrigo Córdoba de Grijalva (no es oficial), se enteró de que su amada (se desconoce el nombre, pero algunas fuentes afirman que era indígena) había fallecido, entró en desesperación y como acto de locura asesinó a la curandera y a sus dos ayudantes. En la misma frase está la respuesta, se enteró, pero eso no significa que lo haya comprobado o lo haya visto por sí mismo; hay veces en que las palabras bastan para las personas y ese sería el caso del soldado.
La mujer seguía viva, pero eso a la curandera no le convenía, se sabe que en aquella época los conocimientos sobre el uso de plantas para llevar a cabo hechizos y pociones eran abundantes, en la actualidad, se suplantó ese tipo de conocimientos por la avanzada tecnología. La magia fue desechada y se perdió en el olvido.
Ahora, volviendo al tema, la curandera necesitaba esa planta para llevar a cabo un hechizo, pero ella no estaba capacitada para ir en su búsqueda y no conocía a nadie que lo estuviera, la llegada del soldado fue la respuesta a sus plegarias, no podía desperdiciar aquella planta en salvar la vida de la mujer (suponiendo que la planta fuera la cura), así que al regreso del soldado mintió sobre su amada para quedarse con la planta.
El soldado, como ya se sabe, enloqueció de dolor y los asesinó, antes de terminar con su vida, la curandera, como castigo, lo maldijo a vagar por la tierra convertido en un horrible monstruo sediento de sangre. Ahora, hay registros de que en el pueblo se llevó a cabo una sangrienta m*****a por un ser desconocido hasta que extrañamente un día se detuvo. ¿La criatura fue la culpable de ello? Y suponiendo que fuera así, ¿quién y cómo lo detuvo? Ahí entra la mujer quien se creía fallecida, al darse cuenta de que su amado había sido atrapado en el cuerpo de una feroz bestia, no pudo soportarlo y buscó la forma de liberarlo de tan pesada carga.
No se sabe cómo logró contenerlo o liberarlo, pero la mujer desapareció el día en que las olas de asesinatos desaparecieron.
Entonces ahí lo tienen queridos lectores, mis humildes conjeturas sobre la mujer y su amada criatura, si quieren más teorías sobre leyendas poco conocidas, no duden en enviarlas a mi correo”