La despedida fue muy dura, nunca me había alejado de mis abuelos; el sentimiento de culpa me estaba matando, cada vez que miraba por la ventanilla y veía como me distanciaba del pueblo que me vio crecer sentía ganas de hacer todo a un lado y quedarme, pero mis abuelos me necesitan, ellos me necesitan.
De camino a la ciudad creo que eché todo a la borda más de cien veces en mi mente, pero algo muy en el fondo me decía que debía continuar. Me imaginaba a mi abuelo sonreír en su viñedo y la motivación me invadía el alma.
Al llegar a la estación de New York busco en mi bolsillo aquel papel que me dio Carla, con algo de temor me acerco a un señor un poco más anciano que mi abuelo y le pregunto - ¿qué tan lejos está este lugar?- Aquel hombre observa el sucio, viejo y arrugado papel y dice:
- Si tomas un taxi llegarás a esa dirección en media hora
- Ok, gracias.
Doy la vuelta y camino en dirección a la calle
- ¡Señorita!
Volteo y el señor de antes me sigue observando
- Tenga mucho cuidado
Hago un gesto en forma de agradecimiento y por dentro empiezo a rezar todas las oraciones que me enseñó mi abuela. Me alejo con un poco de miedo y observo a todos los taxistas tratando de adivinar quién era una buena persona, quien no era un acosador y quien no sería un suicida o violador. Cierro los ojos aterrada, trato de tranquilizarme y de no parecer nerviosa. Le pido a un hombre de unos cuarenta que por favor me lleve al lugar que indicaba el papel, el sujeto sonríe ampliamente y su calidez me hizo respirar de nuevo, no sé cuánto llevaba reteniendo todo el aire en el pecho.
Al paso de unos minutos me encuentro admirando los grandes edificios, los paisajes de película y toda esta gente que se ve algo afanada, ¿Por qué están todos así? Pareciera que el tiempo se les estuviera acabando.
- Señor, ¿falta mucho?
Siento que cada vez se hace más tarde y aun no llego a mi destino, solo veo autos y más autos; el tráfico es una mierda, todo es un poco más caótico en comparación a mi tranquilo pueblo. Salgo de mi trance al escuchar al conductor
- Llegamos.
Miro por la ventanilla y veo un edificio mucho más pequeño y menos elegante que los que vi antes, me bajo del taxi y le pago al hombre que fue muy amable en ayudarme con mi equipaje. Al entrar observo a un chico que se dirige a las escaleras.
- Disculpa, ¿crees que puedas ayudarme?
- Sí claro, ¿que necesitas?
- Estoy buscando a Carla Johnson, sé que vive en este lugar pero no sé en cual apartamento.
- Bueno, yo también soy nuevo aquí, pero puedes pedir información con Tany, ¿ves ese pasillo?
El chico me señala un pequeño pasillo con uno de sus dedos.
- Ahí está una recepción, pueden responder todas tus preguntas.
- Está bien
La chica de recepción fue muy amable, me dijo que Carla estaba en el segundo piso en la habitado 12B; fui hasta las escaleras, cargue mi pesado equipaje y una vez me encuentro en el pasillo camino lentamente viendo cada una de las puertas hasta que encuentro la que estoy buscando, me detengo y toco un par de veces antes que mi amiga abra la puerta.
- ¡No puedo creerlo!
La chica me dan un abrazo tan fuerte que sentí que me sonaron algunas costillas
- No puedo creer que estés aquí, por favor entra.
Carla toma mis maletas y me arrastra a su casa.
- ¿Por qué no me avisaste que vendrías? hubiera preparado al rico para comer.
- Fue un viaje algo repentino, disculpa por no llamarte antes.
- ¿Está todo bien? Te ves algo triste.
Agacho mi vista y tomo un respiro hondo antes de poder hablar.
- Mi abuelo está a punto de entrar en banca rota
- ¡Oh! que lastima, no me quiero imaginar cómo debe estar el señor Federico. Se lo importante que es ese lugar para ellos y para ti.
