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Dulce Venganza

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Descripción

Rosalie Walker regresó a la ciudad radiante de felicidad después de un mes fuera por trabajo. Decidió sorprender a su prometido adelantando su regreso una semana. A pesar de los intentos de varios hombres por acercarse, los esquivó con destreza, mostrando con orgullo su anillo de compromiso.

Sin embargo, su felicidad se desvanece al descubrir a su prometido con su media hermana, enredándola en una trama de mentiras tramadas por su madrastra y media hermana.

En medio de este caos, conoce a Ricardo, un hombre de negocios de corazón frío que, como ella, cae en una trampa. Cinco años después, el destino los une de nuevo, sin que lo sepan, con el objetivo de vengarse de aquellos que buscan su caída. ¿Podrán encontrar el amor en medio de tanta oscuridad?

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"Señorita pepinillos"
Rosalie Walker descendió del avión, tras un mes alejada de la ciudad por compromisos laborales, rebosante de felicidad. Su primer impulso fue reunirse con su prometido y sorprenderlo con su regreso inesperado, adelantándose una semana a lo planeado. La alegría de Rosalie irradiaba a su alrededor; su sonrisa contagiaba a todos los que la observaban. A pesar de los intentos de varios hombres por abordarla, ella los eludía hábilmente, mostrando el anillo de compromiso que lucía en su dedo anular. Incluso el cielo parecía celebrar su presencia, disipándose las nubes de lluvia que minutos antes cubrían el firmamento, dando paso a un espléndido día soleado. Al salir finalmente del aeropuerto, Rosalie suspiró aliviada. En la entrada, su asistente Susan la aguardaba con un cartel de bienvenida, mientras varios colegas de la oficina lanzaban confetis y disparaban cerbatanas para darle la bienvenida. —Susan, con tu presencia bastaba, no era necesario involucrar a todos —comentó Rosalie con gratitud. —En realidad, no fue idea de Susan —intervino apresuradamente uno de los chicos, desatando una conversación entre todos que dejó a Susan sin palabras. La felicidad expresada por sus colegas ante el retorno de su jefa no dejó más opción a Rosalie que sonreír. A pocos metros, un hombre esperaba junto a la puerta de un elegante Bentley. Este no era otro que Ricardo Mondragón, el hombre más adinerado y poderoso de Sunshine, la ciudad vecina de Survalley. Al salir del aeropuerto, un grupo de chicas con pancartas y expresiones tímidas intentaron acercarse a él, pero su mirada fiera y su aura intimidante las mantenían a una distancia prudente. —¿No es ese Ricardo Mondragón el afamado CEO de la industria de la comunicación de Sunshine? —preguntó Susan, señalando hacia el pequeño tumulto, atrayendo la atención de Rosalie hacia la escena. Rosalie quedó inmóvil al reconocer a Ricardo al voltear. Él, al percatarse de su presencia, giró hacia ella, fijando sus ojos azules y profundos en los de Rosalie y caminando decididamente en su dirección. La presencia de Ricardo hizo que Rosalie se sintiera nerviosa, especialmente al notar lo que llevaba en su mano. —Señorita Pepinillos —la llamó Ricardo de manera peculiar—, ¿acaso está tratando de eludir sus responsabilidades? La forma en que el influyente hombre se refería a su amiga sorprendió no solo a los compañeros de trabajo de Rosalie, sino también a la propia Rosalie, quien se ruborizó ante el peculiar apelativo de Ricardo. Su nerviosismo aumentó al verlo extender su abrigo hacia ella. —¿Qué espera que haga con su abrigo? —preguntó Rosalie de inmediato. —Lavarlo, por supuesto, ya que usted lo ha ensuciado —respondió Ricardo con una mirada burlona, moviendo de manera insistente el abrigo frente a ella. Las mejillas de Rosalie se colorearon aún más, sintiendo las miradas no solo de sus colegas sino también la mirada perspicaz del hombre adinerado. Rosalie tomó el abrigo de inmediato, y al moverlo rápidamente, un peculiar olor agrio se desprendió, intensificando el rubor en las mejillas de Rosalie al recordar cómo había ensuciado la prenda de Ricardo. —Está bien, asumiré la responsabilidad por el abrigo —respondió ella, alzando la barbilla con determinación. Si Ricardo pensaba que podría intimidarla, estaba totalmente equivocado. Ricardo sonrió ante la postura de Rosalie; debía admitir que era diferente a todas las mujeres que había conocido. Mientras la mayoría intentaría adularlo o complacerlo, ella parecía querer alejarse lo más rápido posible. —Pero como sé que me lo devolverás y no me lo robarás —replicó Ricardo al verla alejarse. Rosalie volteó rápidamente, lanzándole una mirada asesina que lo hizo retroceder de inmediato. —¿Por qué querría robar un simple abrigo? —Susan no podía creer el actuar de su amiga y trató de detenerla, sobre todo al reconocer esa mirada. Rosalie no era alguien fácil de intimidar. Ricardo, por su parte, se divertía; la mujer era una verdadera fiera. Admitió que era la primera vez que una mujer le resultaba interesante y su deseo de molestarla crecía cada segundo. —Para empezar, no sé tu nombre, señorita Pepinillos, y tampoco has pedido mis referencias o el lugar al que deberás llevar mi abrigo después de limpiarlo. Rosalie jamás había conocido a un hombre tan desesperante ni que la hiciera sentir tan nerviosa a partes iguales. Sin embargo, no iba a darle el placer de mostrarle cómo su presencia la afectaba, así que se dirigió a Susan. —Susan, por favor, toma los datos del caballero y después lleva su abrigo a la mejor tintorería de la ciudad —ordenó antes de darle el abrigo y tomar las llaves a su asistente y subir al auto. La mirada de Ricardo se ensombreció en el momento en que vio a Rosalie subir al auto. Susan, la asistente de Rosalie, tragó saliva acercándose al imponente hombre para solicitar sus datos. El asistente de Ricardo, quien también había estado esperando con la puerta del auto abierta, se aproximó rápidamente al notar la repentina rigidez en el cuerpo de su jefe. —Yo le proporcionaré toda la información que necesite saber —se apresuró a decir, mientras Ricardo lanzaba una última mirada al auto donde Rosalie se había subido antes de encaminarse hacia su propio vehículo, subiendo. "¿Con quién demonios creyó que estaba tratando esa mujer?" Ricardo se encontraba con los puños crispados, enfurecido y sin poder dar crédito a cómo había terminado el encuentro con ella. Justo en ese momento, llegó su asistente con los datos que había solicitado. —Aquí tengo el nombre y el móvil de la asistente de la mujer que ensució tu abrigo —mencionó Mario a Ricardo, quien solo emitió un sonido gutural como señal de que no quería hablar en ese momento. Mario encendió el auto guardando silencio, mientras una escena similar a la que se desarrollaba entre él y Ricardo se repetía entre Susan y Rosalie. —¿A qué se debe todo esto? —preguntó Susan a Rosalie sin rodeos—. ¿Cómo es posible que hayas estropeado el abrigo de alguien como Ricardo Mondragón? —Susan, no tengo ganas de hablar sobre ese tema. Fue la única respuesta que Susan obtuvo de Rosalie. Mientras tanto, en el silencio del viaje de Mario y Ricardo, este último rompió la quietud. —Mario, quiero que investigues todo sobre esa mujer. —¿Algún motivo en particular? —preguntó Mario a su amigo. —Solo le enseñaré a no meterse con un Mondragón. Con esas palabras, Mario comprendió que la tal Rosalie pronto lamentaría haberse cruzado con Ricardo Mondragón.

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