Tomás me llevó a su hacienda familiar ubicada a las afueras de la capital; en un pequeño pueblito turístico llamado Olmué. Me arrebató el celular, pero antes me obligó a escribirle a Rosario y a Felipe una mentira: -Querida Rosario, te doy las gracias infinitas por haberme brindado una mano, pero he decidido continuar mi rol de esposa y volveré al lugar que pertenezco; junto a mi esposo Tomás. Y como cual prisionera del siglo 18, me encerró en la casa patronal. Cansada de llorarle supliqué que no me dejará allí: -Tomás por favor, no puedes encerrarme -¡Tu te lo ganaste Sofía!, ya tuve bastante paciencia contigo. No saldrás de éste lugar hasta que me des un hijo- dijo con rabia -Por favor, no me hagas esto Y empujándome al fondo de la que sería mi habitación de cautiverio, cerró l

