Veronica
Bostezo mientras me incorporo en la cama, miro la pared fijamente, otra vez estoy aquí, no es un sueño, no es una pesadilla. Sigo aquí encerrada en este maldito lugar, diría yo en medio de la nada. No he tenido la oportunidad de salir de estás cuatro paredes y creo que nunca la tendré.
Mierda, me dejó caer y resopló con fuerza. Entre lazo mis dedos sobre mi.
Empiezo a contar del 100 hacia atrás, lo hago para no pensar en ellos pero es inevitable. La culpa empieza a carcome y, las ganas de quitarme la vida empieza a florecer.
Ese bastardo tuvo que salvarme, solo de recordar lo que hemos pasado, se me revuelve el estómago, no puedo creer que enserio lo haya disfrutado, soy una maldita, no merezco estar viva. Ellos si, ellos merecen estar en este mundo, eran tan puros, pero solo por mi capricho.
Por mi maldito capricho.
Me froto los ojos al sentir un pequeño ardor, las lágrimas empiezan a deslizarse por mi rostro.
—No puedo con esto—abrazo la almohada mientras descargo en llanto.
Por qué, por que y por qué.
—Mateo, porque me dejaste sola —sollozo abrazando la almohada con fuerza.
Mi cuerpo se estremece con violencia.
Trato de controlarme pero es imposible, me quema el corazón, me duele el pecho. Es, es malditamente doloroso.
Me seco las lágrimas y trato de respirar, salgo de la cama con la cabeza hecha un lio, no puedo seguir viva, es injusto seguir aquí, respirando.
—Tengo que estar con ellos—susurro mientras busco algo en la habitación.
Algo que pueda lastimarme.
Algo que pueda acabar con este sufrimiento de una vez por todas.
Abro la puerta del baño, veo mi reflejo en el espejo, no lo pienso dos vez, doy un puñetazo lastimando mi mano, puedo sentir la sangre deslizarse por mis dedos, tibia y espesa. Cojo un pedazo de vidrio, filoso, camino de nuevo hacia la cama. Me siento y suspiro.
—¡Perdóname Señor, pero no merezco estar viva!. — cierro los ojos con fuerza y deslizó el vidrio en mis muñecas.
Duele mucho.
Trato de hacer lo mismo en la otra muñeca, me detengo por los golpes en la puerta.
—Señorita, está bien, huele a sangre.
Mi cuerpo se estremece.
—Me corte el dedo, no es nada—respondo.
—Bueno, si necesita algo estoy a su disposición.
No digo más nada, solo me acuesto en la cama, las sábanas blancas se empiezan a teñir de un rojo.
Es tan bello.
—Pronto estaré con ustedes—sonrio.
Los ojos me empiezan a pesar, de a poco puedo sentir mucho frío.
Llevo mi mano a la parte baja de mi vientre, empiezo a chillar de dolor.
Confusa alzo mi blusa, viendo una mancha negra la cual está ardiendo. Empiezo a gritar por el dolor que me está causando, mis brazos caen a mis costados. Trato de enfocar la vista pero es imposible, veo borroso a mi alrededor.
Una sombra borrosa, mueve su cabeza en negación.
—Mateo —susurro una última vez.
Suspiro y me dejo ir.
🦋
Damian
Corro entre los árboles, el suelo vibra por la fuerza de mis pisadas, salto entre los troncos arraigados al suelo. La herida duele como un demonio.
«El aire huele a sangre, es ella»
Siento como un vacío va naciendo de en mi pecho, algo que nunca había sentido en mi vida.
«Se esta desvaneciendo la conexión»
Escucho a Luck
Está sensación tan amarga.
Si la conexión se está perdiendo, entonces ella está en peligro. Lo había escuchado de mi madre. Siempre me decia que cuando encontrará a mi mate, sería una descripción inexplicable, y a si mismo cuando a mí mate su corazón este débil o deje de latir, lo sabré.
Todo hombre lobo lo sabe.
Tengo que llegar a ella, falta poco, solo un poco más, mi cuerpo no puede autocurarse de inmediato, por lo tanto se está debilitando.
La plata, enemiga de por vida de los hombres Lobos.
Aún peor para un Alfa.
Mi vista se desenfoca por un momento, me voy de hocico chocando con fuerza contra un árbol. Mi respiración está hecha un carajo.
Gruño tratando de ponerme en pie, nose cuánta sangre he perdido.
A través de mi lobo, conecto con Joel, al cual le digo que llegue a mi casa lo antes posible, la luna está en peligro.
No respondo a su pregunta de que si estoy bien.
La transformación se deshace, la nieve se tiñe de un color rojo oscuro. En mi forma humana, la herida es más profunda. Coloco mi mano tratando de curar la herida, la herida se ha tornado de un color n***o.
—Malditos Vampiros—gruño furioso.
«Esa daga tenía cianuro»
Veneno, malditas sanguijuelas.
Mi respiración se corta, pero sigo. No pienso en el dolor. Solo pienso en ella.
Unos kilómetros más y me acerco a la casa. La puerta está entreabierta, el olor metálico es insoportable. Mi sangre hierve, mis colmillos amenazan con salir.
Entro. El rastro me guía directo a la habitación.
Y ahí está.
Veronica yace sobre la cama, las sábanas blancas empapadas de un rojo. Su imagen me atraviesa como un cuchillo, mi nana sostiene su brazo, tratando de detener la sangré que sale de una de sus muñecas abiertas, su vientre manchado de un n***o antinatural. Mi corazón late con rabia y desesperación.
—¡Veronica! —grito, lanzándome a su lado.
Tomo su rostro entre mis manos. Está fría, demasiado fría. La conexión vibra como una cuerda a punto de romperse.
—No me dejes —susurro.
Intento curarla, concentro mi energía, pero la plata corrompida bloquea todo. El veneno se expande por sus venas, la marca negra se agita como un parásito. Siento la impotencia morderme por dentro.
—Por que sucedió esto.—miro a mi nana pidiendo respuesta.
—Por la maldición, su vínculo es mucho más profundo —suspira— ha pasado ya antes. A tu mamá pero ella por ser una mujer loba tenía mucho más fuerzas.
La puerta se abre de golpe y Joel aparece. Trae una bolsa repleta de frascos y vendas. Su cara se desencaja al verla.
—Mierda, Damian… esto no es una herida normal.
—¡Haz algo! —le gruño, mi voz más animal que humana.
Joel se arrodilla, saca un frasco con líquido espeso y humeante. Una mezcla que reconozco, carbón de hueso, raíces, sangre vieja.
Mientras él trabaja, yo aprieto la mano de Veronica.
—No te vayas —murmuro, apoyando mi frente en la suya.
Alzo la cabeza, mis ojos arden con un brillo dorado, y suelto un gruñido que hace temblar los vidrios de la ventana.
—Mi niño, tienes que ir a la laguna, es la única manera de curar tu herida—coloca su mano en mi hombro.
Niego
—No me voy a mover de aquí, hasta que ella este bien.
—Mientras mas te debilitas, más daño recibe ella.—la miro de inmediato lleno de preocupacion.
—Les voy a arrancar la cabeza.
Me pongo de pie, me alejo de ella.
Joel me mira.
—Primero sálvala. Después mata a quien quieras.
Lo sé. Pero mi lobo ya decidió: si Veronica muere, yo arrasaré con todo lo que respire bajo esta luna.