—¿me puedes explicar que fue lo que dijiste en la universidad? — Federico llegaba a casa dando de gritos y dando un portazo a la puerta, ruedo los ojos, de nuevo hará una escena dramática, en todo el camino se mantuvo en silencio, según él nuestros empleados no deben enterarse de lo que hablamos, pero él llega a casa gritando, es obvio que todo mundo escuchará
—lo que oíste papá, en dos días me voy de tu casa, después de lo que le hiciste a Otto, ¿creíste que me quedaría? Traicionaste a mamá, me traicionaste a mí y a él, a tu familia, ¿todo por qué? Por un estúpido puesto que solo a ti te interesa, ahora que me gradué y que con la ayuda de mamá tengo mi propio negocio, ya no necesito nada de ti— ambos se miran a los ojos, si pudieran lanzar chispas, la casa se hubiera estado quemando desde hace mucho
—no te irás de esta casa, pienso reelegirme el próximo año y necesito a mi familia conmigo, ¿tú no piensas decir nada? — me mira, frunzo el ceño y alzo los hombros
—tu hija es mayor de edad ¿Qué caso tiene que me altere por algo como eso? Era algo que tarde o temprano pasaría, que ellos tuvieran sus caminos, que se fueran de casa— suelta una risa, pasando una mano por su cabello, totalmente alterado y
furioso
—pero no ahora, las cosas en el banco están mal, ya lo escucharon, no sé cómo la reportera tenía tanta información, eso era confidencial, alguien debe estar filtrando la información y cuando lo encuentre me las pagará muy caro— tensé la
mandíbula, Federico se había convertido en un hombre de armas tomar, peligroso en todos los sentidos
—lo siento papá, pero mi decisión está tomada desde hace mucho, no vengas ahora con que me quieres a tu lado porque jamás te preocupaste por nosotros, es una lástima que mamá se quede a tu lado, debiste valorarla más, si se queda es porque te tiene miedo, deberías estar solo, lo mereces, eres un…— Federico alza su mano y golpea la mejilla de Leona, inmediatamente abro los ojos como platos y me pongo frente a él, alejando a mi hija, completamente furiosa mientras veo como Leo frota su enrojecida mejilla
—en tu vida vuelvas a golpear a tu hija, ¿entendido? Porque si lo haces, créeme que tú serás el próximo en aparecer en las noticias como asesinado por su esposa— nos miramos fijamente a los ojos, Federico tensa la mandíbula y entrecierra los ojos
—dile a Gonzalo que te lleve a tus clases de la tarde o a donde quieras ir, debo hablar con tu padre a solas— le pido a Leona que salga de casa, con mi voz totalmente calmada, ella asiente y sale de la sala dejándome a solas con mi perfecto
marido
—la estupidez que acabas de decir ¿debería tomarla como una amenaza? — me dice sonriendo de lado, sin dejar de verme, sus ojos color miel son intimidantes, se acerca más a mí, tomándome con fuerza del brazo, provocando que pase saliva y pierda la respiración
—más bien como una advertencia cariño, es la última vez que la tocas, no dejaré que pase lo mismo que con Otto, no perderé otro hijo por tu maldita culpa— digo apretando los dientes, soltándome de su agarre que ya me está lastimando y salgo de la sala en camino a la habitación que comparto con el hombre que golpeó a mi hijo por un maldito lío de faldas.
…
Federico ya no intentó arreglar las cosas, se le hizo más fácil volver al banco, así era siempre, discusión tras discusión, siempre se hacía lo que él decía, ya no quise salir de casa, necesitaba pensar en mi siguiente parte del plan, en lo que debía hacer antes de perder totalmente la paciencia y la cordura, decidí relajarme y darme un baño de burbujas, abrí las llaves del agua, llenando por
completo la tina, agregué las sales de olor favorito y cuando todo estuvo repleto de espuma, me hice un peinado de cebolla en el cabello para no mojarlo y me introduje en ella, relajándome al instante al sentir el calorcito subiendo por mi cuerpo.
Algunos minutos después sentí el peso de alguien más introduciéndose a la bañera, abrí los ojos y vi a Federico frente a mí, saqué los brazos de la tina, pero no me salí, me le quedé viendo fijamente, analizando su rostro ¿Cuándo fue que nuestro matrimonio se fue a la mierda? ¿en qué momento dejamos de amarnos? ¿la culpa siempre fue mía? También ya estaba totalmente preparada para escuchar su discurso de siempre, donde se disculpa y promete ser mejor y aqui vamos... quiero disculparme...
