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Ryan se quedó a mi lado toda la noche, un raro momento de paz fraternal. Dormí mejor que la noche anterior, sintiéndome protegida de los fantasmas de la Blackwood. Al amanecer, se fue.
—Te veo en la tarde —me dijo, poniéndose los zapatos—. Y no te muevas. Te traeré las muletas y me aseguraré de que tengas la pomada y el hielo.
Asentí, agradecida. La visita de Ryan, aunque tensa, había sido un bálsamo.
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No pasó mucho tiempo antes de que la puerta se abriera de nuevo. Era Lily. Llevaba una bolsa de bagels frescos y café, y se veía fresca y lista para el día.
—¡Buenos días, Princesa del Reposo! —dijo Lily, dejando el desayuno en la mesa.
—Buenos días, Lily.
—¿Cómo estás hoy? —me preguntó, acercándose a la cama para examinar mi rodilla.
—Bastante bi
