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4902 Palabras
— ¡Mira jovencito! no creas que se me ha olvidado que llevo tres domingos  de misa en los que noto  tu ausencia  —trate de justificarme pero no me dejo, estirando jocosamente una de mis orejas— sí, sí, ya sé que vas a darme una buena excusa, mas no la voy aceptar.—Nos detuvimos frente a la puerta del comedor.— Nuno, deberías seguir el ejemplo de tu noviecita Daniela, ella viene todos los fines de semanas a misa, y hasta me ayuda, con su querida madre  en los quehaceres de  la parroquia… y son los primeros rostros a los que veo siempre que voy a  dar el sermón.                     —Ella siempre me comenta lo que dijo usted — respondí mientras reiniciamos el paso— y leí muy a gusto los folletos que le dio este domingo, sobre las religiones… Daniela es muy celosa con todo este tema, además le pregunte algunas dudas que tenía...                     — ¡Ujum!, dudas que estoy muy seguro te supo responder— dijo mientras llegamos hasta una mesa color caoba bien grande con un mantel blanco con girasoles bordados, allí le ayude a sacar una silla, en la que se sentó haciendo distintas y pequeñas pausas— ¿sabes porque ella sabe responder tus dudas? Porque ella viene  siempre y me busca y se queda platicando conmigo horas y horas. Cosa que usted no hace querido jovencito.                Había un jarrón de barro encima de un platón plateado    en medio de la mesa, rodeado de vasos del mismo material boca abajo, a medio cubrir por un paño blanco. Estiro la mano y tomo uno de estos  vasos y se sirvió un poco de agua de la  cual bebió solo un sorbo. Con la misma se levantó y me hizo la típica seña de espera con una mano y fue caminando hasta un pequeño cuarto que estaba colindante con el comedor. Jurungo en  una pequeña gaveta un manojo de llaves y encontró sin mucho trabajo una pequeña  con la cual abrió   un escaparate verde.                        Más rápido de lo que yo pensaba, regreso con una toalla blanca, bien doblada, la cual puso en mi hombro y  se volvió a sentar de una vez, sin mucho protocolo.                     —Daniela me ha contado las cosas que están sucediendo con tu padre— me sorprendió y apeno el tema que había tocado el sacerdote y con la excusa de estar secándome el cabello con la toalla baje la cabeza. Rafael quizás dándose cuenta  dijo:                   — ¡Bueno, bueno! ahora te secaras bien esa cabeza, que pareces una avestruz sacado del mar, y buscare a doña luisa para que te prepare algo caliente para ese estómago, porque con ese calentito, todo lo demás quedara seco. Apuesto a que tienes hambre…—sonrió volviéndose a poner de pie—               —Mire padre, yo no quiero causarle incomodidad ni molestia —dije un poco más apenado—yo…                        — ¡Cállese la boca chiquillo…!  Sabes el gran Amonir dijo alguna vez: “La insistencia sistemática e inteligente, será siempre la llave del éxito…” Usted me espera aquí sentado y tranquilo, ya vengo…                      Sonreí  y en segundos me volví a quedar solo. Así termine de secar esos lugares en donde la lluvia dejo sus huellas. Después me levante y comencé a dar un bojeo del  comedor, que de hecho era algo  pequeño. El piso de  esta parte era distinto  consistía en cerámica con una artística imitación a la madera, de este al techo había una considerable distancia,  la cual acortaba una larga cadena que sujetaba una  antigua lámpara de seis pequeños bombillos de los cuales solo la mitad alumbraban. Había venido en muchas ocasiones más nunca detalle la fantasía que recorría el interior de este lugar tan ortodoxo en la iglesia, parecía que estaba en otra época.                       