CAPÍTULO TRES
- ¿y tú qué le has respondido? – quiere saber Alina contagiada del entusiasmo de Lara.
Horas antes.
No podían dejar de abrazarse. ¿Hace cuánto no se encontraban en ese gesto? ¿Hace cuánto no sentían en una caricia? ¿Hace cuánto ella no reaccionaba ante la melodía de su voz? Thomas era todo lo que había soñado en un hombre y su mayor deseo era poder formar una familia con él. Deseo que Matteo arruinó y que ni su muerte podrá aliviar su pena hasta el día de su último suspiro de vida.
- Necesito tu amor… solo quiero tu amor… que me abraces está noche… que me des tu corazón …- le contaba al oído mientras la abrazaba con fuerza. – que me digas que me quieres, igual que te quiero yo…. Que me hables al oído mientras suena está canción. – ella cerró los ojos disfrutando de su melodiosa voz, de cómo le cantaba al oído y sus cuerpos se movían al compás de las letras. Mientras, bailaban él acariciaba su espalda desnuda y el largo de sus cabellos. – desde el día en que te conocí… no he dejado de pensar… ni un segundo que yo estoy enamorado de ti … - sonrió porque le cambio la letra… - Necesito tu amor… - concluyó y volvió hacerle la pregunta. - ¿Quieres ser la sra. De Whitsen? – sonrió y acarició su rostro, dándose cuenta que ella bajó la vista apenada, afligida - ¿Qué sucede mi amor? – preguntó preocupado.
- Yo nunca podré darte un hijo. – el sonríe y junta sus frentes.
- Ya me has dado uno y está con tu hermana y mi tío. –
Thomas amaba a Dylan tanto como si fuera su propio padre, pero para Lara esto no era lo mismo. Ya sabía ella que el ser padre significa más que aportar el esperma, de echo Matteo nunca fue mal padre con él hasta que despidió empezar a mostrar el monstruo que llevaba dentro, pero ella siempre llevará ese vacío, y no solo porque desee darle un hijo, sino porque nunca más podrá quedar embarazada, porque no tiene aparato reproductor y solo tiene a penas treinta años.
- Lara, yo te amo más que a mi vida y sé que esto es más que duro para ti, pero quiero que sepas que por nada del mundo voy a irme de tu vida, ni permitiré que me alejes de ella. He dejado todo por ti, por nosotros y nuestro hijo porque a tu lado, al lado de los dos es donde quiero estar… es mi único lugar. – y deposita un suave beso en sus labios. – y ahora por favor dime qué sí, porque sino, y créeme que no quiero meterte presión, me tiro desde acá arriba. – y ambos rieron y se volvieron abrazar.
- Si, quiero ser tu esposa. – él se aleja de su cuerpo y la mira con sus ojos bien abiertos.
- ¿Qué dijiste? – vuelve a preguntar para estar seguro de lo que había escuchado.
- Que si, que aceptó. – entonces él niega riendo.
- Si, que si… que quiero ser tu esposa, que quiero despertar cada mañana siendo Lara Thompson de Whitsen hasta que no tenga más aire en los pulmones y Dios decida llevarme d reste mundo. – entonces y sin esperarlo, se subió a la cornisa y sosteniendo del caño de una antena y ante el grito de pánico de ella por verlo a muchos metros del suelo y que una caída desde esa altura podía matarlo, es que comenzó a gritar como un loco.
- ¡¡¡Dijo que sí!!! ¡¡¡Me dijo que sí!!! ¡¡¡Señoras y señores, dijo que si, acepta ser mi esposa!!! – y tuvo que bajarse de la cornisa porque un vecino dijo que llamaría a la policía si no lo hacía.
- Baja de allí amor, puedes caer. – y se baja y vuelve a preguntarle completamente emocionado.
- ¿Me has dicho que si verdad? – y ella carcajea y vuelve a decirle que sí.
- Si… siii…. Siiiiii. – repite y él la toma por la cintura y gira sobre su eje una y otra vez.
Una película romántica donde ella era la protagonista.
