Capítulo 13

1767 Palabras
Esto no está bien, mis compañeros no pueden verme en un restaurante, de noche, con una supuesta alumna. Utilizo mis manos para cubrir mi rostro y miro hacia la puerta de la entrada y la puerta del baño simultáneamente, con la esperanza de alcanzar a ver a Jessica antes de que ellos lo hagan. El mesonero les está dando la bienvenida y justo en ese instante Jessica sale del baño, mira hacia nuestra mesa y le hago señales para que voltee hacia la entrada; ella gira su rostro y hace una mueca de asombro al verlos en la puerta e inmediatamente vuelve a entrar al baño. Vuelvo a mirar hacia la puerta principal, pero ya no están allí. El mesonero los está guiando hacia una mesa y... —¡Roy! ¿Eres tú? «Mierda, me vieron». Cinthia se aleja del grupo y comienza a caminar hacia mí, por suerte el camarero que nos atendió se acerca para retirar los platos. —Tráigame la cuenta tan pronto como le sea posible —le digo. El asiente y se va. —Hola Roy ¿Qué haces aquí? —Cinthia toma asiento en la silla frente a mí y comienza a juguetear con su cabello. —Yo, estoy con un amigo —le digo nervioso. —Y ¿Dónde está? —Se tuvo que ir. —"¿Cómo voy a salir de esta?" —Pues yo vine con el grupo, pero si quieres me quedo aquí y te acompaño —se ofrece con un ronroneo en su voz. El camarero aparece con la cuenta. —Aquí tiene, quédese con el cambio —le digo mientras pongo el dinero en la chequera y se la entrego—. Es que yo también me estoy yendo. —Mi teléfono vibra en ese instante. Es un mensaje de Jessica: «Entreténla hasta que salga del restaurante». —Bueno pues entonces me iré. —Se levanta de la silla. —¡Espera! —la detengo—. Quiero que me mires directo a los ojos y me digas cómo estuvo tu día. —Trato de que aleje la mirada de la puerta principal. —Si en verdad quieres saberlo, estuve pensando en ti todo el día. Es que eres tan guapo. Otro mensaje: «Ya estoy afuera, en el estacionamiento». —Eso es fascinante, pero tengo que irme, adiós. Salgo del lugar a toda prisa y corro hasta el estacionamiento, en pocos minutos estamos conduciendo lejos de allí. —¡Eso estuvo muy cerca! —¡Lo sé! —Será mejor que vayamos a casa... —¿Qué? Nooo, la noche a un es joven, vayamos aún bar. —Hace un gracioso mohín con los labios—. ¡Mira, ahí hay uno! —dice señalando el un establecimiento. —De acuerdo. —Resignado, conduzco hasta el lugar que señaló y me estaciono. Al entrar descubro que es un bar estilo bohemio, nos sentamos en la primera mesa vacía que encontramos y pedimos dos cervezas. —¿Sabes?, creo que aún te debo una disculpa por lo de Hannah —me dice de repente. —Oye, olvida eso, yo fui el grosero al irme de esa forma. —Sí pero tienes razón, no es correcto grabar a las personas sin su autorización. El problema es que en mi trabajo no siempre se puede hacer lo "correcto". —En ese momento la camarera llega con las bebidas y ella le da el primer sorbo—. Pero en serio quiero ayudar a esa chica y a todos los que estén pasando por su misma situación. Yo también fui una niña molestada ¿Sabes? —¿Tú, molestada? —pregunto con escepticismo. —Así es, y si alguien me hubiera grabado diciendo lo que sentía y se lo hubiera mostrado a mis maestros, tal vez no hubiera encontrado una rata muerda en mi casillero. —Casi escupo la cerveza al escucharlo eso. —¡¿Qué?! ¿Y qué hiciste? —Pues un día me harté y les devolví la jugada ¿Sabes que es peor que una rata muerta en tu casillero? —¿Qué? —Una rata muerta en tu almuerzo escolar —me dice alzando una ceja y dándole otro sorbo a su cerveza. Al escucharla estallo en una sonora carcajada que resuena en todo el bar. Definitivamente puedo imaginarla haciendo algo como eso y hasta peor. —¡Oye n***o! ¿Puedes dejar de hacer ruido? Estoy tratando de ver un partido. El comentario vino de un tipo alto, caucásico con abundante barba, con músculos exagerados y vestido con unos jeans y una camiseta con cuello V, un verdadero imbecil. —¡Oye idiota! ¡¿Qué te pasa?! —Ella le grita enojada. Para nuestra sorpresa el individuo se levanta de su asiento en la barra y se hacerla a nuestra mesa. —Nena ¿Por qué no dejas de perder el tiempo con este n***o y vienes a tomar una copa conmigo? —pregunta dirigiéndose a ella. Me importan un comino sus comentarios racistas pero el simple hecho de que la mire hace que la sangre me suba al cerebro. Me aferro a mi cerveza con tanta fuerza que creo que no sé cómo el cristal aún no se ha roto en mis manos. —Porque me gusta que calcen grande y no creo que tú des la talla —le dice con expresión despectiva. Yo no puedo evitar sonreír mientras que en el bar se escucha un sonoro "O" de todos los