- Está muy desanimado, quiere vender el viñedo pero no puedo permitirlo, les quiero ayudar de cualquier forma ¿puedes ayudarme a conseguir un empleo? Necesito trabajar de lo que sea, el dinero que gane se lo enviaré a ellos, por lo menos podrán sobrevivir mientras encontramos una solución.
- Claro que sí, podemos mirar en los periódicos o preguntar en restaurantes, en tiendas, no lo sé pero de algún modo conseguiremos algo, no te preocupes.
- Gracias, sabía que podía contar contigo.
- Para eso estamos las amigas, por ahora toma una ducha relajante y descansa, puedes dejar tu maleta en mi habitación, que por cierto no es la más linda pero podrás estar cómoda.
- No te preocupes, para mi está perfecta. Dejaré las maletas aquí un momento si no te molesta, no tengo fuerzas para cargarlas una vez más, subir las escaleras con ellas me dejaron muerta.
- ¿Por qué no tomaste el ascensor?
Ahí estoy yo pintada, suelo ser algo despistada en algunas ocasiones.
Un par de horas más tarde Carla y yo estamos en la habitación hablando de todo un poco, ella me contaba que venirse a New York no fue fácil, además el adaptarse a un ritmo y estilo de vida diferente no fue tan sencillo. El lugar en el que está viviendo no es de los mejores pero es lo que sus padres pueden pagar, además de la universidad.
- Mañana tengo que ir a clases por la tarde, si quieres en la mañana podemos salir a buscar un empleo para ti.
- Me parece perfecto.
- Por ahora descansa, relájate y siéntete en tu casa. De verdad me alegra que estés aquí.
- No sé qué hubiera hecho sin ti.
Esa noche no pude dormir pensando en mi abue, debe estar sumamente triste, ¿Hice bien en venirme? ¿Fue lo correcto? Tal vez debí quedarme y esperar que las cosas mejoraran, pero la ayuda no llegaría del cielo entonces creo que hice bien… Mientras me ahogaba en mis dilemas y crisis existenciales Morfeo me fue llevando con él.
La mañana siguiente Carla me sirve un poco de cereal y leche para desayunar, ahora que la veo creo que el estar aquí le ha sentado muy bien, se ve mucho más bonita y estilizada. Quien diría que esta es la misma niña que corría en el campo y no se bañaba.
- ¿Quién eres tú y que hiciste con Carla?
Ella me observa y sonríe por mi comentario
- Esa Carla desarreglada y cochina se murió, la universidad me exige buena presentación personal y algunas de mis compañeras me ayudaron un poco con eso, quizás yo pueda ayudarte a ti también.
- No creo que esos cambios en mi sean posibles
- Claro que sí, eres preciosa. Solo que si te depilamos un poco las cejas y arreglamos un poco tu cabello podrías verte mucho más bonita ¿No crees?
Le doy una sonrisa pero por dentro estoy segura que no es posible, no es porque me considere fea, nada de eso. Todos dicen que me parezco a mi madre y mi madre era una mujer hermosa, en todas las fotos que he visto luce siempre tan bonita, fresca y delicada; delicadeza que yo no tengo, siempre estuve rodeada de hombres, ¿A quién se supone que le preguntaría cosas referentes a mujeres y belleza? Mi abuela solo sabía cortarme el cabello como Dora la exploradora. Sí, tengo el cabello a la altura de mis hombros. Aunque me gusta, nunca me preocupé nunca por hacerme coletas ni trenzas, me peinaba solo cuando la ocasión lo ameritaba.
- Bueno, ¿Estas lista Nicolle?
- No, dame un segundo.
Dejo el plato a un lado y tomo mi mochila y mi gorro de lana
- Ahora si estoy lista
- ¿Irás así?
Me observo y luego la observo a ella, la cual lleva unos jeans ajustados y una bonita blusa de flores, junto un pequeño bolso de color café. Yo llevo unos jeans un poco más cómodos por no decir que anchos y una sudadera.
- Creo que sí, ¿que tengo de malo?
