–Respira Vera, respira Vera. –Me dije una y otra vez mientras Eva me estaba poniendo un vestido rosa ajustado. Hoy sería un día muy importante para Sebastián, el hombre estaría haciendo la fiesta del primer año de su presidencia en la Universidad de Artes que su familia había creado. Se brindarían algunas becas a estudiantes realmente inteligentes, pero para ser sincera sabía que la entrega de las becas solo sería una excusa para presumir a la gente, todo el dinero y el poder que han ganado la familia Diventy.
–¿Cómo demonios me vi metida en esto de nuevo? –Me regañe a mi misma, mientras que hace algunos días estaba convencida de que quería el divorcio, pero ahora estaba comprometida a salir a esa fiesta de la mano de mi esposo.
El sexo había sido genial, no podía olvidar sus manos pasando por todo mi cuerpo mientras me embestía en el comedor de la casa de mis padres, pero tenía que volver a la realidad; Sebastián no era un buen esposo. Después de ese día volvimos a casa, no puedo negar que tenía un poco de fe, esperando que todo cambiara, pero una vez más Sebastián se dedico al trabajo. Siempre estaba tan ocupado, que la gente que trabajaba para él venía a casa a ocupar su tiempo, incluso los hombres bien vestidos hacían fila en la sala de estar de la mansión.
Varias veces me encontré con Sebastián, quién me miró preocupado por no poder cumplir su promesa, yo solo pude fulminarlo y volver a nuestra alcoba, en donde nunca llego a dormir durante tres días. Pero sabía que hoy era un día importante, lo supuse cuando recibí demasiados mensajes de mi querida suegra, diciéndome una y otra vez los atuendos que tenía que usar ese día. A esa mujer solo le importaba el que dirán de nosotros y más con la prensa viniendo al evento.
–¿Estás listas? –Me pregunto Eva después de terminar de peinarme el cabello en un chongo, para después agregarle unas flores blancas.
–Sí. –Le respondí tomando mi bolso en donde tenía mi maquillaje y algunos cigarrillos. Yo no fumaba antes de casarme, pero la soledad y el hecho de no poder bailar me llevo a robarle algunos cigarros a mi esposo, él nunca se dio cuenta ya que tiene bastantes cigarros guardados en la alacena.
Bajo las escaleras de la casa, encontrándome con muchas personas en el lugar. La mayoría eran sirvientes que estaban tratando de atender a los invitados, que estaba afuera en el jardín. Yo salgo al bello jardín que esta adornado como si está fuera una fiesta de la realeza, mientras que el champan no dejaba de salir.
Las personas al verme me empiezan a saludar como si me conocieran muy bien, aún cuando a ellos yo no. Todos parecían tener la cabeza lavada, ellos me trataban así solo por estar casada con el dueño de la escuela de artes y anfitrión de la fiesta.
De pronto y entre la multitud veo una cabellera roja, que me es muy conocida. Yo corro hacía esa persona, tocando ligeramente su hombro, puesto que no quería hacer el ridículo si no era la persona que esperaba ver. Y cuando se da la media vuelta, puedo ver a esa joven de cabellera rojiza y pecas que tanto me hacía feliz.
–¡Matilda! –Abrace a mi amiga de la infancia con fuerzas entre mis brazos, era la única persona que en realidad conocía en esta fiesta.
–Vera. –Mi amiga me abraza con fuerza para después mirarme a los ojos. –Desde que dejaste la escuela, mis días han sido un tormento.
Matilda y yo éramos amigas desde que tenemos memoria, recuerdo haber bailado mi primer musical a su lado. Éramos tan amiga que cuando me comprometí, ella me aseguro que este matrimonio iba a ser perfecto, pero de pronto tuve que dejar la escuela y Liverpool alejándome de ella por completo, supongo que ahora debe de pensar lo contrario.
–¿Qué haces aquí? –Le pregunté sorprendida, puesto que el lugar estaba lleno de inversionistas y personas de la elite de Londres.
–Aún que no lo creas me vine a Londres. –Yo me quede sorprendida por lo que decía. ¿Entonces ella estará aquí conmigo?
–Pero pensé que ibas a terminar la universidad en Liverpool. –Le contesté atónita.
–Lo que pasa es que… –Pero de pronto siento como me toman del brazo, sintiendo claramente lo que eran unas uñas largas. Me doy la medía vuelta molesta, para ver quien era la persona que me estaba sosteniendo con hostilidad, dándome cuenta que era mi suegra Paulina. La mujer era una hermosa ex modelo italiana, que siempre usaba ropa fina y perfumes caros, como en este momento, en donde esta usando un vestido de alta costura color crema.
