UN CALVARIO

1555 Palabras
ꗥ🌸 𝐂𝐋𝐀𝐑𝐈𝐒𝐒𝐀 🌸ꗥ Han pasado dos largos años desde aquel fatídico día en que me arrebataron a mi hijo. Durante este tiempo, he contado cada minuto, esperando ansiosamente esos breves instantes en los que me permiten verlo. Esos preciosos cinco minutos son mi único consuelo en esta vida que no elegí. Solo imaginar el odio que Nathan podría sentir hacia mí, o la posibilidad de que ya me haya olvidado, me desgarra el corazón. Cada vez que veo a mi hijo, experimento una mezcla agridulce de amor y dolor. Amor por ese pequeño ser que es una parte de mí, y dolor por no poder ser la madre que él merece. Mis padres me permiten verlo solo por un momento, como si fuera un recordatorio constante de lo que me han quitado. Esos efímeros minutos son mi ancla en medio de la tormenta, lo que me da fuerzas para seguir adelante. Sin embargo, mi vida ha cambiado drásticamente. Me han obligado a asumir el rol de una mujer de sociedad, a vestirme y comportarme de una manera que nunca imaginé. Debo acercarme a hombres ricos e influyentes, atraer su atención y asegurar jugosos tratos para la familia que ha perdido su gloria por las malas decisiones de mi padre. Me han convertido en una marioneta, moviendo los hilos para su propio beneficio. Cada sonrisa falsa, cada conversación superficial, me recuerda lo lejos que estoy de aquella joven libre y enamorada de la vida. Pero lo hago por mi hijo, por la pequeña esperanza de que algún día podamos estar juntos sin las cadenas de las ambiciones de mis padres. El precio de estos dos años ha sido alto, pero he aprendido a ser fuerte, a luchar con cada fibra de mi ser. No puedo permitirme desfallecer. Mi hijo necesita que sea fuerte, que siga luchando por un futuro mejor para los dos. Me encontraba en mi habitación, rodeada de vestidos de lujo y accesorios que mi madre había seleccionado cuidadosamente. Cada prenda era más elegante que la anterior, y aunque me sentía incómoda con tanta opulencia, sabía que debía cumplir con las expectativas de mis padres. Mi madre entró con una sonrisa satisfecha, observando cómo me probaba uno de los vestidos. “Clarissa, querida, te ves hermosa,” dijo mientras ajustaba el escote del vestido. “Recuerda, esta noche es crucial. Si logras cerrar ese trato con el empresario, podrás pasar media hora con tu hijo.” Sus palabras hicieron que mis ojos brillaran de emoción. Media hora con mi hijo era un regalo invaluable, algo por lo que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa. “Haré lo que sea necesario, mamá”, respondí con determinación. Ella asintió, complacida con mi respuesta. “Bien. Recuerda ser encantadora, mostrar interés en sus negocios y hacerle sentir que eres la mejor opción para cerrar el trato. No podemos permitirnos fallar.” Mientras me miraba en el espejo, ajustando los últimos detalles de mi vestuario, sentí una mezcla de emociones. Por un lado, estaba dispuesta a hacer cualquier cosa por ver a mi hijo, pero por otro, me dolía tener que convertirme en alguien que no era para cumplir con las ambiciones de mis padres. Pero en ese momento, nada importaba más que esos preciosos minutos con mi hijo. Me armé de valor y determinación, lista para enfrentar la noche y asegurarme de que el trato se cerrara. Porque, aunque mi vida no era la que había soñado, haría todo lo posible por estar cerca de mi hijo y darle el amor que se merecía. Me miraba en el espejo, acomodando mi cabello con esmero, tratando de ocultar mi incomodidad bajo una apariencia perfecta. Cada mechón de cabello debía estar en su lugar, cada detalle debía ser impecable. Mi padre entró en la habitación, con su habitual expresión de determinación. “Clarissa,” comenzó, entregándome un sobre con la información. “El organizador de la cena benéfica de esta noche es uno de los empresarios más influyentes de la ciudad. Necesitamos que lo atraigas, que consigas su atención, para que podamos cerrar tratos importantes con él.” Asentí, fingiendo interés mientras seguía arreglándome. Por dentro, una sensación de asco me recorría. No podía creer que mi vida se hubiera reducido a esto, a ser una herramienta para las ambiciones de mi familia. Pero no tenía otra opción. Las pocas veces que podía ver a mi hijo dependían de mi obediencia. “Recuerda,” continuó mi padre, “sé encantadora, muéstrale tu mejor sonrisa y hazle sentir que eres indispensable.” “Este trato es crucial para nosotros”. Cada palabra suya me hacía sentir más nauseada, pero