—quería acompañarte amor, quiero disculparme contigo y con nuestra hija, por lo que pasó hace un rato— baja la mirada, hasta parece que quiere llorar, pero es Federico Altamira, conozco sus frases, sus gestos, mejor que nadie, se cuándo solo me está hablando para quedar bien, me quedo en silencio, analizando la “mala situación” por la que acabamos de pasar, levanto su rostro con mi pie,
haciendo que me vuelva a ver a los ojos, esos ojos en los que años atrás me había perdido, bajo lentamente el pie, pasándolo por su boca, su pecho y de a poco comienzo a acariciar su m*****o con él, Federico abre los ojos como platos totalmente sorprendido y sonríe un poco
—Paula, no juegues conmigo— me dice con voz ronca, sonrío de medio lado y alzo una ceja, después de ver cómo me era infiel, en aquella oficina hace años atrás, decidí cerrarle mi corazón, mis sentimientos, Federico no se merecía ningún trato especial de mi parte, poco a poco fui dejando de ser la esposa sumisa y amorosa que él quería, no dejaba que me tocara a menos que yo quisiera y siempre lo dejaba con las ganas de sexo, y cuando lo teníamos porque era mi responsabilidad como esposa, era eso solamente, sexo y ya….
Seguí acariciando su ya creciente erección con mi pie mientras veía como sus ojos se cerraban por la excitación de mis movimientos, quería llevarlo a la locura, que pidiera por más, verlo sufrir, sonreí ampliamente y mordí mi labio inferior, de pronto abrió los ojos y estiró su mano para atraerme a él, el agua salía de la tina mojando el suelo, pero no me importó, me subí encima de él, tomando su
miembro con la mano e introduciéndolo en mi interior, ya tenía medio cuerpo de fuera y con un poco de frio tuve que sostenerme del borde de la cerámica para no resbalar, mis pechos quedaron a la altura de su boca, así que comenzó a lamerlos, morderlos y chuparlos, una corriente eléctrica invadió mi cuerpo...
—eres perfecta, ningún otro hombre te hará sentir lo que yo, nadie te lo hará nunca como yo, porque sé perfecto lo que te gusta y cómo te gusta— no escuchaba claramente ninguna de sus palabras, estaba cegada por la excitación, teníamos
años de no hacerlo así, aquí…
Comencé a cabalgarlo lentamente, mientras me besaba los pechos, bajé la vista a él y con una de sus manos me tomó del cuello y comenzó a besar mis labios, devorándome por completo, abandonó mis labios para seguir mordiendo y chupando
mis senos, enredé mis manos en su cabello, dejándome llevar por el placer mientras seguíamos el vaivén de nuestras caderas, la espuma del jabón caía por la tina y desaparecía de un momento a otro, los gemidos y jadeos se hacían más presentes en el baño, mantenía los ojos cerrados y la boca entreabierta cada que las embestidas que me daba Federico eran más intensas
—vayamos a la cama, quiero hacerte mía toda la noche— me decía jadeando, con su voz gruesa y entrecortada que tanto me gusta, me separé de él, volviéndolo a ver fijamente, me levante sin dejar de verlo, cuando muera, quiero ser la última persona que vea sus hermosos ojos, quiero verlos perder el brillo que los caracteriza, Federico sonrió de nuevo y también se puso de pie, salió de la bañera y me cargó en sus brazos, nos comenzamos a besar, con necesidad, con pasión, me aventó en la cama, no me importaba que se mojarían las sábanas ni las almohadas, abrí las piernas para él y pasé saliva, cerré los ojos y de pronto, vi su imagen borrosa, no era él la persona que me tomaba con fuerza, ni que me penetraba con pasión, no era Federico, era…
Entro en mi de una estocada, haciéndome gruñir, enredé mis piernas a su cintura, mientras él tomaba y estimulaba uno de mis pechos, arqueé la espalda por completo, esto se sentía diferente, quería creerlo, mi vientre ya sentía la humedad, enterré mis uñas a su espalda y lo escuché gruñir, sus movimientos se hicieron más fuertes… despues de largos minutos me volteó sobre la cama y me colocó de cara al colchón, dejando mi trasero hacia arriba, agarró mi cabello entre sus manos y comenzó a embestirme con fuerza, mis piernas se sentían de gelatina, esto realmente me encantaba pero todo debía parar, debe parar… cuando llegamos al orgasmo nos tendimos en la cama, me cubrí con la sábana aún húmeda pero no sé si por nosotros o por el agua de la tina, la verdad no me importaba mucho, vi de reojo a Federico, por más que quise imaginar a otra persona no pude, mi inconsciente seguía dejando entrar las emociones que me daba estar con Federico, nuestras respiraciones estaban completamente agitadas, había sido una increíble sesión de sexo
—Fede… quiero… quiero…— no podía hablar, pero era necesario decírselo, sonrió y se volteo para quedar frente a mi
—¿quieres más? ¿quiere que vuelta a poseerte como tanto te gusta? ¿tu amante no te lo hace no te gusta verdad? Por eso siempre vuelves a mí, porque sabes que yo si te cumplo, te amo Paula, arreglemos esto como familia, como matrimonio que somos— comenzó a besarme de nuevo, sus palabras me causaron demasiada ira, tristeza, quería llorar de frustración, de miedo al no saber si hago lo correcto, bajó de nuevo a besar mi cuello, mientras estimulaba de nuevo mi clítoris con sus dedos, para después hacerlo con la lengua... gemí un poco cerrando los ojos y arrugando las sábanas cuando el palcer me invadía de nuevo….
—no… ahhhh…. Federico, quiero…. mmmmh.... quiero… quero el divorcio