Tres

1419 Palabras
Cuando mi respiración se siente acompasada de nuevo abro los ojos y encuentro a Verónica de pie, pálida y aterrada también, en la puerta de mi oficina. El estruendo debe de haberla alertado. Stewart todavía no ha vuelto a moverse, la sorpresa por mi arranque de ira manteniéndolo estático en la silla. —Stewart —le llamo, soltando el aire que estaba sosteniendo para terminar de calmarme. Tengo que controlarme, porque lo peor que le puede pasar a una persona es tomar decisiones con la mente nublada por emociones violentas… o por cualquier emoción, a decir verdad. »Gracias por la información —expreso, bajando la mirada por última vez a la carpeta. La cierro antes de que Verónica se acerque y se percate de lo que contiene. »Puedes retirarte —le digo, observándolo fijamente. Le toma un par de segundos reaccionar, y no es capaz de hablar, tan solo asiente con la cabeza, se pone de pie, y se mueve mecánicamente hacia la puerta. »Verónica —dirijo la mirada a ella, quien escanea todo el lugar en busca de pistas que le ayuden a determinar qué es lo que ha sucedido aquí dentro—. Has que arreglen eso de inmediato —le ordeno, señalando el desastre que causé. Me siento y busco mi celular—. Ni una palabra de esto a nadie —le advierto, sabiendo que medio piso debió de haber escuchado el estallido y se estarán preguntando qué pasó; pero no es de incumbencia de nadie. Levanto la carpeta y otros papeles, muevo la pantalla del computador y abro el primer cajón de mi escritorio, pero mi celular no está por ninguna parte. »¿Dónde demonios lo dejé? —murmuro para mí mismo, sin embargo es Verónica quien me contesta. —Señor… —musita, caminando hacia un lado de la oficina y agachándose a recoger lo que era mi celular y que en mi arranque de ira se convirtió en un proyectil—. Le compraré uno nuevo de inmediato. —Camina hacia mi escritorio, entregándome el que supongo es su celular—. Puede utilizar mi celular corporativo mientras tanto. Observo la mano que tiene estirada hacía mí con el celular. —No es necesario —le digo, bajando la mirada a la pantalla de mi computador—. Solo consígueme uno nuevo y llévaselo a Steward para que configure todas mis cuentas en él. Las llamadas que tengo que hacer no pueden quedar registradas en un celular corporativo, y Steward conoce el nivel de privacidad que requiero para todos mis negocios. Abro mi correo electrónico, e inmediatamente empiezo a redactar uno nuevo. De: Saint, Anthony Para: Saint, Alexander. Brons, Billy. O’Neale, Emiliano. Asunto: Vengan a mi oficina. Ya. A.S Un año antes ni se me habría pasado por la cabeza llamar a Alexander para contarle esto, pero ya no es el chico que terminé de educar. Es un hombre hecho y derecho, y también eran sus padres. Billy y Emiliano son mis manos derecha e izquierda. Sé que estoy donde estoy porque he contado con su apoyo y sus consejos, por lo que siempre acudo a ellos y los mantengo informados. A Nana y Amelia las mantendré al margen de esto hasta que los que encubrieron a Obreck paguen por ello, y nada tiene que ver con que sean mujeres, no soy tan retrogrado con eso; es simplemente porque Nana se culpará totalmente por eso, debido a que fue ella la que se presentó a la estación de policía y prácticamente fue quien se hizo cargo de todo en ese momento; y Amelia porque solo es una niña, y desde el día en que intentaron secuestrarla ha pasado por tanto, que no tiene porqué cargar con esto también. No todavía. Elena… bueno, con ella tengo sentimientos encontrados. Quiero protegerla de todo y de todos a toda costa, y eso incluye las cosas que tengo que hacer que no estén exactamente en el lado correcto de la ley; aunque sé que ella es fuerte y puede con muchas cosas, mis problemas no son una carga que ella deba llevar. La pantalla de mi computador envía una notificación de correo entrante, sacándome de mis pensamientos. De: Saint, Alexander Para: Saint, Anthony. Brons, Billy. O’Neale, Emiliano. Asunto: