bc

Contacto De Felicidad

book_age16+
detail_authorizedAUTORIZADO
38
SEGUIR
1K
LEER
like
intro-logo
Descripción

La felicidad para unos es un estado, para otros es el camino, pero cuando llega el amor, todo sufrimiento se olvida.

Una novela íntima de personas desconocidas entre sí, con sentimientos encontrados que confluyen en un único punto, el AMOR.

chap-preview
Vista previa gratis
CAPÍTULO 1. PRIMER DÍA-1
CAPÍTULO 1. PRIMER DÍA Llegué a la ciudad, al principio sin saber muy bien el motivo, aunque estaba seguro de que tenía algo que hacer allí, pues hasta ahora siempre que había ido a un lugar era para poder a través mío que se pudiera ayudar a alguien, aunque esta persona no fuese consciente de que yo había sido el canal empleado. Me alojé en un motel de las afueras, y cogí el primer autobús de línea que vi para recorrer las calles de aquella desconocida urbe. Al principio cuando escuchas hablar de un nuevo sitio, te informas y enteras de los lugares más significativos y turísticos que se pueden visitar, pero lo más importante para mí era conocer los centros religiosos y hospitalarios, donde poder desarrollar mi función. Con una guía en la mano, me iba fijando en las calles, para memorizar cuales eran las paradas que me interesaban de esa línea, así cada vez que nos deteníamos para que bajase o subiese los pasajeros hacía una indicación en el mapa y buscaba edificios próximos de mi interés. Había aprendido a que cuando uno tiene poco tiempo debe de aprovecharlo al máximo para cumplir su misión. Yo así lo hacía, por ello buscaba aquellos lugares donde las personas de fe se agrupasen, para facilitarme el no tener que estar buscándolos casa por casa. Llegué a la última parada del autobús y me bajé, en verdad que era un largo trayecto de vuelta, pero antes de coger de nuevo el autobús que me devolvería al motel quise andar un poco y conocer a las gentes., pues a pesar de vivir en un gran país con su propia idiosincrasia, cada ciudad tiene su estilo y dentro de esta, cada zona tiene su identidad. Aquel era un barrio obrero a tenor de los grandes edificios que como colmenas daban cobijo a miles de vecinos. Los escasos espacios verdes a su alrededor y la falta de equipamiento de estos para actividades de ocio, daban una clara idea de que sus habitantes estaban demasiado ocupados en su devenir constante de trabajo como para perder el tiempo sentándose en un parque a leer el periódico. Anduve un poco y me fijé en los vehículos, estos eran algo viejos y a pesar de su aspecto descuidado se debían de usarse a diario. Seguramente los emplearían para el transporte de familias enteras, dejando a cada uno en su centro de trabajo o de estudio antes de terminar en algún estacionamiento dentro de los edificios construidos exclusivamente para servir como aparcamientos. Torres enteras de se usaban diariamente por miles de trabajadores que saben que en la calle no encontrarían un lugar libre para aparcar. Seguí andando, me fijé y vi sorprendido que apenas había suciedad en las calles, eso es algo de lo que ya me había percatado de otras ciudades en sus barrios de trabajadores. Cuanto más humilde era la población más cuidado tenía sus zonas comunes, como si supiesen que nadie iba a venir a arreglar lo que ellos mismos no cuidasen. Continué y me encontré con una pequeña iglesia en mitad de un descampado, era un diminuto edificio a la sombra de dos grandes moles de viviendas. Fui a entrar, pero al acercarme pude ver que había un letrero en la puerta, en este se anunciaba el día y la hora de los oficios indicando que el resto del tiempo permanecía cerrado. Cuando bajaba las escaleras de la entrada del templo dispuesto a iniciar mi camino de regreso al motel una señora mayor que pasaba por ahí, llevando un vestido de flores bastante llamativo, me saludó diciendo, ―Joven, es pronto para la misa, pues todavía quedan dos horas. ―Si señora, es que soy nuevo en la ciudad y me había acercado a ver si estaba abierta para visitarla. ―Aquí hace tiempo que no abren fuera del horario de las celebraciones. Antes cuando era niña, la casa del Señor estaba siempre abierta a cualquier hora, uno podía pasar y orar, estar un tiempo breve en silencio y luego