Se encontraba en el medio de la pared, un cuadro de la última cena de Da Vinci. Muy cerca de este, un  poco más pequeño  —e ignorando su creador, — había uno muy bonito de frutas. Por una pequeña ventana de cristal, pude percatarme de que aún la sinfonía de agua allá afuera, seguía por el primer movimiento en Allegro Forte. Resignado volví hasta la mesa, en  la cual apoye mi cabeza  en una mano y con la otra recorría en círculos un grano de arroz crudo que aun sobrevivía a la limpieza de la madera color  caoba. Era vieja pero aun poniendo rocas molidas encima de ella provocaría cenar en ella, seis sillas contando la mía serían los invitados. Allí descansando, continuaban mis ojos recorriendo el lugar,  Y  explorando me  provoco una sonrisa,  un cuadro pequeño, que se encontraba pegado al interruptor de la luz,  llamado  “Músicos Aldeanos”, de Adrián van Ostade. Pintor holandés  por el cual Daniela siente una gran admiración y posee unas postales de todos sus cuadros que a cada rato me muestra, de ahí  mis conocimientos por este  lienzo en particular.                      También detalle   con prolijidad escrito en latín, algunas tablas barnizadas, con frases en latín distribuidas por los rincones de las paredes, —en el centro de la que estaba a espaldas de la mesa— un crucifijo de madera muy brillante sostenido por el nudo de una soga a un clavo                        — ¡Nunillo! ¿Nunca habías estado aquí, en el comedor?— pregunto el padre Rafael sorprendiéndome. Estaba tan entretenido que ni siquiera note el ruido que hacían sus pies al rozar el suelo.                      —Una sola vez padre, y no tuve tiempo de ver nada— respondí—siempre la pasaba en el campanario o en el patio, y la única ocasión fue aquel torneo que había de béisbol entre parroquias, esa tarde llegamos sedientos del estadio y me dieron un vaso de agua aquí mismo…                      —Sí que recuerdo ese torneo beisbolero…— agrego sonriente                     — Le confieso, que me he perdido un lugar interesante y bonito, además de limpio y ordenado…—repase con la vista todo lo que había estudiado del territorio—                     — ¡Ay hijo! —Suspiro, poniendo sus manos en posición de oración su cara muy blanca había agarrado un rubor simpático—no te imaginas tú, cuanto nos cuesta mantener en pie esta casita de Dios… Nada en lo absoluto nos resulta fácil… solo gracias a la gentileza de personas como la señora Leonora, su esposo, y alguna que otra familia más, subsistimos… además que tenemos una santa, como doña Luisa.  Debido a que ella vive aquí al lado, siempre se la pasa conmigo aquí, ayudando en todo, no toca las campanas porque se le partirían los brazos a la pobre —Ambos reímos de la ocurrencia escuchada, el padre termino su risa con una tos corta—En serio , se la pasa limpiando todo polvo que pueda haber en los rincones, o sino  cambiándole el agua a las flores, quitando las velas  ya gastadas, o simplemente aquí en la cocina elaborando  alguna que otra comida sabrosa de esas que sabe hacer…es una bella persona, ya la conocerás.                    El sacerdote tomo la toalla viendo que ya había terminado de secarme. La doblo un poco y la puso en un rincón de la mesa no muy distante de él.                      —De verdad, habla usted tan lindo de esa señora, que ya tengo curiosidad por conocerla –dije- y hablando de curiosidades padre, tengo una, y perdone que le cambie de tema…                     — ¡A ver hijo mío!, ¿y cuál es esa curiosidad?                    —Me estoy leyendo los libros de Samuel… entonces, ¿cómo escribió su segundo libro, si el muere en el primero?                       El sacerdote sonrió e hizo una pausa en señal de sorpresa absoluta por la indagación que sus oídos habían escuchado. Agarro un vaso de los que custodiaban al jarrón de barro y se sirvió agua, de la que bebió un sorbo como si fuese un “mojalabios”. Luego termino rascando su seño.                    — ¡Nuno! —Me dijo— Borges expreso: “La duda es uno de los nombres de la inteligencia…” aun así, vuelvo y te repito, ven más seguido, acompaña a tu Danielita y aclararas muchas dudas de las cosas que puedas leer. Samuel el profeta, fue el último de los jueces. De él se ha escrito no más que un solo libro, que se dividió en dos. En él se escribe la grandiosa y sabia historia de David, cuando salva al pueblo de los filisteos y demás sucesos… te repito, el libro los dos libros que leíste, o que se leen en la biblia, estaban relacionados en uno solo, y no necesariamente estaban escritos por el pese a que llevan su nombre…                       —Gracias padre Rafa —dije, esta vez el asombrado era yo— le prometo asistir más con Daniela.                      — De nada hijo mío…más bien estoy contento de saber que estás leyendo grandes historias. Sabes que cuando leí por primera vez a Job, Samuel o simplemente los Salmos, quede impactado y con la boca abierta, puse la cara así como tú con los libros de Samuel— rio y término el vaso de agua en tres cortos tragos.                       De repente nos interrumpieron los ligeros pasos de una señora alta muy blanca, delgada y de cabello n***o, cediendo espacio a la invasión de canas, con corte medieval — aparentando unos cincuenta y tanto de años—. Traía en sus manos una bandeja marrón que portaba algún que otro comestible en  dos platos, uno tapado y hondo, el  otro llano y  al descubierto. Lo que me permitió  advertir unas tostadas y el oloroso humo de sopa que invadía  el lugar delatando lo que venía  en el oculto, además de un vaso estampado  con una servilleta de tela encima.                      Todo esto  desviaba mi atención de lo que el sacerdote me contaba, y mis tripas comenzaron a croar como rana advirtiendo lluvia en la charca. Rápidamente  intente volver al hilo del tema.                       — ¡Nunillo!— decía—no sabes cuánto se relacionan las palabras de la sagrada biblia con las cosas que se están viviendo en el mundo, en especial en este país —Suspiro y se tomó las manos entrelazando los dedos— Hace unas semanas hubo una misa en honor a nuestra patrona la virgen de la caridad del cobre. La iglesia fue repleta   de flores, sobre todo girasoles que con tanto trabajo y sacrificio logramos conseguir. Todo estaba lindo, las campanas sonaron mejor que nunca y estaba nuestra humilde parroquia atiborrada de seguidores, algo que jamás había visto así en veinte años que llevo aquí con mis ovejas. — El sacerdote tenía sus ojos azules, brillantes de la emoción con que narraba estos sucesos—                   — Era todo sumido en un íntegro y absoluto amor— continuo— personas que sin siquiera conocerse, tomaban sus manos y cantaban a viva voz. Se abrazaban, como muy pocas veces se ven gentes así en este sufrido país…—En ese momento fue que noto la presencia de la señora y volteando para ella dijo—Y he aquí esta santa que no me dejaría mentir de todo lo que sucedió ese día.                      Ella puso la bandeja sobre la mesa con sutil cuidado. Allí me di cuenta de que  en  algunas ocasiones  en las que fui a las misas ella  estaba presente, incluso cooperando con el coro y los recaudos de las ofrendas. Saludo con un solo gesto amable de su cabeza, acomodando hábilmente lo que traía.                 — ¡Que susto padre ese día! – Agrego con una voz que acataba las órdenes de una persona mucho más joven. — ¡Creí que me daría algo!                      La señora destapo la escudilla de la bandeja y me lo puso delante con mucha habilidad y delicadeza. Un plato de sopa, que entre los fideos, el color amarillento aceitoso, los trozos de malangas, papas, y una calabaza, sumado al olor. Asaltaron sin piedad todo mi cuerpo hambriento. El paladar se hacía agua por acabar de probar  una cucharada de tan humeante deleite. Además  de notar un contra muslo sumergido en ella esperando por mí,  puso delante  también las  tostadas y una tajada de aguacate  que traía del  lado de estas .El vaso  se veía cenizo ,y es que  era  de jugo de guayaba  frio lleno hasta el borde. Luego de  servirme todo esto  se sentó en la mesa con nosotros.                         