Prólogo
En el bullicioso corazón de la ciudad, donde los rascacielos se alzaban como titanes de acero y cristal, la vida de Zinerva Smith transcurría con aparente normalidad. Lo que no sabía era que el destino, con sus hilos invisibles, ya tejía el principio de su historia, una que cambiaría el curso de su existencia de forma irreversible.
Zinerva no era nadie especial. O al menos, eso creía. Había aprendido a vivir con sus inseguridades, con las cicatrices que la vida le había dejado y con ese persistente sentimiento de no encajar del todo. Su mundo era predecible, seguro... hasta que una entrevista para el puesto de secretaria ejecutiva en una de las empresas más influyentes de la ciudad se cruzó en su camino. Una oportunidad como esa no se presentaba dos veces.
Lo que Zinerva no esperaba era que, al otro lado del escritorio, encontraría unos ojos tan antiguos como el tiempo mismo, observándola con una mezcla de curiosidad, juicio y algo más... algo que ella no sabía nombrar.
Un empresario. Visionario. Líder de una corporación con tentáculos en cada rincón del mundo moderno. Y también, aunque Zinerva tardaría en descubrirlo, un Alfa Puro con más de seiscientos años sobre sus hombros. Había vivido guerras, imperios, civilizaciones enteras que se alzaban y caían mientras él permanecía de pie: inmortal, contenido, solitario. El vínculo con su compañera aún no se había formado, y con el paso de los siglos había llegado a aceptar que tal vez nunca lo haría.
Hasta que ella entró en su oficina.
Pequeña, humana, aparentemente frágil. Pero con una mirada que hablaba de tormentas. Su cabello n***o como la medianoche y esos ojos que ocultaban secretos y fuego. En ese instante, todo cambió. Algo primitivo despertó en él. No solo la reconoció... la sintió. En cada fibra de su ser.
Zinerva no sabía nada de Alfas, de jerarquías, de clanes ocultos a los ojos humanos. Solo sentía que algo en ese hombre la atraía y aterraba a la vez. Era como si su alma lo hubiese estado esperando.
Él tampoco esperaba que su mundo, cuidadosamente controlado, comenzara a tambalearse con una sola mirada. Porque por primera vez en siglos, Garald Petrovic temió. No a la muerte, sino a no ser suficiente. A no poder protegerla de los enemigos que su existencia arrastraba. A destruirla con el peso de su amor.
Zinerva no había llegado a esa ciudad para encontrar un compañero. Y Garald no había planeado enamorarse de una humana.
Pero el destino no pide permiso.
Y su historia apenas comenzaba.
Y no deberías confiar ciegamente en mí... Yo no soy uno de los protagonistas. Tal vez te esté mintiendo con esta información u omitiendo información o tal vez no. Para saberlo, tendrás que leer desde la perspectiva de ellos.