Capítulo 18

1887 Palabras
En mis sueños, veo a una sensual Jessica completamente desnuda, la única parte de su cuerpo que está cubierta son esos hermosos labios, con el provocativo lápiz labial rojo que llevaba puesto esta noche. Su mirada intensa me invita a tomarla en mis brazos, pero no puedo moverme; alguna especie se soga invisible me mantiene adherido a la cama. Solo puedo admirar su figura mientras se pasea de un lado a otro sin decir una palabra. Lentamente, y con la agilidad de una gata, trepa sobre mí y coloca el centro de sus piernas abiertas sobre mi pene erecto. Lo toma en sus manos y, poco a poco, se penetra a sí misma. Yo no puedo hacer nada mas que mirar con deleite y escuchar sus gemidos de placer, que resuenan en toda la habitación. Todo se siente tal real. Abro los ojos de golpe, aún escuchando sus gemidos en mi mente y sintiendo una inusual estimulación en mi m*****o. —Buenos días dormilón —me saluda Jessica con una voz entrecortada. La busco con la mirada, un poco confundido, y la descubro encima de mí; con una expresión exitada que da paso a una sonrisa malévola; mientras sumerge y remueve mi pene de su Interior, justo como en mi sueño. Me levanto un poco, usando mis codos como soporte, para tener una mejor vista. No puedo evitar gemir de placer, así que trato de controlar mi respiración para no correrme. —¿Qué estás haciendo? —Vi tu ereccion esta mañana y no quise desperdiciarla —sus ojos están nublados por la excitación y su pelo revuelto cubre una parte de sus senos. —Ven aquí —la reclamo con voz gutural. Ell se inclina sobre mí y me da un sensual y húmedo beso, sin dejar salir mi pene de su interior. Es la situación más erotica y exitante que he experimentado. Sostengo su cabeza firmemente y hago más presión en sus labios, haciendo nuestro beso más apasionado y salvaje. Sin que se lo espere la hago girar en la cama hasta que queda debajo de mí y me pongo de rodillas frente a ella, sin salirme de su interior. Sostengo sus piernas a la altura de mis hombros y comienzo a moverme lentamente. —Eso no es Justo, yo quería estar arriba —de dice entre jadeos. —Tu siempre estás arriba preciosa —acaricio sus blanquísimas piernas, desde sus tobillos hasta sus muslos y depósito algunos besos en el interior de sus rodillas—, además ¿qué no sabes qué es peligroso aprovecharse de la ereccion mañanera de un hombre? Podrías quedar embarazada. —Te puse un condon. Bajo la mirada y, efectivamente ella dice la verdad, tengo un condon puesto. Entre el deseo, la excitación y la confusión, ni siquiera me había percatado de la envoltura de látex que estaba cubriendo mi aparato reproductor. —Así que me desnudaste, me pusiste un condon y abusaste de mí mientras dormía ¿eh? —la acuso. —Es sencillo cuando tu víctima durarme como un tronco —no hay un solo atisbo de vergüenza en su confesión. —Eres una chica muy mala y tendré que castigarte. Acto seguido la sostengo firmemente por las piernas y comienzo a moverme de manera rápida y violenta dentro de ella, dejando escapar algunos gruñidos y ruidos guturales, mientras gime y se retuerce de placer. Continúo penetrandola de esta forma por rato hasta que decido cambiar de posición. Salgo de su interior con desgana y la hago colocárse a cuatro patas, para luego volver a poseerla de forma salvaje, mientras me sujeto de su perfecto trasero. Mi respiración y los latidos de mi corazón son cada vez más acelerados, lo que indica que mi orgasmo está cada vez más cerca. Trato de resistir todo lo que puedo pero no creo aguantar mucho más y, por lo que veo, ella tampoco. Sus jadeos son cada vez más fuertes, y, en un grito unísono, ambos nos corremos al mismo tiempo, cayendo exhaustos sobre la cama. —Podría acostumbrarme a este tipo de castigos —me dice con sonriente, una vez que su respiración se normaliza. —Y yo podría acostumbrarme a castigarte todas las mañanas —le digo acomodándome para abrazarla. Nos que damos acurrucados por unos minutos hasta que ella se separa de mí y se pone de pie. —Tu ve a darte un baño mientras yo preparo el desayuno —me da un beso rápido y se encamina hacia la puerta. —Pero aún estás desnuda —antes de mencionar la última parte ya está lejos de la habitación, así que dudo que me haya escuchado. Muevo la cabeza de un lado a otro, mientras una risa de resignación escapa de mis labios y rasco mi cabeza para despertarme de este loco sueño en el que se ha convertido mi vida. «Estas totalmente loca, Jessica Falcón». Me levanto de la cama y entro en la baño para deshacerme del condon usado arrojándolo al inodoro y darme un ducha con agua tibia; al salir decido ponerme unos pantalones de algodón deportivos y una camisa sin mangas. Salgo de la habitación con dirección a la cocina y, cuando estoy lo suficientemente cerca, el olor a tocino frito inunda mis sentidos. Sigo ese delicioso aroma y veo a Jessica parada frente a la estufa, ataviada con un delantal amarillo que solo cubre la parte frontal de su cuerpo y deja a la intemperie su espalda y su