Las paredes grises del lugar le dan un toque sombrío y tétrico al cuarto de reunión, en la mesa donde reposa mi portafolio se encuentra un tanto oxidada, a pesar de verse recién pintada el óxido corroe el metal de la misma. Así es la sociedad, la mesa es un vivo ejemplo de cómo el bien siempre intenta ser manchado por el mal, una bombilla con luz casi escasa simula iluminar las cuatro paredes de concreto, unas cuantas telarañas adornan el techo y el frío que se siente no es normal.
Por lo menos de mi parte un escalofrío extraño recorre mi columna vertebral, desconozco el motivo, mis ojos verdes se abren en demasía cuando la puerta chirriante de la entrada ensordece mis oídos, el señor Parisi se tensa de la misma manera en que lo hice yo. Sus manos se entrelazan apoyándose en el metal frío, esperando a que el uniformado que nos interrumpió decida hablar.
—Les quedan diez minutos abogada —Me observa por encima del hombro. Idiota ¿Qué se creerá? Inhaló aire profundamente para no salir con una de las mías. Soy una mujer determinada que no se acobarda con nada ni nadie. No le respondí, preferí hacerlo de esta manera, al no tener respuesta alguna no le quedó de otra que salir sin decir ni una sola silaba.
La respiración del sacerdote se torna agitada, se le nota que se encuentra incómodo con mi presencia, o por mis palabras. ¿Lo intimidaré? Presiento que sí, ya que una gota cristalina de sudor desciende por el costado de su frente formando un hilo diminuto brillante. Sus ojos no pierden detalles de mis movimientos. Sus labios continúan en una línea recta.
Lo observó con arrogancia, sin embargo, mis pensamientos son otros. «Bendito padre sí que es hermoso» Aunque posee una mente más cerrada que un círculo. ¡Aún estoy esperando su respuesta! Me encantaría decirle ¿No tiene dinero? «Págueme con su cuerpo». Muerdo mis mejillas internas así deshacerme de esos pensamientos impuros que invaden mi conciencia y encienden mi piel. Esta noche debo rezar por mi alma o me quemaré en las llamas del pecado por mente cochina, aunque viéndolo de otro punto, uno más sensato y también más pecaminoso ¿Quién no desearía ir al infierno por un bombón como ese?
—Señorita Ferreti, tal vez piensa que es arrogancia de mi parte — ¡Dios que voz! —No obstante, no es así, supongo que usted más que nadie es experta en juzgar a las personas con tan solo una mirada. Respondiendo a su pregunta, si morir encarcelado son los designios de Dios no puedo luchar en contra de ellos —Exclama con un tono apacible, tan apacible que pareciera que no me estuviera retando con sus palabras con doble sentido. Es un resentido social, ya veo que no le es fiel a su vocación, respiro profundo antes de hablar, porque si estallo como de costumbre hasta lo mandaré a rezar unos cuantos padres nuestros.
—Le haré dos preguntas —Intento ser profesional y no enviar al sacerdote rebelde a bendecir el agua de la iglesia de la correccional o mejor a la mierda. Me aconsejo internamente que debo tener paciencia, o tendré el boleto de viaje sin retorno a las pailas del infierno.
— ¿Usted ya me juzgo con una mirada? —Se queda callado solamente observando mis ojos — ¿No es arrogante de su parte rechazar la ayuda enviada por Dios? —Fui directo a su corazón cristiano. Sin embargo, entiendo su punto es verdad los honorarios impuestos por papá son ridículamente costosos.
— ¿Por Dios? —Responde con amargura. —No le estoy juzgando señorita, al contrario, agradezco el tiempo que empleo al venir a este sitio tan decadente. Disculpe si soné un poco fuera de lugar, es que esta situación me abruma. Mi hermana solamente tiene una panadería. No es suficiente fuente de ingresos para cancelar sus altos estándares, no dudo de su profesionalismo al contrario, su apellido tiene mucho peso, pero precisamente por eso no puedo aceptar.
—Olvídese de mi apellido un momento ¿Si le ofrezco mi ayuda sin cobrar ni una sola moneda usted aceptaría? —Dije atontada, papá me matará, o mínimo la rabieta será por un mes o tal vez dos.
