CAPÍTULO: ALGO QUE NO SE DICE El despacho real olía a cuero envejecido, madera encerada y traición. Kael estaba de pie frente a los ventanales abiertos. La brisa helada de las montañas se colaba por los marcos, agitando los mechones sueltos del cabello oscuro y golpeándole el rostro con la frialdad que ni siquiera rozaba el ardor que hervía en su pecho. Llevaba un abrigo largo de n***o, bordado en hilo plateado con símbolos de la antigua realeza. El interior de su mandíbula comenzaba a dolerle de tanto apretarla. Del otro lado de la sala, Daniel Márquez hablaba. Su tono era suave, templado, como si estuviera recitando una plegaria ensayada. Se sentaba con las piernas cruzadas, las manos firmemente apoyadas sobre la rodilla, como quien pretende tener el control sin parecer que lo o

