Tenemos que ir a Nueva York

2030 Palabras
AMELIA –Bien– espeta, Weston. –Pero te advierto que, si hago esto, no voy a hacer el papel de familia feliz. Solo lo veré en un contexto de negocios. No quiero que se acerque a mi fuera de la oficina. Asegúrate de que lo sepa– Frunzo los labios, con la mente acelerada mientras pronostico lo que esto significa para él. Para mí. ¿Se irá? ¿Qué haremos Emma y yo? ¿Cuándo sucederá eso? –Te lo haré saber más tarde– dice Weston en voz baja. Y luego cuelga el teléfono sin decir nada más. Se queda en la ventana unos instantes más, mirando la ciudad con las manos apoyadas en las caderas. La tensión lo abandona, todo su cuerpo parece rígido. Lucho contra el impulso de acercarme a él, para ayudarlo a tranquilizarse o al menos darle un masaje de espalda. Pero no. Este no es mi papel aquí, aunque deseo desesperadamente que lo sea. Weston exhala un suspiro y gira sobre sus talones, saliendo de la sala. Desaparece por el pasillo y yo me dirijo a la cocina, lista parar prepararme un bocadillo. Saco zanahorias y apio, lavo las verduras y luego encuentro mi ramequin favorito para la salsa de eneldo que incluí en la lista semanal de la compras de Weston. Sonrió al apio mientras lo pico, levantando la vista solo cuando oigo a Weston suspirar de nuevo. Ha regresado a la sala, con las manos entrelazadas detrás de la cabeza, de vuelta a la ventana para contemplar la ciudad. Me doy cuenta de que está reflexionando sobre algo importante. Lo observo por un momento y luego me vuelvo a concentrar en mis tallos de apio. El sonido del cuchillo contra la tabla de cortar es lo único que rompe el denso sonido de la sala. Weston se pasea frente a la ventana Durante unos instantes, luego se dirige hacia mí. Se detiene en la isla de la cocina, su mirada bajando hacia mis verduras. –Tenemos que ir a Nueva York– Abro los ojos de par en par y lo miro, deteniendo mi cuchillo. –De acuerdo. ¿Cuándo? – Arrastra su mirada hacia la mía. Hay un profundo conflicto flotando en sus ojos color miel. –Ahora– Abro la boca para responder, pero no sale nada. –Oh, cielos. Yo, eh…– –Necesito que vengas conmigo para que puedas estar con Emma durante el día. Serán dos días, como máximo– Me aclaro la garganta, la emoción cobrando vida. No puedo negar que estoy emocionada de salir de Louisville. Y con Weston, nada menos. Esta es casi mi fantasía secreta cobrando vida. Si tan solo pudiera, de alguna manera, arreglar la sanación de nuestros corazones y explicar todas las preguntas sin respuestas del pasado y rematarlo con algo de sexo reconciliador, entonces la vida seria perfecta. comprometida para casarte, por el amor de Dios, AMELIA>>. Ignoro la odiosa voz en mi cabeza –Claro– digo, tan casualmente como puedo. –No tengo mis cosas, eso es todo. Me gustaría pasar por mi casa y empacar una maleta rápida– –Podemos comprar lo que necesitas en la ciudad– dice Weston. –Solo hay…algunas cosas que preferiría llevar– No quiero decirle que una de esas cosas es mi vibrador de viaje. Después de lo que presencié en su baño, no hay forma de que pueda sobrevivir un viaje de dos días a Nueva York sin él. Estar cerca de Weston es una olla a presión de deseo implacable, y mi vibrador es la única forma en que puedo lidiar con ello hasta encontrar una mejor solución. Y probablemente la única solución será dejar tu trabajo>>. ¿Pero qué hay de Emma? Siento que toda esta situación se está saliendo de control, pero aumenta mi sonrisa, rezando para que no pueda oír lo fuerte que late mi corazón detrás de mis costillas. –Y— añado, –deberíamos esperar a que Emma se despierte. Estaba muy cansada después de nuestra cita para jugar. Odiaría despertarla temprano y que pase el resto del día de