Capítulo 3

1676 Palabras
—¿A dónde crees que vas? — Preguntó mi madre desde la cocina cuando me vio caminar hacia la puerta con mi tabla de surf. —Voy a surfear con Lucy y con Enzo, solo tenemos tres días antes ingresar al instituto y convertirnos en ratones de biblioteca. —Mercy, estás castigada, no pretendas que no ha pasado nada, regresa a tu habitación y olvídate de salir con tus amigos estos tres días, medita sobre lo que sucedió para ver si entras al colegio con una mentalidad más madura. —¡Pero mamá! —chillé podría decir que era injusto, pero sabía que no lo era. Lo bueno es que sabía que ella se había quedado en casa porque estaba preparando su próximo viaje, mi padre se había ido a Japón y no volvería hasta dentro de tres semanas y mi madre tenía que viajar a Panamá, así que solo tendría que soportar un día de encierro. Dejé la tabla en el armario y volví a mi habitación, ella dijo que no podía salir, pero no dijo nada de que mis amigos vinieran a casa. Así que llamé a Lucy, para ver si ella podía venir a una tarde de chicas. —Amiga tienes que venir a mi casa, hagamos una tarde de chicas, mi madre no me dejó salir, dice que estoy castigada. —¿Es en serio? Enzo ya se fue a la playa, le dije que tú vendrías por mí y lo alcanzaríamos allá. —Qué felicidad que tus padres no te castigaron, mi madre todavía está molesta conmigo y no la quiero contradecir, mañana se va de viaje y si no obedezco, es capaz de cancelarlo para quedarse a vigilarme. —Está bien, tarde de chicas entonces, iré enseguida, pero esta vez yo elijo el color de las uñas. —Mmm solo si prometes que no serán rosas. Se rio porque sabía que yo odiaba los colores pastel y ella, era mi amiga y la amaba, pero era toda una Barbie, incluso de niña pensé que había nacido en un arcoíris con unicornios. Me quedé recostada en la cama observando mi habitación, yo no era la típica niña que piensa que el mundo es color rosa, pero mi madre tenía razón, tal vez estaba llegando el momento de madurar. Las paredes de mi cuarto eran blancas, pero en cada una, había un árbol pintado de n***o, uno con mariposas, negras por supuesto, otro con gatos y el último con aves; a pesar de no ser del todo infantil, si reflejaba mi inmadurez, me hacía ver precisamente como no quería, como una adolescente rebelde, pero soñadora. Miré mi cama llena de juguetes de peluche en n***o y blanco, pero no dejaban de ser juguetes, y pensé, que si quería que me vieran como un adulto, tenía que comenzar a comportarme como tal. Bajé a la cocina y tomé unas bolsas para basura. —¿Qué vas a hacer con eso? — Preguntó mi mamá que estaba preparando el almuerzo, a pesar de ser una mujer exitosa en los negocios, cuando estaba en casa, disfrutaba de consentir a su familia. —Voy a limpiar mi habitación, si no puedo salir a surfear, haré algo productivo en casa. —¿Quién eres tú y que le hiciste a mi hija? — Se burló, porque sí, debo reconocer que nunca había limpiado nada con mis manos, siempre había alguien que lo hiciera por mí. —He decidido que de ahora en adelante, voy a comportarme como una mujer adulta. —Me parece muy bien señorita, pero si lo haces para que te deje ir a la playa con tus amigos, pierdes tu tiempo. —Te equivocas madre, no lo hago por eso, voy a empezar por limpiar mi habitación, y cambiar mi actitud. Salí de la cocina y la escuché reír a carcajadas, pero si regresaba y veía que me molestaba que no confiara en mí, solo le iba a dar la razón, así que simplemente subí las escaleras como si no escuchara nada. Lo primero que hice fue llenar la bolsa con todos los muñecos de peluche y con todos los cuentos para niños que había en mi cama, saqué todos los accesorios para el cabello que incluyeran moños, o cualquier cosa que se viera infantil, ya luego pediría que alguien viniera a cambiar el color de las paredes. Llamé a la chica de servicio para que cambiara la ropa de mi cama, se asombró cuando le dije que se llevara mi manta de gatos negros y que trajera una de colores neutros, era mi manta favorita, Lucy me la regaló en un cumpleaños y yo no permitía que la cambiaran nunca, solo dejaba que la llevaran a lavar y tenían que colocarla el mismo día. La abracé para despedirme de ella. —¡No la tires! Guárdala en el armario para tenerla de recuerdo — Le dije, no estaba lista para dejarla ir del todo. —Sí señorita, aprovecho para