–Me da gusto que hayas usado el vestido que te mande. –De pronto y sin decir más, la mujer me aleja de Matilda. La joven me mira con tranquilidad y me brinda una sonrisa, entendiendo que en este momento era una mujer ocupada, así que no se molesto conmigo.
–Tenía que usarlo. –Le dije sin ánimos, puesto que ni siquiera había tenido la decencia de saludarme primero. –Me mandaste mensajes constantemente, supuse que no podía evitar no usar la ropa que me enviaste.
–Como la esposa de mi hijo debes vestir adecuadamente, y aunque se que eres una dama refinada por venir de una familia con dinero, también se que no tienes buen gusto en la ropa. –La mujer no me miro ni un momento, ella solo miraba a la gente pasar mientras las criticaba. –Y ahora que estás casada con el director y fundador de la escuela de artes, debes verte perfecta para las revistas.
Yo solo rodé los ojos y suspiré profundamente, hasta que salió el hombre del momento. Aquel hombre de ojos verdes claros y alto, sale de la casa con un porte superior, era como ver a un príncipe de los cuentos de hadas hecho realidad. Su vestimenta era bastante clara, usaba un traje n***o entallado mientras que su cabellera estaba acomodada en rizos, que lo hacían ver como el hombre perfecto.
Las mujeres se vuelven locas a pesar de saber que está casado y que ellas también están casadas. Los hombres de negocios apuntan sus miradas en él, todos querían hablar con él, puesto que era el hombre del momento, pero solo vi como camino hacía mí. Mi respiración se entre corta, ya que a pesar de que es un mal marido, es muy guapo. Y cuando está enfrente de mí, me regala una mirada penetrante que hace que mis mejillas, que de por si son de un color durazno, ahora se ponen de un color rojo tomate. Pero antes de decirme algo, saluda a su madre con clase.
–Mi hermoso hijo. –La ex modelo toca la cara de su hijo como si fuera un regalo de Dios. –Estoy tan orgullosa de ti. –Yo solo rodé los ojos puesto que cuando nos casamos, ella estaba tremendamente enojada con Sebastián, puesto que pensaba que no iba a ser un buen presidente.
–Gracias madre, hoy te ves espectacular. –La besa en las dos mejillas como las personas en Italia lo suelen hacer, para después acercarse a mí. Me tomo de los codos acariciándome con delicadeza, pero yo no podía ocultar mi cara de disgusto, tratando de mantener distancia con el hombre, pero a él no parecía importarle. –Hoy te ves radiante, eres la mujer más guapa de esta fiesta. –Con lentitud acerco su boca jugosa para darme un beso, que nos hizo hacer un sonido que todos escucharon. Mis mejillas se pusieron aún más rojas, puesto que la gente nos miraba emocionados por nuestra relación.
–Tu madre me hizo vestir esto, creo que deberías darle las gracias a ella. –Murmuré tratando de hacer que la sangre de mis mejillas se bajara.
–Sí, lo tenia que hacer cariño. –Dice su madre. –No pude dejarla venir vestida como ella quiere. –De pronto su madre lanza una risa que de inmediato me molesto. –Como cuando se comprometieron, el vestido que llevabas puesto era terrible. –Yo me quede asombrada por las agallas de su madre, era una mujer realmente detestable.
–El vestido que estaba usando era de mi madre. –Le hice saber de inmediato, puesto que para mí fue especial. –Mi madre me dio el vestido porque era especial.
–Tu madre tiene mal gusto, es hora de que dejes tus viejos hábitos y cambies. –Me regaña enfrente de mi esposo. Yo miró a Sebastián esperando un poco de apoyo, pero el hombre solo miró a otro lado, tratando de darme a entender que no le importaba está conversación tan banal. –Tenemos el dinero suficiente como para contratar un estilista, te pasaré el contacto del mío. –Yo mire a Sebastián una vez más, esperando que se diera cuenta de lo malvada que se escuchaba su madre, pero su indiferencia se vio bastante.
Así que salí corriendo de la situación, parecía que tenia un cuete encendido en el trasero, la mujer me había humillado enfrente del hombre que dijo que iba a cambiar, pero que sigue actuando como siempre. Subí al segundo piso para poder ver la fiesta por una ventana mientras fumaba un cigarrillo, pude ver como Sebastián me buscó por todas partes, se suponía que él tenía que darles la bienvenida a los invitados conmigo al lado. Incluso su madre me empezó a buscar por todo el lugar, mientras yo absorbía el contenido de mi cigarro.