proseguir su camino, pero ahora es diferente, todo el mundo tiene demasiada prisa para percatarse siquiera de que hay una iglesia. Me parece que hasta el sacerdote anda con prisa y por eso ni tiempo le da para abrir antes de su hora. Le agradecí la información y como me había caído simpática la señora la pregunté cordialmente, ―¿Le puedo dar un regalo? ―No soy tan mayor como aparento, ¿a qué mujer no le gusta que le regalen?, aunque no sabría cuál es el motivo de ello ―me respondió sorprendida. ―No tengo motivo para compartir mi día, únicamente quiero que sea feliz. ―Ah, entonces sí. Dicho esto, y sin esperar a más le puse la mano derecha sobre la frente y pasados unos segundos, la separé y la dije, ―Ya está, espero que tenga un bonito día. Ella parecía traspuesta, con una extraña sonrisa de felicidad, como el que pone una niña cuando se encuentra entre los brazos de su madre, tardó un poco en reaccionar y para entonces el hombre ya se había ido. Como pude, con prisas, pero sin correr, me dirigí de vuelta a la peluquería donde había dejado hacía sólo unos minutos una importante conversación con mis amigas, con las cuales había compartido buena parte de la mañana. Pero mis obligaciones con mi nieto, al que debía de preparar la comida, habían hecho que dejase aquel lúdico momento para volver a mi casa. Llegando a la puerta de la peluquería la abrí y entrando saludé a todas y una de ellas viéndome me preguntó, ―¿Qué se te ha olvidado?, pues ya te creíamos entre fogones. Otra antes de que pudiese responder añadió, ―Oye niña, que sofoco tienes, ¿acaso alguien te ha dicho un piropo por el camino y vienes a compartirlo? ―Y todas rieron la ocurrencia. ―Algo mejor ―las dije y al momento todas callaron. ―¿Mejor que un piropo a nuestra edad?, cuéntanos, pues nos interesa ―apostilló la primera. ―He conocido a un hombre… ―Pues preséntamelo ―afirmó otra interrumpiéndome desde el fondo, y todas se volvieron a reír. ―En serio, chicas, este tenía una mirada especial. ―Sigue nena sigue ―volvió a decir la mujer del fondo y volvieron todas a reírse. ―Y luego con su mano me tocó y sentí un calor… ―¡Para chica!, que hay gente decente delante, vaya sofoco que tienes ―dijo la primera cortándome y todas rieron de nuevo. Me sentía muy a gusto sin saber por qué, pero parece que mi alegría se contagiaba al resto, ya que a pesar de que fuésemos mujeres entradas en años, normalmente, aquel lugar nos servía para discutir sobre lo que nos importaba, los problemas de los jóvenes, la falta de trabajo, lo caro que era la vida… En cambio, ahora estábamos riéndonos de lo lindo, sin importarnos ninguna de las preocupaciones que teníamos que afrontar diariamente. Salí de allí con la sensación de haber pasado un buen rato y de encontrarme muy bien, mis amigas en su despedida me habían dicho que cuando tuviese otro día como éste no dudase en volver y que si me encontraba de nuevo con ese hombre que le pidiese su teléfono, pues había varias candidatas solteras dispuestas a dejarse tocar. Iba por la calle como si estuviese encima de una nube, recordando las muchas ocurrencias de mis amigas, riéndome de los chistes que se habían hecho, era una sensación maravillosa la que me envolvía. Con mis más de cincuenta años, no recuerdo un momento tan agradable como este, a pesar de haber vivido varios bastante buenos, el día en que me casé, al tener a mi hija o cuando esta tuvo a mi nieto. Quizás esos tres eran los más destacados, pero todos eran de compartir alegrías con otros, pero ahora era diferente, me sentía feliz desde dentro y era capaz de participarlo, como si tuviese una fuente que se le hubiese roto la boca del caño y saliese de mí felicidad a borbotones. Llegué al portal de mi casa, abrí una verja de hierro, esta era una medida de seguridad que había tenido que adoptar la comunidad para evitar que entrasen los amigos de lo ajeno, o por lo menos para ponérselo un poco más difícil. Pues de igual forma, semana sí, semana también, alguien se quejaba de que le habían entrado a robar, y eso que era un barrio humilde. En realidad, en las casas teníamos lo imprescindible para vivir, sin ningún tipo de lujo, a pesar de ello entraban y robaban lo que encontrasen, igual