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—¿Qué haces aquí? Lo siento, no lo dije bien, se puede saber qué haces en este sitio, dado que para mi amiga tú estás en un viaje de negocios —me atacó Hannah—. Tú mismo la dejaste, ¿o no? Sabías que saldría con sus amigas. ¡Entonces...!
—Son los celos —soltó Marcus, antes de que pudiera frenarlo.
No puede ser, se supone que Marcus es mi amigo, pero no, el infeliz me ha echado de cabeza con la jueza.
—¡Celos! —Hannah soltó una carcajada seca—. ¿Te enamoraste de mi amiga?
¿Qué?
Creo que esas no son las palabras adecuadas.
—¡Jamás! —grité, la negación era instantánea, un reflejo automático que resonó con la mentira más grande que había dicho en años.
—Mientes —dijo Hannah, su sonrisa se borró, reemplazada por una mirada de profunda convicción—. Tus celos te delatan. Si no estuviera