—Tampoco lo haría —Bendito sacerdote. Entre cierro los ojos irritada. Tome mi agenda y mi bolígrafo. Un modesto obsequio del abuelo, esta bañada en oro cubierto totalmente de diamantes. Así es todo con él, regalos costosos, aunque no me quiere, su amor no es real, nunca me quiso por ser mujer. Olvidé ese pequeño inconveniente familiar y me centré en esa mirada cargada de misterio.
—Se la pondré de esta manera, no me importa si acepta mi ayuda o no, ya que no es ayuda, su hermana la señora Gianna Parisi contrato a nuestro bufete de abogados para demostrar su inocencia, en su defecto usted solamente cumplirá un rol. Es decir «El de ser el defendido» Entonces aclarado este punto. Empecemos con su declaración.
Señor Parisi ¿Puede por favor contarme los detalles de lo sucedido? —Lo miré directo a los ojos y él a mí, me quedé sin aliento, no había sentido una cosa de esta magnitud antes. Es una sensación de atracción que te quema en la piel y te acelera el corazón como si fueses corrido un maratón de treinta kilómetros. Fue incómodo, diría que para él también lo fue, ya que luchó por perder la conexión de mi mirada al instante.
—Ya tomé una decisión señorita, esperaré por un abogado público — ¿De verdad este hombre es un sacerdote? No parece, es orgulloso. Pero no podrá conmigo.
—Le recomiendo dejar mi lado indomable dormido. No pienso discutir con usted, si no desea darme la declaración de los hechos iré a entrevistarme con la parte acusadora. De igual forma, averiguaré cada uno de los detalles de su caso —Iba a responder y lo silenció de inmediato. —No me interrumpa mientras le hablo, se me olvidará que usted es un servidor de Dios y lo pondré en su lugar. ¿Va a decir la verdad? O ¿Desea que averigüe por mis propios medios? —Me incline un poco y me acerque a escasos centímetros de su rostro.
—Suelo ser muy persuasiva ¿Quiere comprobarlo Sr. Parisi? —Dije moviendo mis labios de forma lenta y sensual. Estoy intentando seducir a un cura. Qué más da, no creo que a un ángel como yo se le permita volver al cielo. Me contengo para no reír por mis pensamientos tontos y tan fuera de foco. Se levanta de repente, al mismo tiempo un policía entra a la sala.
—Les recuerdo que deben mantener distancia. Siéntese padre que no ando de humor —Exclama el oficial.
—Llévenme a mi celda, no tengo nada más que hablar con la señorita. —Tiene el descaro de rechazar mis servicios profesionales por tercera vez. Se convirtió en un reto personal, cuando necesite de mi ayuda él mismo me llamará, me encargaré que ningún abogado lo represente, seré yo quien le dé su libertad y después me lo agradecerá.
Me levanté de la silla tosca y dura de metal. Busque entre mis cosas y le extendí una tarjeta —Tengo la seguridad que la necesitará, porque recuerde mis palabras, solamente yo seré quien lo defienda y esta vez lo haré por su propia decisión —Tomo mi cartera y mi portafolio —Hasta luego padre —Se me ocurrió una idea antes de irme. Incline mi cabeza —La bendición —Sonrió en mis adentros.
—Ya no soy cura, no lo tengo permitido —Dice con la misma serenidad que me amarga la existencia.
—Mientras sea inocente puede hacerlo —Espete con seguridad. —Sin embargo, entiendo que no lo desee. Buenas tardes —Esta vez termine de salir del lugar sin mirar atrás, camine con mi porte de mujer inquebrantable e indomable, aunque mi cuerpo este temblando por su cercanía.
Al llegar a mi automóvil me doy la libertad de respirar, mi pecho aún palpita acelerado y mis dedos parecen cubos de gelatina, bebo un poco de agua y sin más regreso a la oficina. Esta vez sí utilizaré las influencias de mi apellido. Nadie absolutamente nadie lo defenderá. Le daré un plazo de diez días para que me llame solicitando mi asesoramiento legal.
Todos me observan mientras camino en dirección del ascensor, no suelen verme en la firma, nunca vengo, en este instante necesito bailar, ese encuentro me estreso a tal punto de sentir mis nervios colapsar. Me adentro a la caja metálica, no pierdo detalle de mi reflejo, arreglo un poco mi cabello y respiro profundo hasta llenar mis pulmones de aire, ya escucho la cantaleta de papá.