No tarde  mucho en agradecerle su gesto y su amabilidad, además de pedir permiso y con la misma  persignarme para  enseguida  meterle manos  a  esa apetitosa comida. Trate de disimular, esa desesperación que surge desde el núcleo de un ser humano que se muere del hambre, y creo que lo hice muy bien, aunque deseaba hasta chuparme los dedos, embarrarme, sentir que comía. A veces— y más cuando se está hambriento—, provoca realizar estas cosas sin glamur, educación o lo que sea, la hambruna no distingue títulos de clase.  En realidad  esta sopa estaba divina.                       — ¡Padre…!  Por fin no me conto. ¿Qué pudo suceder en un día tan lindo y armonioso?— pregunte mientras me detenía de tomar cucharadas de sopa, soplándolas previamente—                      —Ese día, recién terminaba una plegaria y comenzaron los cantos a la santísima virgen. Vi a un joven, algo así más o menos como tú en edad— Dirigió su índice hacia mí— Ese muchacho con toda la velocidad se acercó al pie de la virgen, volteándose y con la misma gritando a todo pulmón: “¡Gobierno asesino!...”  “¡Virgen de la Caridad del Cobre, apiádate del pueblo cubano que muere de hambre! ¡Envíanos a un Moisés!”                          El padre Rafa, personificaba férvido, todo lo que narraba. Era una emoción patriótica con un toque de molestia, como la sal a  un caldo que  recién comienza a comienza a hervir.                          — ¡Todavía me parece estarlo viendo delante de mí! ¡Con su carita de niño!— agrego la señora luisa con voz acongojada— y luego aparecieron esos salvajes y lo sacaron a puros porrazos. ¡Golpes para allá y golpes para acá!, fueron tantos que el rostro se le puso morado. Lo agarraron del cuello, de lo que le quedaba de camisa y lo arrastraron a empujones hasta la patrulla.                            Luisa tapo sus ojos con las manos, evitando más lágrimas de las que ya había derramado por el trágico suceso del muchacho ese. El padre rafa tenía su mirada en el piso asimilando y reviviendo todo lo que la señora narraba.                            — ¡Dios se apiade de ese muchachito!  ¡Quién sabe en donde lo tengan a esta hora!— Continuo luisa con sus manos en posición de oración—                            — ¿Pero de donde salieron esos policías?—dije mientras trataba de tomar una cucharada de aguacate para mezclarla con una de sopa — ¿Acaso no se les pudo echar a la calle? Ellos no pueden entrar así como así a una iglesia… ¿O me equivoco?                        — ¡No debería ser, no debería ser!—alego el padre— yo no pude hacer nada mijito, todo fue tan rápido, que no me dio tiempo de nada. Creo que los perros africanos atacando a su presa jamás podrían con la rapidez con que ellos hicieron su operativo. Y que se le podía pedir a los feligreses, estaban aterrados y nadie iba hacer nada por miedo, prefirieron mirar lógicamente… Si llego a imaginar lo que sucedería, te juro que a ese chico no lo podían tocar— dijo dando un leve manotazo en la mesa— yo te lo aseguro. Pero los tales policías Nuno, estaban vestidos de civil. Ni el más capaz imaginaria que esos esbirros estarían allí ocultos, ¡Como almas salidas de la más oscura tiniebla! – de inmediato se persignó y continúo a esto dio un suspiro salido de la impotencia – Dios los perdone, porque lo que soy yo…                         — ¡Ay padre!— agrego la señora— no vale la pena acalorarse por seres así, esto le puede hacer algún tipo de daño a su salud. Total, las cosas de este país nadie las puede descifrar, y mucho menos arreglar— Hizo un gesto de desprecio con la boca— aun sucediendo cosas así tan lamentables, a la hora de llegar alguna conmemoración y convocar el gobierno algún acto político, allá van todos como corderitos a la plaza de la revolución y marchan por millones para adorar a su faraón — Esta vez Luisa sonrió con ironía— ¡La política es abstracta y limpia como el hocico de un cerdo!                       —Me la paso aconsejando a los jóvenes de que no se involucren en política y mucho menos adoren un sistema, sea cual sea. O simplemente se metan a estudiar y practicar algo militar —Expreso el padre Rafa mirándome— la política y lo militar tienen una gran similitud, defienden a unos pero destrozan y oprimen a otros.                           —Despreocúpese padre – le dije- que mi único Dios  está en el medio de esos altares. Estoy pasando la amarga realidad de que mi propio padre se ofendiera cuando me negué rotundamente a ir a una de esas escuelas militares, los “Camilitos”. Que  con buenas amistades del gobierno me consiguió allá en la provincia de Villa Clara.             —Ni más ni menos que, incluso, fuera de Ciudad de la Habana — comento doña luisa—              — ¡Sí!—afirme bebiendo un sorbo de jugo—desde aquella negativa mía por ir allí y ser parte directa del sistema revolucionario— como dice él—. Apenas me trata y casi no me dirige la palabra  si no es para decirme un poco de cosas…                         El párroco estaba totalmente asombrado de lo que escuchaba, estuvo en una pausa con el dedo índice de la mano derecha horizontal entre sus labios y el pulgar sosteniendo el mentón.  —Ya comprendo porqué Danielita me hablo sobre tu padre muy preocupada – dijo-                           La señora Luisa al percatarse de que ya había terminado mis alimentos, se levantó y retiro todo de la mesa con mucha habilidad y sutileza en la bandeja marrón, quizás más por dejarnos a solas que por otra cosa. Pensando que el tema se convertía algo estrecho para ella. Antes de retirarse le agradecí toda su amabilidad para conmigo y quedamos en vernos el domingo próximo en la misa. Me dio mucha alegría y placer conocerle, cosa que antes de salir del comedor, le hice saber.               — ¡Nuno! —Me dijo— ¿Tú padre está metido hasta la coronilla de política verdad?                          — Si —conteste de inmediato— El, aunque no es militar, adora este mundo y al comunismo más que todo, evidentemente incluso que a mi madre y a mí. No sabe cuánto me duele decir esto, pero es la pura verdad. —baje la mirada—                           — ¡Qué cosas las de este mundo! – dijo el sacerdote en tono de lamento- y entonces. ¿Cómo te pudiste salvar de esa imposición  y te negaste a ese deseo de tu padre? Con lo difícil que es, sería capaz de encadenarte a esa escuela…                           — Fue gracias a las dolorosas suplicas e incesante llanto de mi madre arrodillada a sus pies. Verdaderamente  estuvo a punto de lapidarme, ganas no le faltaron. —Dije echándome  para atrás en la silla buscando mejor comodidad para relajarme un poco ante lo que hablaba— Lo único que me mantenía a flote en estos amargos momentos, era el  estar al lado de mi rubiecita linda.                              El padre Rafa sonrió cuando dije esto último y yo con él.  Con los dedos de  la mano derecha hacía en la mesa  unos arpegios muy rítmicos, que llamaron mi atención.                          — ¡Pobrecillo Nuno! — dijo alcanzando a tocar mis manos, dándole con la misma dos palmaditas de consuelo— Me imagino hijo mío, las cosas que estás pasando. Qué clase de prueba para una despedida de niño te ha tocado. Ya  la historia que sigue me la sé. Danielita fue la encargada de traerte a la iglesia por primera vez y fue donde te conocí, por obra y gracia del todopoderoso — asentí con la cabeza— debes saber que conozco a su familia desde hace muchísimo tiempo, de hecho antes de venir a liderar esta parroquia —y mira que ha llovido desde entonces—.Esa pelito amarillo que quieres tanto, la cargue, la bautice y hasta sus nalgadillas le di, ¡sí señor!                              Tuvimos un silicaptico  acopio de risa, que termino en una tos de esas  que tienen  las personas adultas después de gastar cierto aire  en carcajadas.                           — ¡Bueno, ya vez, es toda una mujercita hecha y derecha! Un alma de Dios. — continuo—                           — ¡Ella es todo para mi padre! Mi norte, mi sur, mi Este, mi Oeste. La quiero mucho. Al igual que a toda su familia, los estimo y ellos a mí. No hay dudas de que todos llegaron a mí por bendición de Dios. Sabe que hasta me insisten a cada rato para que vaya a comer a su casa, y bien sabe que esto es un lujo en esta isla debido a la precaria situación que todos sabemos.                           