bc

¡SOY DEL JEFE! NO ME TOQUES

book_age18+
761
SEGUIR
7.0K
LEER
prohibido
familia
brecha de edad
de amigos a amantes
arrogante
jefe
drama
sin pareja
serio
pelea
ciudad
Oficina/lugar de trabajo
assistant
seductive
like
intro-logo
Descripción

Luna Bennett tiene veintidós años, un bolso lleno de sueños, una cuenta bancaria vacía y un talento natural para meterse en problemas. Alegre, risueña y torpe, logra su pasantía final en Blackwood Global Marketing, la empresa más poderosa y más masculina de todo Londres.

Lo que no imagina es que será la única mujer en una torre llena de trajes, corbatas y miradas que la desnudan. Algunos la desprecian, otros la desean… pero solo uno la prohíbe: Alejo Blackwood, su jefe.

Frío, dominante y acostumbrado al control absoluto, Alejo no cree en el amor ni en las pasantes distraídas. Pero cuando Luna irrumpe en su vida con su sonrisa desordenada y su blusa manchada de café, rompe todas sus reglas.

Entre provocaciones, juegos peligrosos y una atracción imposible de ocultar, Luna descubrirá que trabajar para su jefe significa obedecer… o arder.

“Eres mía, Luna. Mientras trabajes aquí, no te toques, no hables, no mires a nadie más.

Porque tú ya tienes dueño.”