lavarla y se la guardo cuando esté limpia. —Gracias Pilla — Era una chica latina de unos veinticinco años, trabajaba en casa desde que cumplió dieciocho años y cuando mis padres estaban de viaje, era la única compañía que tenía en casa; porque mi hermanito estaba de intercambio en Alemania, él quería seguir los pasos de nuestros padres y era un estudiante modelo, era dos años menor que yo y ya hablaba cuatro idiomas, eso lo heredó de mi madre. Yo en cambio, apenas podía con el inglés y el español y eso, porque el inglés era la lengua oficial en mi país, pero mis padres eran de ascendencia latina y mi madre, nunca permitió que se perdieran sus raíces mexicanas así que, en casa, se hablaba solo en español. —¡Ya llegué! — La voz de Lucy me sacó de mis pensamientos —¿Qué pasó aquí? — Preguntó refiriéndose a todas las bolsas que había llenado con mis juguetes. —Ha llegado el momento de dejar todas las cosas de niñas, quieren que sea más madura y les voy a demostrar que lo soy. —¿Te sientes bien? Creo que lo estás tomando muy drásticamente. —¿Te has puesto a pensar que en unos meses cumpliremos la mayoría de edad? Ya no somos unas niñas y ni tú ni yo, hemos tenido nunca un novio, ni siquiera hemos recibido nuestro primer beso. —Eso es porque no ha llegado ese gran amor que estamos esperando, pero estoy segura de que en cuanto vayamos a la universidad conoceremos a los chicos adecuados. —Creo que es porque yo no estoy buscando un chico… —¿Qué quieres decir con eso? —A mí, bueno, una vez conocí un hombre y… —¿Conociste un hombre y no me contaste? ¿Desde cuándo hay secretos entre nosotras? —No, no es que no te haya querido contar, es que solo lo vi una vez, pero es un hombre mayor y tenía quince años, creo que ni siquiera me miró. —Tienes que contarme todo con detalles — Se quitó los zapatos y se acostó en mi cama para escuchar la historia. —¿Te acuerdas cuando nos corrieron del primer colegio? —¿Cómo olvidarlo? A mi madre casi le da un infarto. —¿Recuerdas al Señor Williams? —¿El señor Williams? —Sí, el profesor de literatura, el nuevo, solo tomamos una clase con él. —Ah sí, ya lo recuerdo, pero vagamente, era joven y atractivo, pero muy grande para nosotras. —Antes de entrar a clase, chocamos y me ayudó a recoger mis libros del suelo, desde ese día, no he podido dejar de pensar en él. —¿Estás loca? Debe tener como treinta años. —No, se veía más joven, pero se quedó grabado en mi mente y no lo he podido olvidar, yo creo que si un día me enamoro, tiene que ser de alguien como él. —Amiga creo que estás desvariando, yo estoy segura de que conocerás a alguien de nuestra edad que sí te guste, es solo que tú no dejas que nadie se te acerque. —Es que no dejo que nadie se me acerque, porque nadie se parece a él. —Mercy, deja de pensar en tonterías, y anda, traje todo para hacernos manicura. —¿Alguna vez te has masturbado? —¿Qué preguntas son esas? — el rostro de mi amiga pelirroja, se puso del color de su cabello. —¿No qué no hay secretos entre nosotras? Yo lo hago casi todas las noches y siempre pienso en él, en su voz, en sus ojos y en sus manos. —Pues yo nunca lo he hecho, quizá porque no he sentido la necesidad de hacerlo. —Tal vez necesites algo de motivación. ¿No hay alguien que te guste? Siempre hablamos de mí y tú no me dices nada. —Quizá porque yo no tengo nada que contar. Dejamos la conversación y nos dedicamos a pintarnos las uñas, afortunadamente eligió un color morado y no se veía tan mal en mis manos blancas. Me preguntaba si en verdad a ella no le gustaba nadie, Lucy era mi mejor amiga, siempre pensé que lo sabía todo de ella, pero así como yo no le había contado nada sobre mis sueños con el profesor, tal vez ella no me había contado algo. Lucy tuvo que volver a su casa esa noche, no le permitieron quedarse a dormir, cuando se fue hice algo que no sé por qué no se me había ocurrido antes, tomé mi computadora portátil y comencé a buscar en internet “Liam Williams”. Encontré varias personas con el mismo nombre, revisé cada uno de los perfiles hasta que encontré lo que buscaba. “Liam Williams, profesor de literatura, veintisiete años, soltero” Descargué su foto de perfil, el internet y las r************* eran maravillosas, esa noche iba a tocarme mirando su fotografía, cerré mis ojos y me dejé llevar.
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