Asintió con la cabeza mientras sacaba de sus bolsillos un estuche marrón con unos espejuelos que se puso a limpiar pausadamente con un pañuelo.                                                   —Es una época donde la desunión de las familias está de moda, lamentablente. ¿Y cuál es el núcleo de todo esto? La pobreza que nos invade paulatinamente. Y no es que la pobreza  y no ser familiar sean sinónimos, no, no… ¡Por Dios que no! Pero, ¿cómo vas a invitar a un familiar a comer los domingos y reunirse para compartir si no tienes dinero para comprar un té siquiera, si no hay aceites, no hay carne, no hay leche? ¡Por Dios y la virgen santísima! ¡Todo el pueblo de Cuba se está muriendo de hambre! Y de ahí viene la desunión de todos, de amigos, de familias, de novios, de esposos…                        Rafa, estaba acalorado con lo que decía y su frente lo demostraba teniendo un color rosado y asomando gotas de sudor, las cuales seco con el mismo pañuelo que limpiaba los espejuelos.                      —Sin ir más lejos— prosiguió— allí donde fondea la lancha que viene con pasajeros de la Habana vieja – señalo como si detrás de las paredes pudiese ver exactamente el lugar del que se refería — Allí se para un señor lleno de trapos, nada higiénicos que digamos. Pidiendo algún que otro centavo y con lo que el pobre hombre logra  reunir en el día, poder comer algo para la noche. Hasta dicen las malas lenguas que en los malos días donde no reúne nada, se pone a velar por algún roedor o gato que encuentre en su camino. Y yo me pregunto: ¿Acaso puede haber algo peor?                        El mismo se contestó con varios movimientos de  negación. Pensaba en todo lo que estábamos hablando y en lo duro que se vuelve todo en el entorno que uno vive y que estas situaciones tan degenerativas lejos de hacer sentir sentimientos patrióticos, lo que conseguía en el interior de muchos jóvenes como yo, era una suerte de negativa a quedarse, a luchar. Era una especie de ganas feroz por huir y olvidar bandera, himno, y patria.                     —Esto me recuerda — dije— a lo que leí en un libro que hace poco me presto Daniela.                                 El padre, sonrió sacando del mismo bolsillo que había extraído los espejuelos, una pequeña toalla color vino tinto con la que soplo su nariz dos veces, la primera de ellas algo extensa. Se puso colorado.                                —Si yo sé cuál es — afirmo—yo fui quien le regalo ese libro. Es de  Benito Pérez Galdós…                     — ¿Gerona? —pregunte—                               — ¡Ese mismo! Y pensándolo bien, sí. ¡Tienes razón muchachito! La historia que vivimos en esta isla, tiene mucho que ver con la obra de Galdós. Al menos en cuanto a miserias y desesperación.  Fíjate a donde estamos llegando Nunillo, observas la moda que tienen los jóvenes de buscar un extranjero, sea del país que sea y casándose con ellos o no, igual perderse de todo este contorno. Lejos, que los libere y lleve a vivir al menos sin carencias materiales básicas. Lástima que en esa meta  se carezca de la dignidad. Es criminal ver a las niñas de quince años cuando más, deambulando  frente a los hoteles en busca de estos, con esos shores que usan las deportistas, que no recuerdo como le llaman—Froto su frente como masajeando la memoria para acordarse del nombre de dicha prenda—              —Licras padre, licras — le dije ayudándolo—                       — ¡Esas mismas! Pues si hijo mío. Es triste ver como los jóvenes lo dan todo por  irse a ser libres y tener algo. ¡Si ves las cosas que en esta humilde casita de Dios he tenido que lidiar! En estos mismos  días llego una señora en la noche, así toda escurridiza y muy nerviosa. La mujer temblaba sin haber gota de frio.                    — ¿Y que tenía padre?— pregunte intrigado— imagino estaría usted descansando a esa hora—                               —Imagínate que estaba acostado viendo el juego de Industriales contra el de Holguín, que vamos hijo, si te digo que comencé viendo los dos primeros inning y luego me despertó el sonido del llamado de la señora. La infeliz me beso mil veces las manos suplicando que intercediera por la nieta que estaba siendo entregada a un señor por su propia madre. Un hombre Nigeriano, mucho mayor que la chica, si mal no recuerdo hablo de unos veinticinco años más.                       — ¡Dios mío!— exclame tratando de asimilar lo que escuchaba—                                  — A cambio, el desgraciado les compra pastas dentales, jabones, y cosas de comer. Además de esto, la mujer me dijo negada en llanto, que la nieta llego llorando una noche y le dijo que el africano llego al hotel borracho pegándole una patada.                                 El sacerdote pasó dos veces sus manos por la platinada cabellera y en la tercera vez quedo con ellas allí.                           —No pude pegar más los ojos. Volví a prender el juego de béisbol pero termine apagando el televisor, porque no lo atendía. Solo tenía en mi mente a esa muchachita. Al otro día me fui directo  donde un funcionario policial que se la pasa por aquí cerca. Le di las quejas y  comente lo tanto  que me preocupaba la niña. Da la casualidad que ese día estaba el supervisor y superior de él.  La respuesta de este último fue: “¡Mire padre, cura, religioso!  Eso es mucha mentira suya, porque desde 1959 cuando esta revolución hermosa triunfo, todos estos problemas se erradicaron en toda la isla, gracias a nuestro comandante en jefe Fidel Castro. Ocúpese de meterle sus cuentos y mentiras contrarrevolucionarias a esos pocos locos de su iglesia, que aquí afuera le puede ir muy mal…”                  — ¡Que groseros, que inmundos! —Dije lleno de estupor—                              —Yo les reclame, les dije falta de respeto, que parecía mentira portaran un uniforme. Lo que hicieron fue reírse a carcajadas. Al ver que no pude hacer nada con la supuesta autoridad. Me fui directo para hablar con la madre.                              — ¿En serio fue hablar con la madre de esa muchacha padre? ¡Usted si tiene valor!— Exclame.                              — ¡Sí!  ¡Fui y solo! Fui por unos recovecos allá en un barrio después del cementerio. Con ese calor que hacía, y ese sitio, se veía tan insalubre de almas... Dios y la virgen me perdone— susurro—Pregunte hasta que me dieron el lugar exacto. La chicuela no estaba—sabrá el supremo donde andaría—. Encontré a la madre cocinando con música a todo dar, feliz de la vida, la muy…— el religioso apretó el puño de la mano derecha en un porte de cierta ira— para no hacerte la historia tan larga. Me dijo que si Dios o yo las iba a mantener.                           — ¡Salvajismo puro!—Agregue anonadado—                           — ¡Así mismo es! Luego de unos cuantos improperios y un aberrante “No se meta en lo que no le importa” –dijo esto último intentando constreñir la voz al tono de esa señora— Quisiera que la virgen del cobre perdone a este siervo de Dios. Pero soy de los que opinan, que este país se está yendo por la borda. Y si no ocurre un milagro que frene, esta miseria de alma y estomago que nos está inundando. Será pronto muy tarde, y no habrá remedio alguno  que pueda curar. Tengo muchos años en las costillas y se cómo es el meneo —en esta tierra que la tomo como mía— y como ha sido la historia de esta isla y como puede ser el porvenir. Lo que más me preocupa hijo mío, es que cuando un país se encierra en un mismo circulo, pues la única manera en que se cambia y se sale de él es — lamentablemente— con unas cuantas gotas de crúor  en la tierra. Y te repito, de eso la historia es muy testigo.
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