Capítulo 17

1528 Palabras
Son las ocho treinta del viernes y tengo todo listo para mi cena con Jessica. Se que le gusta la comida sin ningún tipo de restricciones, así que preparé unos bocadillos de pan tostado con jamón cosido, queso mozzarella y tomate como aperitivo; pasta con camarones estilo Alfredo y una botella de vino chardonnay blanco. El postre será un sencillo mouse de chocolate. No recuerdo la última vez que hice una cena para dos, pero en serio me esforcé mucho para que todo esto quedara bien. Apenas termino de poner la mesa escucho un toque en la puerta, me aliso la camisa blanca que llevo puesta y me decido a abrir. —Hola, guapo. —Escucho al abrir la puerta. Jessica está parada frente a mí, vestida con unos jeans ajustado que destaca cada una de sus curvas, en especial su firme y redondo trasero y una blusa suelta de mangas largas transparente, de color rosa pálido. Su pelo suelto, liso, casi hasta la cintura y sus labios carnosos pintados por un rojo intenso que ponen alerta cada uno de mis sentidos. Por un instante me siento tentado a tomarla en mis brazos y llevarla a la cama, olvidando la cena y todo lo demás, pero mi sentido de la responsabilidad y el sentimiento de culpa que me atormenta desde hace más de dos días me lo impide. —Te ves hermosa, pasa adelante —la invito, sintiéndome un poco nervioso. —Tú no te ves nada mal —me contesta con una sonrisa, mientras pasa por mi lado para entrar a la casa, dejándome con el hipnotizado con el delicioso aroma de su perfume. Nos sentamos en la mesa y disfrutamos de una agradable velada, en la que Jessica no para de alabar mis habilidades culinarias. La conversación que tenemos durante la cena es bastante trivial; la escuela, el clima, incluso hablamos de cine; pareciera que todo el percance con la maestra Cinthia y con las postales jamás hubiera pasado. Si no fuera por esa vocecita en mi cabeza que me grita que confiese y, a la que le respondo que lo haré después de terminar de cenar, todo estaría perfecto. Una parte de mí piensa que solo le estoy dando largas al asunto, mientras que otra parte de mí no quiere terminar con el plato de espagueti como sombrero. Después un comernos todo recojo la mesa y nos sentamos en el sofá son las copas y el resto del chardonnay. —Ya te lo dije, nunca he tenido nada con, Cinthia —digo, respondiendo a su pregunta de si tuve algo con la mencionada maestra. —¿Estas seguro? Porque ella no es nada fea, yo no te culparía si hubieran tenido algo antes y ahora ella quiera retomar la relación. —Toma un trago de su copa de vino mientras habla. —Eso jamás pasó; nunca me he acostado ni con ella ni con nadie de la escuela. ¡Creí que te había quedado claro! —Lo siento —dice sin mirarme a los ojos—, solo quería confirmar. Yo sé que tú nunca me mentirias. —Levanta la mirada para decirme la última frase, haciendo que la culpa me retuersa las entrañas. Me termino el líquido de mi copa de un sorbo y la coloco sobre la mesita frente a nosotros. —Jess, la verdadera razón por la que te invité es porque debo hablarte sobre algo. —¿Y no puede esperar un poco? porque... —Coloca su copa vacía junto a la mía y se inclina sobre mí hasta que nuestros labios se rozan— Yo ya no tengo ganas de hablar. —Termina la frase, para luego besarme. Puedo sentir sus firmes pechos frotándose en mi torso a través de la tela de nuestra ropa y su lengua acariciar la comisura de mis labios. La sensación es tan agradable y excitante que por un momento me permito olvidarlo todo y abandonarme a sus besos, pero esa maldita voz vuelve a resonar en mi cabeza exigiéndome que me separe de ella y le diga la verdad. Después de maldecir a mi conciencia una y mil veces, hago lo que me dice. —No sabes cuanto me gustaría arrastrarte hasta mi cama en este instante, pero en verdad tenemos que hablar —le digo rompiendo el beso. —Yo solo escuché "arrastrarte hasta mi cama" y me pacere una excelente idea. —Y, sin más, me besa nuevamente. El sonido de una canción de los ochenta en su teléfono nos interrumpe; sin embargo ella decide ignorarlo. —¿No