Alina lloró emocionada por lo que le contó su hermana y ella revivió su propuesta de matrimonio y aunque la misma estaba empañado de tristeza y malos recuerdos, era parte de su vida, d ella de ambos y en verdad, dentro de todo, ellos en su relación eran felices y aunque no llegaron a casarse, no necesitaban un papel que los decretará unidos, porque desde antes de conocerse, sus corazones ya se querían y se necesitaban.
- Perdóname, últimamente estoy muy sensible. – soltó y Lara automáticamente dirigió su mirada a su vientre, descubriendo que de un día al otro el bebé o la bebé, aún no sabían el sexo, había “decidido” hacerse notar. – lo siento. – dice inmediatamente Alina al darse cuenta que le hizo recordar a su hermana lo de su hijo.
- No pasa nada. Estas cosas me pasaran. Tendré que aprender a vivir con ello, aunque me cueste – y Alina la abrazo tan fuerte que ella sonrió al sentir el calor de los brazos de su hermana.
- Bonita. – dijo ella acariciando sus cabellos. – sé que Thomas te hará muy feliz y aunque ese dolor conviva contigo hasta tu último suspiro de vida, se que podrás encontrar cómo sanar tu alma. -Lara sonrió y la sostuvo bien fuerte.
Cuando la mañana siguiente los sorprendió, Lara y Thomas estaban abrazados en la cama luego de haber echo el amor después de muchos meses, primero por el embarazo, más luego por todo lo que decimos después.
Él se había comportado como todo un caballero que le hace por primera vez el amor a su chica, a la mujer que ama. Thomas la cuido como sus e tratara de su primera experiencia s****l y ella jamás se sintió tan amada en sus brazos. Fue algo raro y diferente. Su cuerpo estaba diferente.
Luego del accidente, no solo le había quedado la marca de la cesárea en su vientre, sino que tenía pequeñas cicatrices, producto de los cortes de los fierros del auto y su rostro llevaba la peor parte. Llevaba una marca de casi diez centímetros en uno de los extremos de su frente y otra bastante larga debajo del mentón, las mismas que trataba de cubrirlas con maquillaje a diario. Sus muñecas aún se encontraban en proceso de cicatrización, dado que había intentado cortarlas y él se encargó de besar, una a una sus heridas.
A ella le daba mucha vergüenza verse en ese estado y cuándo hicieron el amor, le pidió apagar las luces, y aunque lo hizo, la luz de la luna entrando por el ventanal de su cuarto permitía verle cada detalle. Le había regalado una noche maravillosa.
Horas antes.
- Toda tu es perfecto, cada marca en tu piel te hace única. – le decía mientras besaba y acariciaba la marcas. – eres una obra divina y me siento insignificante ante tu belleza. – sus manos la acariciaban tan delicadamente que ella comenzó a relajar su cuerpo el mismo tiempo que cerraba sus ojos.
Thomas se sacó la remera ante la expectante mirada de sus ojos mieles y luego se desvistió la parte de abajo, liberando su masculinidad. No la penetró enseguida, solo volvió a posicionarse encima suyo y entre cruzar sus piernas, haciendo contacto sus partes íntimas, para volver a su boca.
- Tus besos son adictivos. – la besaba con tanta dulzura, a la vez que acariciaba su rostro delicadamente. Ese toque la relajaba y de a poco la soltaba.
Él la agarro de la parte baja de su espalda y giró sobre la cama, haciéndola quedar encima de él. Sus manos acariciaban su cuerpo mie tras besaba sus labios y de vez en cuando apretaba, pero sin lastimarla, su carne.
- Te amo. – susurraba cada vez que soltaba sus labios para tomar aire. – te amo más que a mi vida. – volvía a decir por si no le quedaba claro.
Ella solo se dejaba llevar y pese a estar así, besándose y acariciándose con tanto amor hace casi media hora, le gustaba que, teniendo en cuenta que llevaban más de seis meses sin sexo, él no estaba siendo bruto con ella, sino que la estaba cuidando y por sobre todo, entendiendo cómo se sentía.
- Gracias por hacerme tan feliz. – le decía sobre sus labios.
Cuando él vuelve a “rodar” con ella sobre la cama, él se posiciona sobre su cuerpo y en vez de volver a besar sus labios, decidió trazar un camino de besos desde su cuello, hasta la marca de aquella cesárea.