RE: Vengan a mi oficina. Estoy en el restaurante con Billy, almorzando, como las personas normales hacen a la una de la tarde. Estaremos en la oficina en treinta minutos. P.D: Estoy intentando llamarte, pero tu celular está apagado y no te están llegando los mensajes. ¿Está todo bien? ¿Debo preocuparme? Ax.S Suspiro. Es medio día. Debería haber sabido que no iban a estar en la oficina. Xander y Billy no son tan… dedicados como yo para el trabajo. Y no es una queja; no podría decir una sola cosa mala de mi hermano o uno de mis mejores amigos en cuento a su desempeño laboral; es solo una observación. El único adicto al trabajo aquí soy yo. De ahí su comentario de “personas normales”. De: Saint, Anthony Para: Saint, Alexander. Brons, Billy. O’Neale, Emiliano. Asunto: RE: Vengan a mi oficina. Vengan apenas vuelvan de almorzar. Es importante. ¿Emiliano? P.D: Mi celular dejó de funcionar. Verónica se está encargando de conseguirme uno nuevo. No te preocupes. A.S El tiempo que le tome a ellos volver será tiempo que tendré para serenarme completamente y pensar con más claridad. De: O’Neale, Emiliano. Para: Saint, Anthony. Saint, Alexander. Brons, Billy. Asunto: RE: Vengan a mi oficina. Hola. Estoy en teleconferencia con nuestra filial en Argentina. Iré en cuanto lleguen Xander y Billy. P.D: Mi secretaria está escribiéndome sobre un sonido fuerte en tu oficina. ¿Está todo bien? ¿Sucedió algo? O’Neale. Suspiro. No hay necesidad de contestarle a Emiliano. Verá a mi hermano y a Billy en cuento lleguen, ya que deben pasar por su oficina para llegar a la mía, y ahí les contaré todo. Me dispongo a revisar documentos y esperarlos, y un par de minutos después escucho un suave golpe en la puerta de mi oficina. —Adelante —digo distraídamente mientras tecleo. Escucho la puerta abrirse, más no oigo pasos acercarse, por lo que alejo la mirada de la pantalla del computador para poder saber de quien se trata. Mi asistente es la que se asoma, abriendo tan solo unos cuantos centímetros la puerta. Perfecto, la asusté lo suficiente como para que no quiera entrar. Ella nunca toca de esa manera, y siempre entra con tranquilidad y confianza a mi oficina. »¿Qué sucede, Verónica? —le pregunto, mi tono de voz bajo, con su ronquera normal. —Señor Saint —dice, abriendo un poco más la puerta y dando un paso dentro, habiendo sopesado mi estado de ánimo y dándose cuenta que ya estoy en mi sano juicio—. ¿Me preguntaba si saldrá a almorzar o quiere que le pida algo para comer acá? Resoplo, volteando a ver el reloj y recordando que decidí recibir a Stewart antes de salir a almorzar. Niego con la cabeza antes de responderle. —No tengo hambre —expreso, porque las noticias que recibí acabarían con el apetito de cualquiera—. Puedes irte a almorzar, no es necesario que me pidas nada. —Señor… —murmura, y creo que quiere decir algo más, pero al levantar la mirada hacia ella de nuevo y quedarme viéndola fijamente se detiene y asiente con la cabeza, aceptando mi orden, dando un paso atrás—. Estaré de vuelta a las dos. Moví la reunión de cierre de indicadores para la sala de reuniones del piso treinta. —Me informa, recordándome que la reunión se llevaría a cabo aquí en mi oficina, pero debido a mi inexplicable muestra de furia, no sería lo ideal—. Los técnicos vendrán a esa hora a arreglar la pantalla. La reunión con el señor Roumont Junior será allá también, por lo que los técnicos tendrán tiempo de dejar todo listo hoy sin molestarlo. Confirmo en entendimiento con un movimiento de cabeza para que sepa que todo lo que ha organizado en estos minutos está bien. —Gracias, Verónica —le digo—. Ve a almorzar. Esperaré a Xander, a Billy y a Emiliano aquí, les daré un resumen de lo descubierto y esperaré que mi hermano no tenga el mismo arranque de ira que tuve yo para poder empezar a idear un plan para que alguno de los implicados diga la verdad y todos paguen.
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