les daba llevarse una tostadora que una radio. Fui a subir en el ascensor cuando me encontré con uno de esos chicos difíciles de tratar, era un refugiado como yo les denominaba, que iban por la vida apartándose del resto para no lastimarlos, pues tenían apariencia de muy duros y rudos. Normalmente, en otro momento me sentiría intimidada y dejaría que subiese él solo para a continuación coger el ascensor cuando quedase libre, pero estaba demasiado bien para sentir miedo, así que cuando llegó el ascensor abajo le abrí la puerta para que pasase. Él se quedó sorprendido a tenor de su reacción y de la cara que se le puso. ―Las buenas maneras son para con los demás ―le dije con una sonrisa. El hombre poniendo una mano por encima de mi cabeza sujetó la puerta y dijo, ―Por favor, pase usted primero. Se lo agradecí y pasé, seguido de este, una vez dentro los dos, me preguntó, ―¿A dónde va hoy? ―Pues voy a ver a mi nieto que, seguro que estará ya dando guerra porque no le tengo preparada la comida, ya sabe con son los críos. ―No todavía no ―me respondió el hombre con una leve sonrisa. ―No se preocupe, ya le llegará quien le quiera y verá lo feliz que va a ser cuando tenga hijos ―le dije con una amplia sonrisa. ―¿Usted cree?, a decir verdad, yo así lo espero, pero por mi tamaño la gente tiende a pensar que no soy fácil de tratar y casi que me huyen. Aquello me sorprendió, creía que era él quien mantenía cierta distancia con los demás y en cambio tenía un carácter afable y simpático, dispuesto a conversar con aquel que le dedicase unos minutos. ―Si me permites un consejo, deberías de cambiar tu forma de vestir, me gusta más el azul o el blanco para ti ―le dije guiándole un ojo. El ascensor llegó a mi piso, salí no sin antes despedirme de aquel vecino con el que nunca había cruzado ni una sola palabra y ahora me parecía tan agradable. Abrí la puerta y escuché cómo estaba mi hija regañando a mi nieto y quejándose de mi impuntualidad. ―Ya llegué, tranquila, que me encargo de todo ―dije a voces para que supiese que la había oído. ―¿Pero has visto qué horas son? ―me replicó nerviosa―. ¿Tienes idea de lo tarde que es?, si no te vas a encargar del niño, simplemente dímelo, y veré la forma de dejarlo en la escuela. Sabes que tengo que ir a trabajar y que no me puedo encargar yo de todo. ―Bueno, bonita me retrasé un poco con las amigas, nada más ―dije con tono conciliador. ―Claro tu tan ociosa como siempre, pero algunas tenemos que trabajar ―me recriminó. ―Yo misma he estado últimamente pensando en buscarme un trabajo ―dije pensativa sabiendo que eso podría solucionar en algo la delicada situación económica de la casa. Aquel comentario mío hizo enmudecer a mi hija, ya que esperaba que me disculpase o me pusiese a protestar por las muchas tareas que tenía en la casa lo que al final nos llevaba a enzarzándonos en discusiones durante horas. Por mi parte le echaría en cara lo mucho que me había sacrificado cuando era joven para que saliese adelante, dándole estudios que otros no tuvieron. Por su parte me acusaría de egoísta, recordándome que pagaba las facturas con su trabajo lo que la impedía atender a su niño todo lo que quisiera sin tener posibilidades de pagar a alguien con quien dejarle. Pero algo había cambiado en nuestra discusión, ella se había quedado callada, como pensativa, y tras un momento me dijo, ―Está bien, no te preocupes, haré una cosa rápida y así lo resolveremos. Por cierto, olvídate de esa idea de trabajar, ni tienes edad ni necesidad, mientas yo esté en esta casa quiero que te sientas tranquila con eso. Aquello me sorprendió, ella siempre me recriminaba lo caro que era el mantenerme con todos los gastos que tenía mensualmente y en cambio ahora parecía que se disculpaba.

editor-pick
Dreame - Selecciones del Editor

bc

Rechazada y Abandonada

read
8.8K
bc

La niñera del hijo del CEO.

read
2.2K
bc

La traición de mi compañero destinado y mi hermano

read
287.8K
bc

Casada con el Billionario Desalmado

read
26.4K
bc

engañada

read
3.7K
bc

Sobornando la Venganza del Billonario

read
14.6K
bc

Vuelve como multimillonaria

read
17.0K

Escanee para descargar la aplicación

download_iosApp Store
google icon
Google Play
Facebook