—Dame tu llave —pidió David, extendiendo la mano hacia su hermana—, no tengo auto. —¿Por qué no? —preguntó Diana, aferrándose a esos hermosos llaveros que le había colgado a sus llaves del auto y de la casa. —Porque nos trajo mamá en la mañana —explicó Daniel, ufanándose con su respuesta. —¿Por qué? —preguntó Diana, molesta, poniendo sus manos en la cintura y acercándose lento a ese joven de ojos azules que pretendía burlarse de ella, y que comenzaba a arrepentirse. —Porque te íbamos a llevar a comer después de tu primer día de clases —informó David, abrazando la cintura de su hermana y levantándola para separarla de uno que comenzaba a temer por sus dientes—. Y, para no ir en tres autos diferentes al mismo lugar, decidimos que tú nos llevaras en tu auto al restaurante donde nos ver