- Nada, solo que… ¡Carajo! Ya es muy tarde, vamos a darnos prisa.
Salimos del edificio y caminos por distintos lugares, llegamos a una cafetería donde al parecer todos conocen a Carla.
- Trabajé aquí un tiempo, así que quizás puedo hablar con el dueño para que te de empleo.
Ella me deja en una de las mesas del lugar y se dirige hasta un señor de unos cincuenta y tres años, el cual me observa por momentos mientras mi amiga le dice algo, tras varios minutos Carla se acerca a mí y me dice que salgamos.
- Bien, ¿qué dijo el señor con el que hablaste?
- Me dijo que en este momento no está buscando empleados pero hay un restaurante nuevo en una muy buena zona de la ciudad y están buscando camareras, me dio esta tarjeta para hablar con la dueña y decirle que tú vas recomendada por él.
- Oye, ¿qué le dijiste? noté que me miraba
- Pues, le dije la verdad. Le dije que necesitabas un empleo porque querías ayudar a tus abuelos.
- Me debió ver muy desesperada.
- Claro, por eso me recomendó este restaurante, quizás te paguen más allí.
Caminamos casi veinte minutos hasta llegar a un lugar muy elegante, todas las personas que estaban en él se veían como de comercial, eran tan finos y sofisticados.
- ¡Nicolle te estoy hablando!
- Perdón, ¿qué?
- Te estoy diciendo que la mujer que estamos esperando aún no ha llegado, que podemos esperarla en aquellas sillas del fondo.
- Está bien.
Esperamos casi una hora a que la mujer llegara. Pensé que era mucho más adulta pero no, era todo lo contrario a lo que imaginé, era como una modelo, llevaba un bonito traje n***o con unos tacones delgados; su cabello largo se movía de lado a lado cada vez que daba un paso.
- Buenos días, me dijeron que ustedes me estaban esperando, ¿en qué les puedo ayudar?
- Hola somos Carla y Nicolle, el Señor Philip nos dio su tarjeta y nos dijo que…
La mujer saca su teléfono celular y parece llamar a alguien, Carla y yo nos observamos en total silencio
- ¿Philip? Soy yo, Caroline. Una chica está en mi restaurante y dice que tú le diste mi tarjeta.
Hace un corto silencio, nos observa de pie a cabeza y afirma mientras escucha al hombre tras el teléfono.
- Está bien, gracias Philip.
- Entonces, ¿el trabajo es para ti?
Mira a Carla y esta niega con la cabeza
- Ah, entonces es para el muchacho
¿Muchacho?
- No, yo soy una...
- Empiezas esta misma noche, pasa por aquella puerta por tu uniforme y pide una placa, mañana temprano quiero tu hoja de vida en mi oficina, esta semana te pondremos a prueba y si haces bien tu trabajo firmaremos un contrato, tu función será pedir órdenes y en algunos casos si estamos saturados de clientes también deberás llevar la comida.
- Si, como usted diga, muchas gracias.
La mujer se retira sin decir nada
- ¿Parezco un muchacho?
- Con esa ropa y ese gorro de lana sí.
- ¿Por qué no me dijiste que me lo quitara?
- Créeme, lo intenté pero el tiempo no me dejó. Pero bueno, ya eso no importa, lo que realmente importa es que tienes el empleo.
Una mujer nos indica el lugar donde podía pasar por el uniforme y una estampita la cual llevaría mi nombre.
- Voy a parecer un pingüino con esta ropa, pero seré un pingüino feliz.
- Vamos a casa, pingüino feliz. Tienes que descansar para que seas la mejor esta noche.
salimos del lugar y nos dirigimos al apartamento de Carla.
- ¿Sabes que es lo mejor de trabajar en esos lugares?
- No
- Que te dan buenas propinas, todas esas personas elegantes son muy generosas con las propinas, solo debes atenderlos bien.
- Tienes razón, no lo había pensado ¿crees que me puede ir bien allí?
- Claro que te irá bien, ya lo verás ¿Qué podría salir mal?