- Todo en ti es perfecto. – susurró sobre su cuerpo, sabiendo cuan afligida estaba ella por esas marcas. – te deseo, deseo cada centímetro de tu cuerpo. – y cuidadosamente abrió sus piernas, llevando sus besos a su intimidad.
Aquel contacto de su le gua con su deseo, le hizo se ríe escalofrío y aunque él quería devorarla por completo, se contuvo y lo hizo dulcemente.
- Ahhh. – la escuchó gemir y ese fue el “permiso” para acelerar sus movimientos en su hinchado clítoris.
Sus embestidas eran tan lentas como sentidas, colmadas de amor. Ella cruzó sus piernas sobre su espalda y sus brazos envolvían sus cuello profundizando aún más los besos.
- Te deseo. – le dijo sin dejar de besarla. – Eres mía. – le dijo mirando a sus ojos y comenzando a moverse muy lentamente – y me declaro tuyo hoy, mañana y siempre. – y la noche los abrazo en una noche impregnada de amor… mucho amor.
Cuando llegó la mañana, amanecieron abrazado y ella no quería soltarlo, siquiera para que Thomas se fuera al baño. Él sonrió y le besó las manos, con la intención de calmarla y tranquilizarla, dejándole en claro que no la dejaría, que no la apartaría de su vida, porque era un esclavo. Su propio esclavo.
Al mismo tiempo, en Madrid, Alex había salido a correr y hacer un poco de ejercicio, siendo las ocho de la mañana y mientras escuchaba algo de rock en su celular, su mente recordaba la noche anterior y justamente a esa mujer, que siquiera sabía su nombre, pero que ya había probado y sonrió al recordar cómo intentaba discipular que no le hizo sentir nada, cuando recordaba su cuerpo temblar bajo el suyo a cada embestida que le daba, por cada centímetro de su m*****o que se enterraba en ella.
Él no se había dado cuenta, que pero a diferencia de todas las mañanas, desde hace tres meses y unos días más, no había día en el que su mente no le recuerde a Lucia, pero está vez, las imágenes que se le proyectaban era las de Ángela disfrutando del sexo que él mismo le regalaba.
Se detuvo de golpe, eso no podía ser así, él no podía estar pensando en otra mujer que no fuera Luchy. Simplemente no se lo podía permitir.
Se detuvo en una plaza y comenzó hacer ejercicios de brazos y piernas y de vez en cuando practicar sus movimientos de boxeo, cuando logra divisar, cómo alguien, que parecía ser una mujer, tomaba sol en el parque de un edificio.
La chica tenía el cabello n***o y se había echo un rodete, lo primero que le llamó la atención fue su cuerpo, que pese a ser bastante voluptuoso tenía unas curvas que no había visto en ninguna mujer anteriormente. El tatuaje de ave fénix que llevaba justo a la altura del hueso dulce lo seducía y el tanga en color verde que utilizaba era tan poco erótico que le causó gracia. Se acomodó en el pasto y continuó observándo como estiraba sus brazos y la manera en la que se encremaba el cuerpo. El sol estaba pegando muy fuerte pese a ser las ocho y media de la mañana y el cielo no tenía una sola nube. De pronto nota como se desata la parte de arriba del bikini quedando desnuda de la cintura para arriba y cuando ésta se volteó, la mirada de él fue a sus pechos, sus grandes pechos, de pezones oscuros le hacían desearla y mientras continuaba encremandose, acariciando su cuerpo, se deleitaba con esas cadenas finas que afirmaban su ombligo, para subir lentamente hacia su rostro y reconocerla, al mismo tiempo que ella eleva sus brazos al cielo cerrando sus ojos.
- Hermosa. – susurro casi inconsciente.
Esa mujer era Ángela.
Él no quería que se diera cuenta que la vio casi desnuda, por lo que se fue de ese lugar, sin poder sacar de su cabeza, la perfección de su cuerpo y ese tatuaje que ya deseaba tocar con sus manos… con sus labios.
Alex no lo sabía, pero esa chica llegaría a su vida para ponerla patas arriba, incluyendo sus propios sentimientos.