presentes. —¿Crees que esté n***o es más hombre que yo? —El idiota barbudo arrastra los dientes al hacer la pregunta. —No sé si más hombre, pero definitivamente mucho más inteligente. —Todos explotan en carcajadas al escuchar aquello. El imbecil se pone rojo de la ira, o de la vergüenza, y se aleja despacio y enojado de la mesa. —Zorra —susurra mientras se va. —Disculpate con la dama. —Lo digo despacio pero haciendo énfasis en cada palabra. «No pienso permitir que la insulte a ella o a cualquier otra mujer». —¿Qué dijiste pendejo? —Vuelve a acercarse a la mesa pero está vez su atención está dirigida a mí. —Dije: discúlpate. —Me pongo de pie frente a él y lo miro a los ojos desafiante. —O ¿qué? —O tendré que romperte la cara. Mis ojos lo recorren de arriba a bajo; soy unos centímetros más alto que él, aunque un poco menos musculoso. Intenta intimidarme haciendo bufidos y resoplando por la nariz, pero eso no hace más que enojar más; aprieto el puño con fuerza, tratando de controlar mi ira. Él aún me sostiene la mirada hasta qué, de la nada, comienza a reírse a carcajadas y a mirar a todos lados, como si estuviera invitando a los otros a reírse también. Cuando cree que estoy desprevenido me lanza un golpe que logro bloquear. Ahora es mi turno de atacarlo, pero yo sí logro atinar y propinarle un sonoro puñetazo en la cara, rompiendo su nariz al instante mientras que él exclama alaridos de dolor. —¡Maldito n***o infeliz! ¡Me las pagarás! —exclama mientras intenta detener el sangrado en sus vías nasales. —¡Roy, cuidado! —me advierte Jessica cuando el musculoso intenta atacarme una vez más. Lo veo abalanzarse sobre mí con la intención de devolverme el golpe, pero otra vez lo esquivo y lo neutralizo golpeándolo justo en el estómago, haciendo que caiga al suelo retorciéndose de dolor. —¡Ya basta ustedes! ¡largo de mi bar! —El bartender nos esta gritando desde la barra. —Pero si él empezó, se lo tiene merecido —aboga Jessica, enojada. —No me importa ¡Largo! —Mejor vamonos —digo sacando unos billetes de mi bolsillo y dejándolos en la mesa. —Eso fue ¡Asombroso! —exclama ella una vez que subimos al auto y comenzamos a rodar— ¿Dónde aprendiste a pelear? Le diste su merecido a ese idiota. —De niño fui cinta negra en kárate, además practico kick boxing en el gimnasio. —Eso es genial. Me alegro de que ella piense que es genial aunque yo no lo veo así. Por lo general odio, la violencia pero ese tipejo me sacó de mis casillas. Vamos rodando por la carretera y en unos minutos llegamos a su departamento. —¿Quieres subir? —me pregunta con una voz gutural. —Quisiera, pero hay algo de lo que quiero hablarte primero —le digo con tono serio. —¿De que se trata? —Me mira fijamente con los ojos entornados. —Jessica, tú me gustas mucho. Obviamente bajo estas condiciones sería imposible que haya una relación entre nosotros, pero quiero saber ¿Qué será de nosotros después de que termines en la escuela? Podríamos empezar a salir de una manera más formal, sin tener que escabullirnos en los restaurantes. —La miro a los ojos esperanzado por su respuesta pero ella desvía la mirada. —Roy, tú también me gustas mucho. Me gusta estar contigo, hacer el amor contigo, pero yo no me siento cómoda haciendo planes a futuro; soy como una nómada, nunca me quedo por mucho tiempo en el mismo lugar. —Evita a toda costa mirarme a los ojos mientras habla—. Quiero que sigamos así, disfrutando de la compañía del otro. No quiero saber lo que pasará después. Es mucho más divertido así. —La última frase la dice sonriendo. —Vayamos a dentro. —Salgo del auto y le doy la vuelta para abrir su puerta. Mientras avanzamos siento un torbellino de emociones contradictorias dentro de mí, no estoy seguro de si fui rechazado o no. Ella definitivamente no quiere una relación estable, prefiere que sigamos teniendo sexo a escondidas y yo no estoy seguro de querer eso. Llegamos al pasillo en el que está su apartamento y logro ver una figura masculina parada junto a la puerta. Mientras más nos acercamos más claro es su aspecto. Es un hombre de piel trigueña, de rasgos latinos, casi tan alto como yo; vestido con unos jeans desgastados y una camisa con mangas cortas. Esta cruzado de brazos, recostado sobre la puerta, como si nos hubiera estado esperando; al verla se pone derecho y sonríe, mientras que Jessica se queda de pie en el pasillo, totalmente sorprendida. —Jonathan... —dice despacio y comienza a avanzar lentamente hacia él. Yo solo puedo quedarme donde estoy, viéndola avanzar hacia ese sujeto mientras me pregunto quien carajos es Jonathan.
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