Me acerco al puesto donde su secretaria, saludo a la pobre —Señorita Ferreti ¿Desea que la anuncie?
—No te preocupes Francesca —Le aseguro al estar a pocos centímetros de la entrada, me adentro si tocar, siempre lo hago, al sentir la puerta cerrarse alza la mirada.
— ¿Es inocente o no? —Pregunta sin ni siquiera saludarme.
—Referente a eso necesito tu ayuda.
— ¿No puede con el caso Kendra? ¿Te quedó grande? —Investiga con un tono de voz de enojo, es un calculador e insoportable.
—El sacerdote es de bajos recursos, no aceptó ser representado por mí.
—No es lo que ese imbécil desee, tú lo harás, con ese caso nuestro apellido quedará grabado en la historia italiana de por vida, tendremos nuevos clientes e innumerables ganancias. —Detesto sus comentarios tan egoístas, solamente piensa en sus intereses.
—Necesito que por favor muevas tus influencias para que nadie más defienda su caso, al verse desprotegido me llamará —Dije intentando seguir la corriente, la verdad si deseo representarlo yo, con un solo fin, ver ese cuerpo de Dios griego andante una vez más.
—Te ayudaré Kendra, pero debes aprender a resolver tus cosas por tus propios medios —Ruedo los ojos.
— ¿Puedes hacer y ya? No necesito tus sermones, siempre lo he hecho sin tu ayuda, así que déjame en paz. —Me iba a responder cuando un leve toque en la puerta nos interrumpe.
—Te salvo la campana —Expresa con arrogancia — ¡Adelante! —Grita y escucho la voz del segundo hombre más detestable de la firma, el socio de papá, es tan corrupto como él.
—Lo siento, no sabía que Nagas estaba contigo —giro mi cuerpo, odio ser llamado de esa forma
—Para ti soy la abogada Ferreti —Me levanté —Por favor haz lo que te pedí —Le indico al hombre que dice ser mi padre.
—No te puedes ir —Exclama con autoridad.
—Lo siento, ya me fui —Sonrío en su rostro y pasó al lado del lacayo de papá sin mirarlo. Al llegar a mi oficina dejo todas mis pertenencias y antes de sentarme tocan la puerta de la misma.
— ¡Pase adelante!
Observó entrar a un chico como de mi edad, lleva puesto un traje de tres piezas impecables, sus ojos azules resaltan con su color de cabello chocolate. Parece un muñeco es guapo y sexi ¿Hoy será el día de toparme con hombres esculpidos por los dedos de ángeles?
—Señorita Ferreti, un placer conocerla —Extiende su mano hacia mí —Lo observó sin tomarla todavía. — Soy Massimo Salvatore. Su nuevo asistente —Dice sonriendo. La verdad no me lo esperaba.
— ¿Quién determinó que lo serías? —Dije con mi temple de acero, por educación aceptó su mano y sentí una corriente eléctrica recorrer mi piel.
—Lo siento señorita, su padre me asignó como su asistente —Dice con propiedad.
Si titubear marque el número de la oficina de Matteo, de inmediato me contesta — ¿Quién es Massimo Salvatore? —Le pregunto frente de él.
—Tu nuevo asistente personal —Responde con tranquilidad.
— ¿Quién te dijo a ti que deseaba tener un asistente? — No titubeo.
—Kendra, dile que venga a mi oficina, lo despediré, por tu negativa estás dejando a una persona sin empleo —Aprieto mis puños, siempre se sale con la suya, hasta que un día me canse y lo mande a la luna sin derecho a volver.
—Eres el peor —Dije antes de colgar la llamada. —Te quedarás, pero solamente me serás fiel a mí, si descubro que eres un espía del Sr. Ferreti yo misma te echaré a la calle.
—Entendido, señorita, seré fiel a usted —Exclamó sonriente. Lo estoy amenazando y aún sonríe. —Puedes ir a tu puesto de trabajo a instalarse, al culminar vienes con tu agenda, tenemos citas que arreglar. —Dije sin mirarlo.
—Como lo indique jefa —Sentí un cosquilleo en la palma de mi mano extraño al escuchar esas palabras ¿Qué me sucede? Hoy estoy susceptible. Lo veo salir y por alguna razón debí beber agua, mi garganta se secó de una forma inexplicable.