chap-preview
Vista previa gratis
INTRODUCCIÓN
+LUNA+ El vaso de whisky puro ardía en mi garganta, y la verdad es que me importaba poco si era malta barata o un trago añejo. Lo único que me importaba era que siguiera ardiendo. El The Viper Room era un túnel de luces estroboscópicas, música atronadora y el dulce, embriagador olor a desesperación juvenil mezclado con Chanel No. 5. Al final creo que terminaré tomando cerveza con whisky, ya que quiero ahogar mis penas y desesperación… Tengo muchas cosas en mi cabeza y por ahora quiero celebrar con mis amigas su triunfo del paso principal que es la pasantía, mientras que yo tengo que seguir buscando que una de tantas empresas aquí en Londres me acepte. —¡Por las pasantías! ¡Y por nuestra jodida libertad! —gritó Violeta, alzando su copa. Grité también, forzando una sonrisa que probablemente parecía más una mueca. Mis amigas celebraban el fin de la incertidumbre; yo, celebraba el principio del pánico. Todas iban bien encaminadas. Yo, la única que aún no tenía el contrato firmado, me sentía como un pato cojo en la línea de meta. Violeta Miller, 23 años, era la encarnación de la elegancia. Ella iría a la empresa de su padre, en el corazón financiero. Su vida estaba asegurada, estructurada y tan perfecta. —Y por la única de nosotras que va a tener que compartir su pasantía con un montón de viejos aburridos y polillas en una biblioteca —murmuré, dándole un trago demasiado largo a mi vaso. Mi frustración no era solo por la bebida, sino por Cassidy. Cassidy Lane, 22 años, era la ratona de biblioteca del grupo. Ella ya tenía su lugar asegurado en una librería antigua del centro, un trabajo que amaba. —Oye, mis viejos aburridos de la librería te darán café gratis, Luna. No te quejes —dijo Cassidy, empujando mi hombro. —¡Tú te vas a una textilera, Clara! ¡Imagínate, telas, patrones, gente amable! —proclamé, haciendo un gesto dramático hacia la tercera de nuestro cuarteto. Clara Reyes, 22 años, era la dulzura hecha persona, la más maternal y la más pequeña. Su pasantía era en una textilera familiar en las afueras. —Sí, y yo, en la cervecería —dijo Hannah, alzando su vaso en un brindis más rebelde. Hannah Baker, 22 años, era mi alma gemela en el sarcasmo, y la más gótica. Ella estaba destinada a una cervecería artesanal; su sueño era la fermentación, no el marketing. —¡Y yo! ¡Yo, la mejor estudiante de marketing de la generación, tengo un contrato potencial en el escritorio de mi hermana Lucia esperando que el prometido de ella decida si soy lo suficientemente capaz para el puesto que me prometió en... dónde sea que sea ese lugar! —grité con amargura. Mi vestido ajustado color esmeralda, que me hacía sentir como una joya, no podía ocultar la frustración que me carcomía. La pasantía de mis sueños, en alguna empresa grande y poderosa de Londres, dependía del capricho de Oliver Smith, el prometido de mi hermana exitosa. Mi vida en ese momento era un gran signo de interrogación. Luego de uno, dos, tres y diez tragos después el ambiente cambió radicalmente. La música cambió, convirtiéndose en un ritmo vibrante que exigía movimiento. Las cuatro nos levantamos, chocamos los vasos y nos lanzamos a la pista. Violeta y Hannah se movían con una gracia profesional, Cassidy con timidez, y yo... yo me movía como un pez fuera del agua, con la energía desbordante del alcohol y la rabia acumulada. Y, como un reloj suizo marcando la desgracia, apareció Tomás. —Mira, la futura desempleada está tratando de ahogar sus penas —escuché su voz áspera y familiar justo detrás de mí. Me giré, y el alcohol hizo que me tambaleara. Ahí estaba Tomás Sáenz, 23 años, con esa mirada de posesión que me daba escalofríos. Era un compañero de clase, un tipo de 1.75 metros, con cara de niño rico y una obsesión por mí que no cesaba a pesar de mis rechazos y de su propia novia. —Tomás, ¿tu novia sabe que usas tu tiempo libre para acosar a gente que te desprecia? —espeté, intentando mantener la compostura. Él se rió, un sonido que me resultaba ofensivo. Se acercó tanto que sentí su aliento caliente y su perfume dulzón. —Vamos, Luna. Un fracaso en la pasantía se olvida en mi coche. Deja de hacerte la difícil y acepta que te gusto, dime, no te gustaría una buena metidita de salchicha, la mía es de buena calidad, eso te lo garantizo nena —me susurró, intentando agarrar mi brazo. Mis amigas, que ya estaban hartas de su rutina, se acercaron, creando un muro protector. —Lárgate, Tomás. Ahora —dijo Hannah, su voz baja y cargada de amenaza. Tomás, con su habitual arrogancia, no hizo caso. Sus ojos seguían fijos en mí. —No me voy sin un beso de despedida, preciosa. Eres demasiado explosiva para terminar vendiendo libros o sirviendo cerveza. Yo soy tu futuro, en una consultora que sí te acepta. —Noooo —le suelto de golpe, sí, estoy tan borracha que mi cuerpo tambaleaba, era como si otra persona controlaba mi cuerpo—, tengo mi novio y vendrá en cualquier momento—vociferé al mismo tiempo que jugué con mi cabello—, eres un maldito idiota, crees que me gusta tu palito de papa, pues nooo, yo tengo el mío que tienen tremendo pepino. Fue el colmo. Mi paciencia, ya