delicioso trasero. «Es como una fantasía s****l que se vuelve realidad». Me saboreo los labios inconscientemente, mientras mi m*****o vuelve a ponerse duro como una roca. —Le gusta lo que ve profesor —dice al percatarse de mi presencia. —Me encanta. —Ya veo que sí —apunta hacia mí entrepierna con la espátula—. Pero ya no habrá más acción por ahora. Tengo que preparar el desayuno y luego ir a ver a Jonathan. De solo escuchar ese nombre mi ereccion baja dos puntos ¿en serio tiene que ir a verlo? ¡Si el doctor dijo que estaba bien! Desgraciadamente no puedo decirle eso, así que solo asiento. —De acuerdo, iré a buscar el correo. Salgo de la cocina y me dirijo a la sala, mientras trato de pensar en cualquier cosa que no sea el trasero desnudo de Jessica. Abro la puerta con la intención de salir a buscar mi correo y me topo con Carlos pardo frente a mí, vestido con una camisa roja, pantalones cortos holgados y sus tenis para trotar. «¡Demonios! Olvidé llamarlo para decirle que no iría a correr hoy». —¡Estas listo para irnos! —me dice animado. —Carlos olvidé decirte que no podría correr hoy porque... —Roy ¿aún estás aquí? ¿podrías comprar unos...? ¡Ay carajo! Jessica entra en la sala con su provocativo atuendo y casi brinca del susto ante la sorpresa del inesperado invitado. Sin pensarlo se pego al primer espacio desalojado en la pared que encontró, para cubrir sus partes descubiertas. —Tengo compañía —termino la oración. —Tu debes ser Jessica —mi amigo la reconoce al instante a pesar de que es la primera vez que la ve en persona—. Yo soy Carlos el mejor amigo de Roy. —Hola — le dedica una sonrisa incómoda y un tímido saludo de manos antes de arrastrarse por las paredes hasta desaparecer de nuestra vista. —Amigo, ahora te entiendo ¡la chica es hermosa! —exclama extasiado— ¿por qué no me dijiste que estarías con ella hoy? —Cenamos anoche, pasaron algunas cosas y al final se quedó a dormir aquí —resumo. Lo invito a pasar por unos minutos, ya que Jessica debió haber ido a la cocina a terminar el desayuno y después seguramente se irá a cambiar, lo que nos da un poco de tiempo para hablar. —Pues debo decir que eres muy afortunado, es mucho más linda de lo que imaginé ¡con razón estás loco por ella! —Sí, pero en cuanto sepa lo que hice me odiará —me lamento. —¿Hablas de las postales? Pero si las borraste hombre, ella no tiene porqué enterarse —Carlos se queda analizando mi expresión unos segundos— ¿las borraste cierto? —No, no lo hice y no sabes lo mal que me siento —exhalo un susurro de frustración— ¡soy un maldito Carlos! No solo tomé una de la postales de Jessica sino que también la leí. —¡¿Que tú hiciste qué demonios?! Ambos volteamos la mirada al escuchar la voz furiosa de Jessica, quien está parada frente detrás de nosotros, cubriendo su cuerpo con una de mis camisas azules, que le llega hasta las rodillas. —Amigo, creo que mejor me voy. Suerte —me dice Carlos al oído antes de salir del apartamento y cerrar la puerta, dejándonos solos. —Jessica, sé que estás enojada pero te juro que iba a contarlo, no quería que te enteraras así —trato de explicarle. —¿Ibas contármelo? ¡¿Cuando demonios ibas a contármelo?! ¡¿Y quién diablos te crees para invadir mi privacidad?! Se pasea de un lado a otro con las manos en la cabeza mientras dice todo tipo de groserías dirigidas a mí. Jasmas la había visto así de enojada y la verdad es que asusta. —Escucha, sé que lo que hice estuvo mal y no tengo excusa pero... —¡Pero nada! No tenias ningún derecho de tocarlas ¡Es mi vida y tú no eres nadie para inmiscuirte en mis asuntos! —me grita furiosa. Ese último comentario en serio me dolió y, no solo eso, si no que yo también estaba empezando a enojarme. —Si no soy nadie entonces ¿Qué diablos significo para ti? ¿Solo el maldito idiota con el que tienes sexo? —No trates de hacerte la victima —me advierte mientras me apunta con el dedo. —¡Yo no quería hacerlo, pero estaba preocupado por ti maldita sea! Tú nunca me dices nada sobre ti, te comportas extraño cada vez que te pregunto sobre tu vida y luego viene ese imbécil a complicarlo todo. —¡Lo sabía! ¡Solo querías ver si encontrabas alguna información sobre Jonathan porque estás celoso! ¡Admítelo! —No lo hice por eso pero ¡Sí! ¡Estoy celoso! ¡Estoy celoso de que confíes en él y en mí no! —¿Sabes qué? me largo de aquí, no quiero volver a verte —puedo sentir la tristeza y la decepción en su voz—. Y para que lo sepas, yo sí confiaba en ti. Con esta última frase, que para mí es como una puñalada que se clava justo en mi pecho, se retira a mi habitación, cerrando la puerta de un golpe con furia y dejándome sólo en la sala como un imbecil. Unos minutos después sale de la habitación vestida con su ropa y pasa por mi lado, sin dirigirme la palabra, con rumbo hacia la puerta. Quisiera intentar detenerla pero sé que sería inútil. Solo me quedo inmóvil y la veo salir del departamento mientras me felicito a mí mismo por haberlo arruinado todo.
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