mal humor– Weston asiente, golpeando la isla con los nudillos. –Si, es un buen punto. ¿Entonces puedes hacerlo rápido en tu casa? – –Por supuesto. No me llevara mucho tiempo– –Pasaremos de camino al aeropuerto. Arreglare todo con el piloto– Asiento, con la emoción creciendo en mi interior. –¿El piloto…? – -Un jet privado– lo dice con indiferencia, como si fuera un detalle secundario. –Tambien recibirás una compensación adecuada, si eso te preocupa. Se que es de última hora– –Sea lo que sea, debe ser importante– Lo observo por un momento, esperando que ofrezca detalles. Su mandíbula se flexiona mientras levanta la mirada para encontrarse con la mía. Nos observamos el uno al otro por un momento. Luego dice: –Hay algunos asuntos que tengo que resolver con mis hermanos. Eso es todo. Necesito que se hagan lo antes posible– –Por supuesto. Con gusto hare lo que sea útil– pico otro palito de zanahoria. –¿Dónde nos alojaremos? – –En mi apartamento en Tribecca– Respiro hondo. –Hay suficientes habitaciones para todos. Mucho espacio– –Oh– digo en voz baja, cortando lo último de mi refrigerio. Ya no tengo hambre, ni por asomo. Todo lo que quiero hacer es correr por la habitación y saltar de alegría. –Seguro que sí. ¿Debería empezar a empacar algunos juguetes? – –Claro, iré a buscar una bolsa. Y luego lo que nos falte…– Se encoge de hombros. –Podemos pedirlo cuando lleguemos– Asiento con entusiasmo, tragándome otro chillido que amenaza con escapar. Esto se siente como unas vacaciones, aunque sea lo contrario de unas. En lugar de escapar del trabajo, tendré un respiro de mi familia y de mi próxima boda. Weston no puede saber cuánto necesito esta escapada. Si lo supiera, puede que no lo hubiera sugerido. Después de todo, estoy comprometida; el recordatorio que me había dado en el pasillo trasero durante el fin de semana todavía resuena en mi mente en los peores momentos. Además de los recuerdos de su pulgar rozando mis labios. Cierro los ojos con fuerza, agradecida de que Weston se haya ido a buscar el equipaje. Necesito controlarme. No, necesito usar mi vibrador. Entonces poder controlarme. Estoy atrapada en la agonía del deseo, perdida en las oleadas hormonales. Si este fuera el siglo XIX, me habrían dado cocaína para mis humores y me habrían enviado a sentar junto al mar durante cuatro semanas. Gracias a Dios tengo un vibrador esperándome en casa. Agradecida por una tarea que me distraiga, me ocupo de preparar las cosas para el viaje. Empaco los juguetes favoritos de Emma y luego me cuelo en su habitación para agarrar su ropa, pañales y mantitas adicionales, metiendo todo en una bolsa en la habitación de invitados. Una vez que tengo sus cosas listas, me dirijo a la cocina para llenar la bolsa térmica con leche, jugo y bocadillos. El clic de las ruedas sobre el suelo de baldosas un momento después me alerta de que Weston se acerca, entra en la cocina un momento después, con su equipaje con ruedas detrás de él. –¿Lista? – Se abotona las mangas de la camisa que se ha puesto. Sus pantalones de chándal grises se han cambiado por unos pantalones azul marino, y su camisa negra por una camisa blanca de manga larga. Así, sin más, ha pasado de ser un hombre sexy deportivo a un hombre de negocios despiadado. Weston Hamilton, amo cada lado tuyo. Me froto la frente, fingiendo estudiar el contenido de la nevera portátil. –Solo voy a tomar algunas cosas más. Pero una vez que se levante, podemos irnos enseguida– –Genial– Examina la cocina con las manos en las caderas. El silencio se instala entre nosotros y, por supuesto, lo único que se me ocurre mencionar es lo que había pasado en el pasillo trasero durante el fin de semana. Cada parte de mi quiere preguntar: ¿serás