Al otro día en la mañana, Olivia encontró a Harper esperando en el salón. La preocupación en su rostro era evidente, y Olivia sabía que la conversación que estaba a punto de tener no sería fácil.
—Harper, necesito hablar contigo —dijo Olivia, tratando de mantener la calma mientras se acercaba a su hermana.
Harper miró a su hermana.
—¿Qué pasa? —preguntó, con un tono que combinaba curiosidad y preocupación.
Olivia tomó una respiración profunda antes de hablar.
—Alejandro me ha invitado a conocer a sus padres. La próxima semana. —Dijo mientras se dejaba caer en su cama, su cuerpo aún tenso por la noticia.
El rostro de Harper se volvió pálido, y su expresión se endureció al instante.
—¡¿Conocer a sus padres?! —gritó Harper, incrédula—. ¡Tenías que romper con él, no comprometerte!
—¡Es que hubieras visto su mirada, Harper! No podía negarme.
—Te lo advertí, se lo diré a Patrick.
—¡No, Harper!
La tensión en la habitación aumentó cuando dos omegas irrumpieron en la mansión, empujándose y lanzando golpes y maldiciones entre ellas. La escena se volvió un caos mientras se arrastraban y rodaban por el suelo, ignorando completamente a los empleados que se limitaban a observar con una mezcla de indiferencia y resignación. Era una vista común en la mansión, una situación que no solía preocupar demasiado a los que trabajaban allí.
Las dos omegas luchaban con una furia que parecía interminable, el comedor pronto se convirtió en un campo de batalla. Las sillas se volcaron y los platos se rompieron mientras ellas seguían peleando, sus voces elevándose en una cacofonía de enojo.
Olivia y Harper se quedaron en medio de este caos, con la discusión que tenían ahora opacada por el ruido y el tumulto que las rodeaba. La pelea en el comedor parecía un reflejo de la turbulencia interna que ambas sentían, cada una con sus propios conflictos personales.
—¡Esto es ridículo, Harper! —exclamó Olivia, tratando de elevar su voz sobre el ruido de las peleas—. ¿Por qué estás tan enojada? ¿No ves que esto está complicando las cosas aún más?
—¡Porque te estás metiendo en problemas! —respondió Harper, con furia contenida—. ¡Estás siendo imprudente!
Mientras las dos omegas continuaban con su pelea.
—¡Por la sagrada luna! —La estridente y ronca voz de Patrick les perforó los oídos—. ¿Quieren darme un respiro? ¡Ni siquiera he tomado mi café y ustedes ya están peleando!
Harper empujó a Olivia de encima con un gesto de frustración.
—¡Pak, tengo que decirte algo importante! ¡Es acerca de Olivia!
—¡También tengo algo que decirte de Harper! —respondió Olivia con la misma intensidad, su rostro reflejando una mezcla de desafío y preocupación.
—¿En serio crees que lo que tienes que decir es más importante que lo que yo voy a contar? —Harper replicó, claramente irritada.
—¡Por supuesto que sí! —Olivia sonrió con un brillo travieso en los ojos y bajó la voz para que solo Harper la escuchara—. ¿Qué me dices de ese vídeo de seguridad en el que David está escabulléndose por tu ventana?
Harper se quedó boquiabierta, su indignación evidente mientras la piel de su rostro se ponía roja.
—¡No lo harías!
—¡Oye, Patrick! ¿Sabías que...?
En un instante, las dos omegas volvieron a lanzarse al suelo, reanudando su pelea con renovada energía. Esta vez, el conflicto era aún más frenético, sus gritos y forcejeos resonaban en el comedor mientras Patrick se mantenía al margen, claramente exasperado.
Patrick miró a su alrededor, observando el caos con una mezcla de frustración y exasperación.
—¡¿Cómo es posible que cada vez que me giro, ustedes estén peleando?! —su voz era un rugido que resonó en el comedor—. Es muy temprano para quejas... —Patrick soltó un suspiro, su paciencia puesta a prueba mientras ignoraba la discusión de sus hermanas. Se sentó a la cabecera de la mesa con una calma digna de un santo y agradeció al servicio cuando su desayuno fue puesto ante él. Mientras las hermanas continuaban luchando en el suelo, él comenzó a comer tranquilo, disfrutando de su desayuno con una serenidad que parecía casi irreal.