mantuve la compostura. Mi reflejo en el espejo mostraba a una mujer elegante y segura, pero por dentro me sentía rota y desesperada. Sabía que debía cumplir con lo que me pedía, aunque cada vez que lo hacía, una parte de mí se desmoronaba. Cuando finalmente terminé de arreglarme, me volví hacia mi padre y le sonreí, aunque la sonrisa no llegaba a mis ojos. “Haré lo que sea necesario,” dije con voz firme, mientras por dentro juraba que encontraría una manera de liberarme de esta vida de manipulaciones y sacrificios. Me paré frente al espejo, observando a la mujer que se reflejaba en él. Los labios rojos brillantes, el vestido con un escote pronunciado y una abertura que dejaba ver mi esbelta figura, todo se sentía como una máscara. Desconocía a esa mujer que me devolvía la mirada. El reflejo mostraba a alguien segura de sí misma, una mujer sofisticada y elegante que podría atraer la atención de cualquier hombre en esa cena benéfica. Pero por dentro, me sentía perdida y rota. Esta no era la persona que quería ser. Cada detalle de mi apariencia había sido cuidadosamente diseñado por mis padres, cada elección hecha para cumplir con sus ambiciones y no con mis deseos. Me recordé a mí misma en la universidad, libre y feliz, lejos de estos juegos de poder y manipulación. Suspiré, ajustando el vestido una vez más. Sabía que tenía que seguir adelante, que debía cumplir con las expectativas para poder ver a mi hijo, aunque fuera por unos minutos más. Pero no podía evitar sentir que, con cada evento, con cada sonrisa falsa, perdía un poco más de mi verdadero yo. Me miré una vez más en el espejo, tratando de encontrar a la joven que alguna vez fui, la que soñaba con un amor verdadero y una vida llena de libertad. Pero todo lo que veía era a una desconocida, atrapada en una jaula dorada, luchando por una vida que no era la suya. Salí de la habitación que había sido mi prisión durante tanto tiempo, sintiendo una mezcla de determinación y resignación. Cada paso que daba me recordaba las horas que había pasado practicando frente al espejo, perfeccionando mi coquetería para ser más llamativa, más atractiva. Sabía que debía hacer todo lo posible para atraer a ese hombre, para cumplir con las expectativas de mis padres. El pasillo se sentía interminable mientras avanzaba, con cada paso resonando en el silencio. Mi corazón latía con fuerza, pero mi rostro mostraba una calma estudiada. Había aprendido a ocultar mis verdaderos sentimientos, a mostrar solo lo que era necesario para conseguir lo que quería. —Sabes bien lo que tienes que hacer —dijo mi padre con seriedad, su mirada fija en la mía. —Lo sé, padre —respondí, tratando de mantener la compostura. —Mueve tus caderas al caminar —añadió mi madre, con una sonrisa calculada. —Sí, madre —asentí, sintiendo una mezcla de resignación y asco. —Hay un auto esperándote. Antes de la una de la mañana, debes regresar con ese contrato firmado —espetó mi padre, su tono autoritario resonando en la habitación. —Lo intentaré —dije, aunque sabía que mis palabras no serían suficientes. —No se trata de intentar, debes hacerlo —repitió con enojo, su voz cortante como un cuchillo. Me miré una vez a sus ojos, ajustando el vestido y asegurándome de que cada detalle estuviera perfecto. Sabía que no podía fallar. Cada paso que daba hacia la puerta era un recordatorio de la presión que sentía, de las expectativas que pesaban sobre mis hombros. Salí de la casa, sintiendo el peso de las miradas de mis padres sobre mí. Cada movimiento estaba calculado, cada gesto ensayado. Sabía que debía ser perfecta, que debía cumplir con lo que se esperaba de mí. El auto me esperaba en la entrada, y mientras me dirigía hacia él, no podía evitar sentir una mezcla de determinación y desesperación. Sabía que debía hacer todo lo posible para atraer a ese hombre, para asegurarme de que el contrato se firmara. Pero por dentro, me sentía rota, atrapada en una vida que no era la mía. Me subí al auto, respirando hondo y preparándome para la noche que tenía por delante. Sabía que debía ser fuerte, que debía cumplir con mi papel, aunque cada vez que lo hacía, una parte de mí se desmoronaba. No obstante, lo hacía por mi hijo, por esos preciosos instantes que me permitían contemplar su rostro. Y por esa razón, estaba dispuesta a llevar a cabo cualquier acción, a ser cualquier persona, para asegurarme de que él tuviera un futuro mejor.
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