—Esto es grande y el éxito está descontado—asintió él, separando su cara de su pecho y haciendo que lo mirara—. Es tiempo de hablar de nosotros. —Milo… No hay nosotros. —Quiero todo contigo—alzó él la voz. —Lo nuestro es imposible. Tú mismo lo dijiste, no es lo que quieres. Ella trató de racionalizar la situación. Entre sus deseos de tenerlo otra vez y la confusión que él parecía tener, las cosas podían ir por terreno escabroso y ella caería, sin remedio. No podía sucumbir otra vez, dolería demasiado. —No entiendes, Regina. —Mira…—el dedo de él se posó en sus labios y la instó a callar. —Me equivoqué, me equivoqué—envolvió sus pómulos, con cuidado —. No me arrepiento de haber iniciado esta relación contigo, para nada. Al comienzo fue un trato algo sórdido e injusto para ti, que naci