El día de Patrick estaba lleno de compromisos. Tenía una agenda apretada que comenzaba a las nueve de la mañana con una serie de reuniones importantes. Después, tomaría un vuelo a Macao para firmar un contrato crucial para la adquisición de unas tierras que planeaba utilizar para expandir la cadena hotelera familiar. Cada movimiento tenía que ser calculado con precisión para asegurar el éxito de la empresa y mantener el prestigio de la familia White.
Con tantos tratos en puerta y una imagen que mantener, Patrick necesitaba concentrarse en los negocios y asegurarse de que todo estuviera bajo control. Era esencial para él que sus pequeñas hermanas omegas se comportaran de manera apropiada y que cualquier inconveniente fuera resuelto rápidamente.
—¡Ya basta! —Patrick finalmente se levantó, interrumpiendo la pelea con su voz autoritaria—. ¡Ustedes no están ayudando en nada y están arruinando mi desayuno! Necesito que se calmen y resuelvan esto antes de que pierda la paciencia.
Las hermanas se detuvieron, sorprendidas por la intensidad en la voz de Patrick. A medida que se ponían de pie y trataban de recomponerse, Patrick tomó un sorbo de su café, dándole un último vistazo a las dos antes de dirigirse a su oficina para comenzar el día.
Con el rostro todavía enrojecido por la pelea y el desorden en el comedor, Olivia y Harper intercambiaron miradas.
—Debido a la delicada condición de papá, me ha cedido la presidencia por tiempo indefinido, hasta que se recupere. —Patrick anunció con un tono serio. El alfa mayor había tenido un infarto hace unos meses y estaba en el hospital, bajo atención médica intensiva. Las dos omegas se pusieron tristes al recordar el estado de su padre—. Tengo muchas cosas de las que debo hacerme cargo y necesito que ustedes colaboren. Ya no son pequeñas cachorras que necesitan vigilancia las veinticuatro horas del día, y necesito que se comporten.
—No te preocupes, Patrick. —Olivia sonrió con su típica inocencia—. ¡No vamos a causar problemas!
—Contigo estoy tranquilo. —Patrick se dirigió a Harper con una mirada seria—. La que me preocupa eres tú. Hasta que papá se recupere, no quiero escándalos. ¿Está claro?
Harper, siempre conocida por ser la más problemática de las dos, no pudo evitar su actitud desafiante. A menudo aparecía en las primeras planas de los periódicos, ya fuera por nuevos romances o noches de fiesta que se salían de control. Su actitud juguetona y desinhibida era fuente constante de titulares.
—No te prometo nada. —Le hizo un guiño juguetón—. Soy un espíritu indomable, hermanito.
Patrick cerró los ojos, sabiendo que probablemente tendría que lidiar con más de un dolor de cabeza en los siguientes meses. Al menos contaba con la tranquila y apacible Olivia, que siempre había sido como un pastel de arroz: sencilla y sin complicaciones. Una razón para estar algo más tranquilo.
—Te lo advierto, Harper White. Compórtate. —Patrick terminó su desayuno, y las empleadas comenzaron a retirar los platos—. Otro de los asuntos importantes es que, con mi asunción del cargo de papá, ustedes serán las encargadas de llevar la imagen pública de la empresa. Asistirán a cenas de caridad, donaciones y demás actos públicos.
Harper se encogió de hombros, sin mucha preocupación, mientras Olivia asentía con una expresión de comprensión. Aunque Olivia estaba dispuesta a cumplir con sus responsabilidades, Harper no parecía tan comprometida. Sin embargo, la presión de Patrick y la necesidad de mantener la imagen familiar intacta eran claras.
Patrick se levantó de la mesa, preparándose para comenzar su jornada de trabajo. Sus hermanas se miraron entre sí, sabiendo que tenían que cumplir con las expectativas y que su comportamiento durante este tiempo de transición sería crucial para la familia y la empresa.
—Les confío esta responsabilidad. Espero que no me decepcionen. —Patrick les dio un último vistazo antes de dirigirse a su oficina para comenzar con sus asuntos.
Cuando el alfa se fue, Harper le tiró una servilleta a su hermana en la cara.
—No le dije solo porque el pobre está bajo mucha presión, no porque me diera miedo que le dijeras de lo mío con su socio. Tuviste suerte. —Harper se metió un pedazo de tortita a la boca—. A todo esto, ¿cómo haces para que Alejandro siga creyendo que trabajas en el hotel?
—Sí, respecto a eso...