Capítulo 4

1529 Palabras
—Por favor Mercy, no hagas locuras mientras estamos de viaje. Ya está confirmada tu matrícula en el nuevo instituto, solo tienes que presentarte y cumplir con tus deberes. ­—¡Está bien madre! No tienes por qué estarme recordando lo que debo hacer, te dije que cambiaría y lo haré ­­—. Contesté irritada por la falta de confianza hacia mí —Prometo que no vas a tener ninguna queja. Me dio un beso y salió rumbo al aeropuerto “Soy libre” Pensé y llamé a Lucy para ir a la playa a surfear. —¿Dónde está Enzo? — Le pregunté al ver que llegaba sola. —Salió con sus amigos, el lunes regresa a la universidad y quería pasar tiempo con ellos antes de irse. Me encogí de hombros, Enzo era como mi hermano mayor, pero la abuela Lucy hacía tantos comentarios sobre nosotros y lo feliz que sería si algún día nos casáramos, que debo admitir, que aunque no lo veía como un prospecto de pareja, en algunos momentos lo sentía como de mi propiedad, incluso, llegué a sentir algo de celos al verlo salir con alguna chica. —Iremos solas entonces —Me encogí de hombros, y subí al auto. Llegamos a la playa en el momento justo, las olas estaban el punto más alto. Nuestros padres nos inculcaron el amor por este deporte desde éramos niñas y las dos lo disfrutábamos al máximo. Apenas llegamos, nos lanzamos al mar, el agua estaba helada, pero era parte de la emoción, al bailar con las olas, el resto del mundo desaparecía para mí. Todo pasó tan rápido que apenas tuve tiempo de reaccionar, una ola gigante y hermosa se aproximaba hacia nosotras, Lucy se puso en pie antes de tiempo y yo solo vi por el rabillo del ojo cuando el agua la envolvió arrastrándola y haciéndola caer. No, no era la primera vez que nos sucedía algo así, ambas lo habíamos vivido una y otra vez desde que aprendimos a montarnos en una tabla, pero esta vez ella no salía del agua. Mi preocupación al buscarla y ver que no salía a flote me hizo caer a mí también. La fuerza de la ola me arrastró hasta la orilla, tragué agua y sentía los ojos irritados por la sal del mar, tardé unos minutos en recuperarme, pero cuando levanté la vista, mi corazón se aceleró. Lucy no se veía por ningún lado. —¡¡¡Ayúdenme!!! — Grité con toda mi fuerza y un hombre que estaba asoleándose en la playa corrió hacia mí, al mismo tiempo que un salvavidas se adentraba en el mar, supuse que había visto todo y por eso estaba corriendo hacia ella. —¿Estás bien? —Me preguntó el hombre y me dio la mano para que me pusiera de pie. —Sí, yo me encuentro bien, es mi amiga que la atrapó la ola y no sale del agua, tengo miedo de que se ahogue. Volteó hacia el mar y ubicó el punto donde el salvavidas se sumergía una y otra vez para buscar y sin dudarlo ni un minuto, corrió hacia el mar y comenzó a nadar para unirse a la búsqueda. Un profundo miedo de perder a mi amiga, mi hermana, se apoderó de mí y comencé a llorar, era mi culpa, siempre era mi culpa, ella no estaría en peligro si yo no la hubiera convencido. —“No tengo ganas Mercy, hagamos otra cosa”— fue su primera respuesta y yo insistí hasta que la convencí, con el argumento de todo lo que tendríamos que estudiar cuando   ingresáramos al instituto —Tal vez no tengamos tiempo por los próximos meses — Fueron las palabras que la convencieron y ahora estaba desaparecida en el mar, en peligro de morir ahogada. Quizá fueron solo unos minutos, pero yo los sentí como horas interminables, desde donde estaba solo veía a varios hombres entrando y saliendo del agua buscándola. Yo quise correr y unirme al grupo, pero una mujer salvavidas me lo impidió. —No conseguirás nada más que ponerte en peligro tú también, la preocupación que sientes, no es buena aliada en estos casos —. Me abrazó y me dio una botella de agua para que me enjuagara la sal de la boca. —Lucy tienes que estar bien, por favor Lucy, tienes que salir — repetía una y otra vez entre sollozos. —¡¡¡La tengo!!! — Gritó uno de los hombres y mi corazón dio vuelco al verlo salir con Lucy en brazos inconsciente. Apenas la colocó sobre la arena, corrí hacia ellos, el