Capítulo 7: Modo guerra.

1130 Palabras
—No digas estupideces, por favor. Jacques se echó a reír. —¿Estupideces? ¿No le diste su buena noche de bodas a la fea? —¡Yo nunca me acostaría con una fea como Grecia! —Ah, pero, ya la llamas por su nombre. —Para que lo sepas, Loreen vino ayer… —Sí, pero no la calentaste ni un poquito —dijo entre risas Egan le miró incrédulo. —¿Cómo lo sabes? Él sonrió. —Porque terminé haciendo el trabajo que tú no hiciste. —¡¿Te acostaste con Loreen?! —¿Y qué? ¿Acaso no somos amigos y compartimos todo? —¡Eres un idiota! —Egan se levantó de la silla frustrado. —Oh, vamos, ni que creyeras que Loreen es solo tuya, sabes que esa mujer se ha metido con medio Mediterráneo —espetó entre risas —No me importa, pero creo que hay un código entre amigos. —Claro que hay un código —dijo dándole una palmada en el hombro—. Tu esposa es tuya, yo jamás me la llevaría a la cama, eso no sería una noche erótica, sería un cuento de horror —estalló en risas. Egan rodó los ojos con fastidio. Observaron a un hombre llegar quien les dio un vestido. —Soy el maquillista de la señora Montenegro, vine a arreglar a su esposa, ¿podría verla, señor Montenegro? —¡Al fin! Se nos acabó la fea —dijo Jacques Egan pidió que le mostraran el vestido, era oscuro, sin tirantes y con una abertura lateral. —¿Y cree que el Patito feo sea capaz de llenar tal vestido? —exclamó Jacques —¿Patito feo? Jacques sonrió con burla —¿Usted no conoce a la esposa de este macho? El maquillista negó asustado. —Pero soy un profesional, cualquier patito feo puede ser transformado en un cisne por estas manos. —¿Seguro? Porque Grecia Palmeri es como si un Furby hubiese tenido un hijo con un perro bergamasco. El maquillista abrió ojos enormes. Egan cubrió su rostro, negó, aguantándose la risa. —¿Así que hablas de mí, zorro de agua? Grecia apareció dándoles tal susto que los tres hombres saltaron. —¿Qué tenemos aquí, un medio hombre, un zorro de agua, y un burro en primavera? Nada novedoso, la verdad —sentenció —Ve con el señor, van a arreglarte para la fiesta de la noche, será con la duquesa de Alvarado, ¡y será mejor que te comportes! —exclamó Egan Grecia abrió los ojos y alzó las cejas con estupor. —¿Lo dices por mí o por ti? No queremos que rebuznes ante tu gente, Burrito, y yo no necesito que me arregle nadie, si no te gusta como soy, ¿para qué me besabas anoche necesitado de amor? Sí, soy muy fea, pero el burro en primavera ayer decía, “un besito más por favor”. —¡Mentirosa! —estalló Egan con el rostro avergonzado Grecia le miró con rabia. —¿Miento? Bien, pero tengo una prueba, bájate los pantalones, querido esposo, veamos si entre las piernas no tienes un buen moretón por haberte querido propasar conmigo. Egan abrió ojos enormes y furiosos al verla. Cuando le dio suficiente miedo por su mirada enojada, la chiquilla corrió, subió la escalera, alejándose de él. Jacques no dejaba de burlarse, Egan estaba avergonzado y al final despidió al maquillista, quien tuvo que llevarse el vestido. —¡Maldita fea, encima loca! —¿Y que tal besa, querido burro en primavera? —preguntó Jacques entre risas Egan le dio un codazo. —¡No me jodas! —espetó enojado —Parece que tu esposa lo que tiene de fea, lo tiene de rebelde, no podrás controlarla, si te casaste por su dinero, va a ser muy difícil que lo consigas, claro, que, si la llevas a tu cama y le muestras las mieles del placer, podrías ser un millonario, otra vez. Egan le miró con rabia, lanzó un grito, y miró a la anciana detrás que parecía escucharlo todo. —¡¿Quién es usted y que hace husmeando?! La nana Pía fue descubierta, tragó saliva y caminó, pero el ama de llaves fue de inmediato. —¡¿Quién es ella?! —Ella es la nana de su esposa, señor Montenegro, la señora nos indicó que se iba a quedar aquí, le pusimos una habitación. Egan miró a la mujer enojado, Pía tenía la mirada baja, su actitud era mansa, tenía miedo de meter a Grecia en un buen lío. —Bien. Egan se alejó y salió al jardín con Jacques. —Vaya-vaya, ahora tendrás a una suegra chismosa en casa, burro en primavera. —¡Cállate, zorro de agua! Ya veremos, pero te aseguro que Patito feo me lo pagará en seguida. Jacques le miró con duda. —¿Qué harás? El ama de llaves fue hasta ellos. —Dígame, señor. —En cuanto me haya ido con la “señora” quiero que eches a la anciana a la calle. Los ojos de la empleada se abrieron enormes. —Pero… —¿Pero? Soy el señor Montenegro, soy quien doy las ordenes, la anciana se larga de aquí de inmediato, ¿entendiste? —Sí, señor —dijo la empleada y se retiró. Egan miró a Jacques que le miraba incrédulo. —¿Qué? —Nunca fuiste tan cruel con una anciana, yo solo te digo una cosa, creo que Patito feo quiere a su nana, cuando vuelvan y se entere que la echaste como un zapato viejo a la calle, el patito se puede convertir en un Gremlin, ¡y chuparte el amiguito! —exclamó en un grito empujando a Egan haciéndolo sentir miedo. —¡Basta! Yo no le tengo miedo a ninguna mujer, menos a una fea, ahora vete, te veré en la fiesta, esa mujer no va a arruinar mi noche, ¿Quiere jugar contra mí? Que se prepare, y que soporte las humillaciones, aunque siendo una fea, más vale que esté acostumbrada —sentenció Egan. Egan fue a su habitación, se apuró a vestirse, una vez listo, se miró al espejo, lucia atractivo, con un pulcro esmoquin oscuro, iban a una fiesta elegante, la etiqueta era rigurosa, se puso su loción, arregló sus cabellos y recordó a Grecia, al mirar la cama en el reflejo del espejo. Tocó sus labios, maldijo por lo bajo. Salió de prisa. Bajó la escalera, miró su reloj, comprobó que se hacía tarde. —¡Grecia Catalina Palmeri baja de una maldita vez! —gritó desesperado. Escuchó unos pasos pequeños, cuando levantó la mirada, se quedó atónito. —¿Te gusta como luzco, querido esposo? —¡Oh, por Dios!
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