vas a contestar? —le pregunto ante la insistencia del aparato. —De acuerdo. —Pone los ojos en blanco, irritada, y saca el teléfono de su paqueña bolsa para contestar-. Hola... sí, soy yo ¡¿Qué?! ¡¿Cuándo?! Voy para allá, gracias. -Veo como sus ojos se agrandan de forma alarmante mientras habla por teléfono e instintivamente me pongo alerta. —¿Qué pasó? —le pregunto en cuanto cuelga el teléfono. —Es Jonathan, tuvo un accidente —me responde afligida. —¿Qué? Y ¿Cómo está? —pregunto con genuina preocupación, aunque admito que a una parte de mí le molesta el hecho de que le afecte tanto lo que pueda pasarle al tal Jonathan. —Sí, pero soy su contacto de emergencia ya que soy la única que conoce en la ciudad —me dice algo nerviosa—. Lo siento, Roy, sé que querías que habláramos, pero tengo que ir a verlo. —¡No! yo entiendo, es más, te acompaño. Tú estás muy nerviosa para conducir. —Aunque admito que no me cae bien ese sujeto, mis intenciones y mi preocupación son genuinas.  Llegamos al hospital en poco tiempo en el auto de Jessica. Por suerte no había mucho tráfico en las calles. Jessica da el nombre completo de su amigo a una de las enfermeras que está en la recepción y esta, después de verificar unos papeles, le dice el número de habitación. Unos minutos después estamos frente a la puerta indicada y Jessica la abre sin tocar; yo sigo sus pasos y ambos entramos en el cuarto blanco, en el que podemos ver al accidentado sentado en una camilla sin camiseta, con unos cuantos golpes en la cara y un aparato eléctrico alrededor de su fornido brazo. Al verlo ileso mi nivel de preocupación baja a casi cero. —Jonathan, ¿estás bien? ¿Qué te pasó? —pregunta Jess, mientras se aleja de mí y se acerca a él para examinar sus heridas. Siento una ligera punzada de irritación cuando la veo tocarlo. —No fue nada, iba en mi moto... —«por supuesto que tiene una moto, todos los forajidos molestos tienen una»- Y un idiota se pasó la luz roja. En ese instante alguien más entra en la habitación y, por la bata y el estetoscopio, asumo que es el doctor. —Oh, me alegra que esté aquí ¿Es usted la novia del paciente? —pregunta a verla a su lado. «Tengo ganas de golpear a este maldito doctor por insinuar algo tan absurdo como eso». —No, soy su amiga. —No puedo evitar sonreír internamente ante su aclaración— ¿Estará bien doctor? —Bueno, recibió un golpe en la cabeza pero no hay signos de contusión. De todas formas prefiero que pase aquí la noche, para estar seguro. —Entiendo —dice preocupada— ¿Quieres que me quede hacerte compañía? -se ofrece, volteándose hacia Jonathan, y yo palidezco al escucharla. Casi tengo que cubrir mi boca con mis manos para no gritar "de ninguna manera". De solo pensar en Jessica pasando toda una noche sola con este tipo, siento que enloquezco. —No es necesario, estaré bien —dice él, gracias a dios. —¿Estas seguro? —insiste ella. «¡Sí, demonios! ¡Está seguro!» Hago un esfuerzo sobrehumano para no gritarlo en voz alta. —Creo que estará bien —lo apoyo—. Mañana podrás venir a verlo. Por suerte logramos convencerla y, después de despedirse de Jonathan dándole un ¡Maldito beso en la mejilla! Salimos del hospital y entramos en el auto. —Gracias por acompañarme, no tenías que hacerlo —comenta mientras voy conduciendo. —No te preocupes, fue un placer. ¿Quieres que te lleve a casa? —No quisiera estar sola, ¿Podría pasar la noche en tu casa? —me dice, tomándome desprevenido. —Eso me encantaría.  En pocos minutos estamos en mi casa. La dejo acomodándose en mi cama, mientras yo voy a lavarme los dientes y ponerme el pijamada. Al entrar de nuevo en la habitación, la descubro acurrucada, con los ojos cerrados y aún llevando puestos sus zapatos. Me siento al borde de la cama y que quito los zapatos despacio. La cubro con una sábana y me inclino sobre ella para depositar un delicado beso en su frente. —Eres el hombre más lindo y honesto que he conocido —me dice con los ojos cerrados, antes de quedarse profundamente dormida, mientras yo me ahogo en la culpa.
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