inexistente, se hizo añicos. El vaso rebosó. El pánico de la situación, la frustración por mi carrera en el limbo y el acoso de Tomás me hicieron buscar una salida desesperada. Necesitaba un escape, un escudo, algo. Mis ojos, que giraban caóticamente por el local, se encontraron con dos figuras que acababan de entrar a la pista de baile por el lado opuesto. Dos hombres. Vestidos de forma impecable, con trajes oscuros, como si se hubieran escapado de la Bolsa de Londres en medio de la noche. Eran imponentes. Parecían de otra galaxia en ese antro de alcohol barato. Y en ese instante de borrachera y desesperación, mi cerebro hizo 'clic'. El plan era tan demente que solo mi versión alcoholizada lo habría ejecutado. Mi subconsciente me decía; “es la única forma en la que puedes salir de esto” —¡Ya te lo dije, Tomás! ¡Vine con mi novio! ¡Y ahí está! Puedes verlo de arriba hacia abajo, es mejor que tú —grité, señalando al más alto de los dos hombres. Tomás se quedó paralizado, volteando a ver dónde apuntaba mi dedo. —Ja, ja, ese es un viejito, no imaginé que te gustarían los pepinos en caducidad... —¿Te duele algo? Parece que no aceptas que ese hombre sí es mejor que tú. El hombre que señalé detuvo su conversación. Era un espectáculo. Altísimo, su 1.90 m era evidente incluso en la penumbra. Musculoso, con esos hombros anchos y brazos marcados que no se escondían tras la tela fina del traje. Su piel, ligeramente bronceada. Sus ojos, que incluso desde lejos sentí que me penetraban, eran de un gris metálico, fríos y penetrantes. Su cabello, oscuro, corto, con mechones rebeldes, le daba un aire de intelectual peligroso. ¡ES AHORA O NUNCA! No esperé a que Tomás continuara o a que el hombre dijera algo. Con la determinación de un torpedo, me lancé hacia él. Atravesé la pista de baile, esquivando a la gente. El hombre me miraba con una expresión de desconcierto total, mezclada con una curiosidad helada. Llegué hasta él, puse mis manos temblorosas en su pecho duro, sintiendo la firmeza de su musculatura. El olor. Oh, Dios. No era colonia barata. Era algo amaderado, caro, masculino, que me golpeó con la fuerza de un rayo. —Amor... ¡Hola, amor! —exclamé, con la voz tan falsamente dulce que hasta mis oídos borrachos la percibieron ridícula. Me elevé en mis tacones dorados, enlacé mis manos alrededor de su cuello y, sin pensarlo dos veces, sin darle tiempo a huir, lo besé. Fue un asalto. Mis labios se estrellaron contra los suyos, que eran firmes y sorprendentemente suaves. Por un segundo, sentí su cuerpo tensarse, rígido, como una tabla. Él iba a rechazarme, lo supe. Pero entonces, sentí su gran mano cálida posarse en la parte baja de mi espalda. Me atrajo hacia él con una fuerza inesperada, posesiva. El beso cambió de un asalto a una respuesta. Su boca se abrió, invitando a la mía a un baile electrizante, húmedo y salvaje. Sentí mi cuerpo responder con una necesidad que no sabía que tenía, pegándose al suyo como un imán. La electricidad. Era pura tensión s****l, un latigazo de adrenalina que me hizo olvidar a Tomás y a mi carrera. Cuando finalmente me separé, jadeando, susurré contra sus labios, sintiendo el aliento caliente de su respiración en mi cara. —Lo siento. De verdad. Tenía que quitarme a un pervertido de encima. Es un acosador universitario. Y disculpa, no me volverás a ver nunca más. Si eres casado, lo siento. Si tienes novia, también lo siento. No me verás más. Me iré, lo prometo. —¿Y quién te asegura que yo no puedo ser un pervertido acosador? —sus palabras quedaron en mi subconsciente, quedé totalmente en shock. —Bueno, si lo eres… Lo eres —terminé diciendo una estupidez—, lo importante es que me safe de uno y contigo, no te volveré a ver nunca más. Estaba lista para la humillación, para que me abofeteara o me gritara. En su lugar, sentí cómo su agarre en mi cintura se hacía más firme, impidiéndome alejarme. Su voz, un trueno grave y profundo, resonó cerca de mi oído. —No importa —dijo, su tono cargado de un control absoluto—. Luego no lo recordarás. Estás bien borracha, ¿serás que recuerdas tu nombre? Sentí el calor subir hasta mis orejas. ¡Me había llamado borracha! Y tenía razón. Me giré, buscando la figura de Tomás. El muy idiota se había esfumado. ¡Victoria! Misión cumplida. —¡Se ha ido! Por fin… Creo que debo irme —dije, riendo con un alivio histérico. —¿Por qué? ¿No crees que merezco algo a cambio? ¿Qué? Mis ojos se abrían tanto que se querían salir… ¿Qué dijo? Y en eso mis ojos bajan lentamente hacia sus labios. ¡Maldición, este hombre me tiene en sus manos! Mi cuerpo reacciona tanto que mis tacones tambalean, siento que caeré en cualquier momento… ¿Dónde están mis amigas?

editor-pick
Dreame - Selecciones del Editor

bc

30 Days to Freedom: Abandoned Luna is Secret Shadow King

read
310.7K
bc

Too Late for Regret

read
289.4K
bc

Just One Kiss, before divorcing me

read
1.7M
bc

Alpha's Regret: the Luna is Secret Heiress!

read
1.2M
bc

The Warrior's Broken Mate

read
138.0K
bc

The Lost Pack

read
402.2K
bc

Revenge, served in a black dress

read
147.9K

Escanee para descargar la aplicación

download_iosApp Store
google icon
Google Play
Facebook