Capítulo 16

1154 Palabras
—¡Alumna! ¿Qué no sabe que debe tocar antes de entrar a una oficina? —Avergonzada, Cinthia me quita las manos del cuello y comienza a cerrar los botones de su blusa. Yo aprovecho para separarme de ella, poniéndome a un lado, y enfrentar la mirada indescriptible de Jessica, quien solo está ahí parada sin decir una palabra. No sé si está enojada o decepcionada, pero estoy seguro de que no está feliz. —Maestra Cinthia, creo que necesito hablar a solas con la alumna Marie sobre lo que acaba de ver —le digo sin quitarle lo ojos de encima a Jessica. —Pero, yo pue... —Por favor, maestra. —Con pesar, Cinthia caminó hacia la puerta, pasándole por el lado a Jessica sin mirarla a los ojos, y salió de la oficina. —Te juro que no es lo que parece. —Empiezo a explicarle en cuanto nos quedamos solos. —Eres un pervertido ¿Llamarme para que vea cómo te tiras a la maestra buscona? Lo siento pero no es el tipo de espectáculo que me gusta presenciar. —Sus acusaciones hacen que se me revuelva el estómago. —¡¿Qué?! ¡No! ¡Ella literalmente se abalanzó sobre mi! —Trato de explicarle. —Pues no te vi poniendo ninguna resistencia. —Estaba a punto de quitármela de encima cuando entraste. —Me acerco a ella despacio y, como no rechaza mi cercanía, la tomo de los hombros y termino de acortar la distancia entre nosotros—. Yo nunca haría algo así, debes creerme. —Ella me mira a los ojos con escrutinio por unos segundos. —Te creo. —¿De verdad? Graci... —Con una condición. —¿Condición? ¿Qué condición? —La miro a los ojos para intentar descifrar de que se trata. —Si es cierto que la maestra buscona te está atosigando, y tú no estás interesado en ella entonces, déjame hacer algo al respecto. —¿Qué piensas hacer? —Eso déjamelo a mí, tengo mis trucos. —Puedo detectar una chispa de malicia en su mirada. —No creo que esa sea una buena idea, conozco tus métodos. —¡Entonces te gusta! —¡No me gusta! —Bien, asunto resuelto, yo me encargo. —Y, sin más que decir sale por la oficina antes de que pueda detenerla. «¡Maldita sea! ¿Qué hará ahora?» Lo peor de todo es que no pude decirle la verdadera razón por la que la llamé.  Ya casi es la hora de la salida y no hay señales de Cinthia o Jessica por ningún lado. Me siento ansioso y aturdido; no tengo idea de que le pudo haber dicho, solo espero que no empeore las cosas. Salgo de mis pensamientos al escuchar el timbre que indica que es hora de ir a casa. Me despido de cada uno de mis alumnos mientras salen y organizo mi maletín. Me dirijo a la salida con la esperanza de toparme con una de ellas en el trayecto pero nada. Llegó hasta mi auto y saco la llave de mi bolsillo. —Roy... —Me detengo al escuchar mi nombre en una voz femenina y me volteo para ver de quien se trara. —Cinthia, ¿qué haces aquí? —Miro con extrañeza su rostro afligido y me acerco a ella despacio— ¿Estás bie...? —¡¿Por qué no me lo dijiste?! —me grita desconsolada y, sin previo aviso, azota su palma abierta en mi mejilla, dejándome sorprendido... y adolorido. —¿Por qué hiciste eso? —le espeto mientras coloco la mano en la mejilla golpeada. —¡Marie me contó todo!. —¿A qué te refieres con todo? —pregunto intuyendo lo peor. —Me contó que te vio el otro día en una cafetería con un hombre, besándolo. ¿Por qué no me dijiste que eras gay? ¿Qué no eres divorciado? —me reclama. —La verdad es que sí, es cierto. Después de mi divorcio descubrí que me gustaban los hombres —miento. «¡Dios, esto es una pesadilla! Juro que cuando vea a Jessica la mataré». —Ahora lo entiendo todo, con razón ni me mirabas. Y yo que pensé que no te parecía atractiva. ¿Lo sabe tu ex mujer? —¡No! Es que aún no le digo a nadie, y agradecería que tú tampoco lo hagas. —De acuerdo, no lo haré —me dice un poco más calmada—. ¿Estás seguro de que no hay posibilidad de que vuelvas a ser hetero? —pregunta esperanzada. —¡No! es que ya no hay vuelta atrás. —Antes de que pueda decir algo más, me subo al auto y lo pongo en marcha, dejando a Cinthia parada en el estacionamiento. Una vez que estoy en la carretera, marco el número de Jessica y la pongo en altavoz. —¿Hola? —¡¿Gay?! ¡¿Le dijiste que soy gay?! —Hola, Roy, ¿cómo estás? —¿Cómo crees que estoy? ¡Le dijiste a Cinthia que soy gay! ¿Cómo pudiste decirle eso? —Lo siento, fue lo primero que se me ocurrió. —Puedo sentir el tono de burla en su voz. —Sí claro, como no. No finjas, sabías muy bien lo que hacías ¡Eso fue venganza! —Tal vez. —Y tal vez lo hiciste porque estabas celosa —le digo con una sonrisa en los labios. —¡Oye! No te hagas ilusiones. Además funcionó ¿O no? No creo que vuelva a interesarse en ti después de eso. —Yo tampoco —acepto— Y admito que fue gracioso ¡pero eso no significa que está bien lo que hiciste! Tendrás que compensarme. —Hmm ¿Y qué se te ocurre como compensación? —¿Qué tal si cenamos el viernes? —le propongo. —No lo sé, ya viste lo qué pasó la última vez que salimos... —Está vez será en mi casa, yo cocinaré... a menos de que ya tengas planes. —No, no los tengo. Y en cuanto a la cena; teniendo en cuenta que he arruinado tu reputación, por una buena causa —aclara—; creo que es lo menos que puedo hacer para redimirme. —Prometo intentar no envenenar tu plato. —Estoy segura de que no lo harás. No si quieres postre —me dice ronroneando. Me despido y cuelgo el teléfono. Ese último comentario, con esa voz tan seductora, hizo que mi pene despertara de su sueño y, ahora, tengo una de mis famosas erecciones marca Jessica. Me deslizo por la carretera, intentando llegar a casa lo más rápido posible. No es el momento de pensar en sexo, esta cena será mi oportunidad de decirle lo que hice, y de averiguar de quien se está escondiendo.
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