hombre comenzó a hacer las maniobras de resucitación y todo mi cuerpo se paralizó al ver que no respondía. —Lucy vuelve, por favor nena, no me puedes dejar, no te vayas a ningún lado pequeña pecosa — sollozaba temiendo lo peor. Fueron segundos, quizá minutos, en los que sentí que mi querida pelirroja no regresaría. Sentí una gran emoción al escucharla toser y comenzó a sacar agua por la boca. —¡¡¡Está bien!!! — Gritó y mi amiga comenzó a vomitar tratando de incorporarse. —Eso es nena, vas a estar bien, vas a estar bien — Dije entre lágrimas y risas. La subieron a una camilla y ya estaba lista una ambulancia para llevarla a un hospital. Me dejaron ir con ella, porque les dije que era mi hermana y cuando llegamos al hospital ella ya insistía en que estaba bien y que no era necesario que la viera el médico, eso me tranquilizó, aunque los paramédicos insistieron en que la tenían que valorar. Me senté en la sala de espera, todo iba bien, hasta que la recepcionista del hospital me dijo que necesitaba que un adulto firmara la responsiva del ingreso hospitalario. —¿Eres familiar de Lucy Ferrer? —Preguntó la enfermera y mi estómago se contrajo intuyendo lo que quería. —Sí, es mi hermana — dije sin pensar, quizá podía decir que yo era mayor de edad y que podía hacerme responsable por ella. —Necesitamos la firma de un familiar responsable mayor de edad. ¿Puedes llamar a tus padres? —Yo soy mayor de edad, mis padres están de viaje y no podrán venir por ahora —Dije tratando de parecer segura de lo que decía. —Entonces no hay problema —dijo y suspiré aliviada —, solo necesitamos una identificación donde se acredite que eres mayor de edad y con eso será suficiente. —“¡Mierda!” — pensé —¿De dónde carajos iba a sacar una identificación? Estaba pensando en una excusa cuando apareció frente a mí una posible solución —¡Tío! — Exclamé al ver al hombre que sacó a Lucy del mar, entrar en la sala de espera. Se me quedó mirando y volteó para todos lados, abrí los ojos lo más grandes que pude para hacerle entender que necesitaba su ayuda. —Tío ven aquí qué bueno que llegaste — Le dije y lo tomé del brazo apretándolo un poco para que entendiera que necesitaba que me siguiera la corriente— Tío, la señorita necesita la identificación de una persona responsable, para dejar salir a Lucy del hospital, como sabes mis papás están de viaje y yo con el susto, me olvidé de traer mi identificación, pero qué bueno que llegaste a tiempo para salvarnos. Afortunadamente el hombre me siguió la corriente. —Buenos días señorita, Soy Carlos Ferreira, yo me hago responsable de la señorita, es mi sobrina — Lo dijo con una seguridad, que la enfermera no lo cuestionó, aunque era obvio que no nos parecíamos en nada. Era un hombre moreno, indiscutiblemente latino por sus facciones y su acento. Respiré y me encogí de hombros, ese extraño nos había salvado la vida, sobre todo a mí, que estaba castigada y no tenía permiso para estar en la playa. —¡Familiares de la señorita Lucy Ferrer! — Exclamó un médico que salió del área de urgencias. —Es Ferreira doctor, Lucy Ferreira — Lo corregí y me mordí el labio al ver cómo mi supuesto tío me miraba. —Yo soy su tío, Carlos Ferreira — dijo siguiéndome en la mentira — Soy…adoptado — aclaró al ver la cara de asombro del médico. —Entiendo señor Ferreira, no era necesario hacer la aclaración, ya se pueden llevar a la niña, está bien, afortunadamente logró expulsar el agua que había entrado en sus pulmones, solo será necesario que repose y no haga esfuerzo físico durante dos semanas. —Gracias doctor, yo me encargo de que siga las instrucciones —Contestó lanzándome una mirada de advertencia. Pagó la cuenta y Lucy salió caminado un poco aturdida, pero bien, y eso me llenó de alegría. —¡Pequeña pecosa! —La abracé— ¿Cómo te atreves a darme un susto como ese? —¡Vamos señoritas! —Carlos Ferreira nos tomó del brazo y nos arrastró hacia la salida — Ustedes me van a explicar qué está pasando aquí o yo mismo las voy a llevar a casa con sus padres.
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