Capítulo 5

658 Palabras
Camino por el pasillo hasta encontrarme con los trabajadores del señor Peters. Al verme, se hacen a un lado, y la primera figura que aparece en mi campo de visión es Brenda. —¿Qué haces aquí? —me lanza una mirada de desprecio y rueda los ojos—. De todos modos, no importa. Ya venía por ti. El señor Peters quiere verte. Camina delante de mí hasta la oficina del señor Peters. Al abrir la puerta y darme paso, veo a Alejandro junto a su padre. Alejandro tiene una expresión de pocos amigos, mientras su padre sonríe con satisfacción. Alejandro siempre ha estado detrás de mí desde que su padre me trajo aquí. Nunca le he dado entrada, y aunque muchas veces me ofreció sacarme de esta vida, jamás le creí; al final, es tan basura como su padre. —Señor Peters, ¿puedo saber por qué no voy a trabajar hoy? —Claro —me señala la silla frente a él—. Toma asiento. Hago lo que me indica y me siento. Alejandro me observa con rabia, mientras Brenda me lanza una mirada seria. —Mandé a recoger tus cosas del condominio —dice Peters con tranquilidad. En ese momento, tocan la puerta y entra uno de sus hombres con una maleta—. Desde hoy, ya no trabajarás más con nosotros. —¿Eso significa que soy libre? —pregunto con incredulidad. —No sueñes, idiota —se burla Brenda, dejando escapar una carcajada. —Seguirás trabajando como la prostituta que eres, solo que ahora tendrás un nuevo jefe. —¿Qué? —pregunto, completamente atónita. —Como lo oyes, Aysel —responde Alejandro con seriedad—. Fuiste vendida a otro hombre. Las lágrimas comienzan a brotar de mis ojos, pero las limpio rápidamente. ¿Qué más esperaba? Siempre he sido tratada como un objeto para ellos, pero la idea de trabajar para un nuevo hombre me aterra. Al menos, el señor Peters tenía ciertas consideraciones con nosotras. No sé qué me espera con este nuevo jefe, alguien que literalmente me ha comprado como si fuera una mercancía. —¿Qué va a pasar con mis padres? —pregunto, tratando de mantener la calma, aunque mi voz tiembla. —Pasarán a manos de tu nuevo jefe. Si intentas algo que no le guste, ellos pagarán las consecuencias —responde fríamente el señor Peters—. Ahora, afuera te estará esperando una camioneta que te llevará con tu nuevo dueño. Uno de sus hombres me toma por el brazo y me obliga a salir de la oficina. Me arrastra por el pasillo, sacándome del club por la puerta trasera. Afuera, una camioneta negra está rodeada de varios hombres. Uno de ellos se acerca y me coloca una venda sobre los ojos. Luego, me ayuda a subir al vehículo. Escucho cómo cierran las puertas y encienden el motor. Mi cuerpo comienza a temblar de miedo. La venda solo me permite ver oscuridad, mientras el sonido del auto avanzando por las calles llena mis oídos. Después de unos minutos, la camioneta se detiene. Escucho cómo abren la puerta a mi lado y alguien toma mi brazo para ayudarme a bajar con cuidado. Caminamos unos pasos, subimos un par de escalones y, tras algunos tropiezos, seguimos avanzando hasta que escucho el sonido de una puerta abrirse. La persona que me guía me lleva hasta lo que parece ser una cama y me deja allí. Los pasos de quien me trajo se alejan, y la puerta se cierra. Sin embargo, al poco tiempo, la puerta vuelve a abrirse. Escucho el eco de unos pasos que se acercan lentamente. De pronto, una mano acaricia mis labios temblorosos y sube hasta mis ojos, retirando con cuidado la venda. Lo que veo al abrir los ojos me deja sin aliento. Delante de mí está la persona que jamás habría imaginado ver en estas circunstancias. —¿Tú...? —balbuceo, incrédula.
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