inapropiado ahí? O ¿Pretendes ser inapropiado conmigo? –¿Quieres algo para botanear? – pregunto, finalmente. Weston mueve la mandíbula de un lado a otro, mirándome como si no hubiera entendido la pregunta. Luego se aclara la garganta y niega con la cabeza. –No. Almorcé tarde en el centro– Parece que va a añadir algo más, pero se gira. –Avísame cuando Emma este despierta– Desaparece por el pasillo de nuevo, y me pongo a preparar unos sándwiches de mantequilla de mani y mermelada, y tambien algunos sándwiches de fiambre, por si acaso Weston cambia de opinión. Claro, iremos en un jet privado, pero no quiero hacer ninguna suposición sobre que bocadillos esperar. Tal vez las únicas opciones serán mariscos terriblemente sofisticados que Emma no comerá. ¿Y si solo hay alcohol a bordo? ¿Y si el vuelo solo con alcohol hace que Weston y yo nos emborrachemos en el pequeño espacio del jet privado y continuemos la conversación sobre ser inapropiados a cuarenta mil pies de altura? Y lo que es más importante, si la inapropiación ocurre a esa altura, ¿realmente cuenta? Emma podría presenciar la y recordarla. Podría formar un recuerdo central, y eso no parece bueno. Me torturo con pensamientos como estos mientras disfruto de los sándwiches, cortándolos en trozos precisos, embolsándolos con excesivo cuidado. Es la única manera que puedo obligarme a no seguir a Weston y arrojarme a sus pies. Emma finalmente despierta; Weston sale de su habitación con ella acurrucada en sus brazos y frotándose los ojos. La vista es solo un golpe devastador más para mi útero, que prácticamente se aprieta de necesidad cada vez que miro a weston. Nos preparamos, nos ponemos abrigos de invierno y nos dirigimos al Mercedes en el estacionamiento. Una vez que todos estamos instalados en el auto y él está entrando en la tarde gris suelto: –Solo asegúrate de no estacionar en la entrada, ¿de acuerdo? – Weston me mira con el ceño fruncido. –¿Qué? – –En mi casa. Te daré la direccion, pero quiero que te estaciones en la casa de al lado– La comprensión se refleja en su rostro. –Bien– –Y no es porque no quiera que me vean contigo– me apresuro a añadir, gesticulando de una manera que hace que mis dedos rocen los suyos. El calor vuelve a estallar en mi interior, y sé que todo este viaje está condenado al fracaso. Ni siquiera puedo picar zanahorias sin imaginarlo besándome la cara. Estoy muy jodida. La mirada de Weston se dirige a mis dedos, luego vuelve a la carretera. –Lo recuerdo– –Bueno, quería asegurarme. Parecías borracho esa noche– Flexiona la mandíbula. –Estaba achispado. No borracho– –Así que recuerdas…– Mi voz se va apagando, sin saber adónde quiero llegar. Solo quiero que vuelva a tocar mis labios. Lo necesito, incluso cuando es lo último que me debería importar. –¿Qué tu familia me desprecia y que no te pueden ver conmigo en ningún entorno, bajo ninguna circunstancia? – me dedica una sonrisa falsa. –Si. Lo recuerdo muy bien, Amelia. Tu pequeño y sucio secreto está a salvo conmigo– Junto las manos en mi regazo, frunciendo los labios. No es exactamente a lo que quería llegar, pero servirá. Guardo tantos secretitos sucios en mi corazón. ¿El secreto principal? Durante unos cuatro meses, pensé que él y yo seriamos padres, hasta que el aborto espontaneo me robo ese futuro. Pero ese no es el secreto más sucio que le oculto. Sera el reto de mi vida guardarme este secreto, el más sucio de todos, para mí misma durante los próximos días: pienso en huir de todo solo por la oportunidad de estar contigo una vez más. Nada de eso tiene sentido, por eso trabajo horas extra para asegurarme de que se quede donde pertenece: encerrado dentro de mi corazón.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR