CAPÍTULO CUATRO
La felicidad que Lara sentía en el cuerpo de repente, era imposible de expresar en palabras. Estaba entusiasmada por ocuparse de los preparativos de su boda, que no tenía tiempo de se tirar mal, de estar triste, aunque lo que ha vivido la acompañará por el resto de sus días.
Le había pedido ayuda a Michelle para elegir todo lo respecto al salón y la fiesta y habían pasado toda la mañana recorriendo salones, buscando algo que se ajustará a lo que deseaba.
Lara no quería algo muy ostentoso, en cambio Michelle deseaba un lugar digno de cuentos de hadas. Ella trataba de hacerle entender a su tía que merecía ser la princesa de un cuento y que aunque sienta que no lo merece por su bebé muerto, ella quería hacerle comprender, que a su pequeño ángel, le gustaría verla feliz.
Era increíble como, teniendo tan solo trece años podía guardar un pensamiento tan adulto. El haber atravesado una enfermedad cómo la leucemia, que casi la deja al borde de la muerte, la había echo madurar tan rápido que apenas si parecía de la edad que tenía.
- Estoy orgullosa de ti. – le dice a su sobrina para abrazarla.
- Y yo más de ti, tía. – y cerró sus ojos para poder sentir ese abrazo.
- Disculpen señoritas, pero esos son todos los salones con los que cuenta la firma. Deben elegir uno. – y ambas se miraron y sonrieron. Ya sabían cuál elegir.
- El número siete. – dijeron al unísono y fueron a firmar los papeles y hacer el pago de la reserva.
Ese salón tenía la característica de ser todo al aire libre. Con tarimas dónde iban las mesas, todas en color blanco y salmón. Adoraba la combinación de esos colores. Tenía columnas completamente cubiertas de flores en lilas y rosas y lo que más le gustó, fue ese círculo de mosaico sobre una tarima, con decoraciones en dorado y platicado, con un techo que dejaba ver el cielo azul y todo decorado con esas flores. El camino desde la puerta hasta el altar, era diferente, no la típica alfombra roja, claro que no, está era un camino de cristal, incrustado en el suelo, lleno, repleto de cientos de especies de flores artificiales, lo cual te daba alusión de estar caminando sobre flores hasta el altar.
Las columnas, también de flores, sujetaban en lo alto lamparones con luces tenues en color lila que cambiaban a Rosa pálido. Realmente un sueño.
Si bien el mismo se situaba en la planta baja, tenía un pequeño balcón, al estilo Romeo y Julieta, también decorado con lotes y mariposas artificiales y una d ellas cosas de las que se enamoró y sabía que a su futuro esposo le encantaría, es el piano de cola de cristal. Si, de cristal. Era un sueño ese piano.
¿El precio? Un tanto salado, pero bien valía la pena.
Cuando al fin firmaron, ambas gritaron de emoción y se abrazaron tan fuerte que parecía como si nunca hubieran estado al borde de la muerte.
- Me alegra mucho saber que han elegido darnos la oportunidad de hacerles el sueño realidad. – dijo la pareja de empresarios dedicados al alquiler de salones para fiestas de casamientos y varios eventos.
- Gracias a ustedes y ese bonito lugar mi tía se casaría como una verdadera princesa. – la señora suspiro llevando sus manos a su pecho, el hombre sonrió y ellas dos se volvieron a abrazar.
- ¿De qué color será su vestido? – de pronto preguntó la señora. – para pensar en cómo quiere que se preparen las mesas y sillas. – ambas e observaron y no tenían esa respuesta. De echo era el lugar donde irían a continuación.
- Sinceramente aún no lo sé, porque tengo turno en una hora, pero no quiero que sea blanco. – la señora abrió sus ojos sorprendida. – me gustaría que fuese de otro color, un salmón por ejemplo u algún otro color pastel. – dice y la señora inmediatamente busca algo en su celular para mostrarle.
- Mi hija se casó con este vestido, que al igual que tú, se decidió por un color rosa pastel. –
Cuando tomó el celular en sus manos, tanto Lara como Michelle se quedaron Y francamente enamoradas del diseño. El mismo, realmente era sencillo, pero precioso. El vestido era corte princesa, por lo que a mitad del vientre, iniciaba la parte baja del mismo. La parte superior tenía detalles en piedras rosas y la espalda, increíblemente era descubierta. No era un vestido con cola, más bien se ensanchaba al estilo princesa con bordados en la terminación que subían hasta la mitad del tul. El peinado que llevaba era un recogido completo, con pequeñas flores blancas por todo el cabello y bucles grandes que caían de su cabeza y otros más pequeños que dejaba su rostro más hermoso del que era.
Si bien Lara no buscaba algo así, debía admitir que la novia se veía preciosa en ese vestido, pero ella no quería ese corte, aunque el rosa pastel en el vestido le gustaba y mucho.
- Es hermosa su hija Sra. La felicito. – le dice sonriendo luego de devolverle el celular.
- Si. Y ella no quiso usar blanco por eso eligió rosa, pero se había probado en varios colores, desde color crema, hasta verde agua y déjeme decirle que éste último le quedaba mejor que el resto.
Y carcajearon un buen rato entre anécdotas hasta que Lara notó que ya era hora de retirarse rumbo al local, para la prueba del vestido.
Thomas le había dicho que antes de pedirle casamiento, ya había reservado la fecha y cuando se enteró, ella casi lo mata, pero a besos. Porque mientras ella estaba destrozada por lo del bebé, aunque aún sigue llorándolo en silencio y lamentándose el no poder volver a ser madre, el sentirse incompleta, él hizo mil y una cosas por hacerla sentir bien y la fecha de boda, era en una semana.
Todo tenía que estar más que perfecto.
Cuando Alex ingreso a “la jaula” como llamaban a ese espantoso lugar donde peleaban y apostaban a aquel capaz de soportar diez raund sin desvanecerse en el camino, cuyo peleador podía llegar a ganar cientos de miles de dólares, y vio a su opuesto se sorprendió aunque no lo hizo notar, dado que no podía, si quiera, generarle la mínima sospecha de lo que le generaba tener un hombre, lleno de anabólicos, con apariencia de asesino serial, mirándolo tan fijamente que podía sentir que quizás no acabarían las cosas como siempre lo hacía.
Entre la gente, como siempre, estaba ella mirándolo, poniendo su mano en el pecho a cada golpe que veía que recibía y cerrando los ojos, cuando Alex caía al suelo.
Aquella primera vez que Ángela lo vio a través de su cámara se obsesionó tanto al grado de seguirlo a cada lugar que vaya y haciéndolo pasar como pura casualidad. Ella podía simplemente decirle que le gustaba, que deseaba un buen polvo, pero temía ser rechazada, porque pese a tener carisma y un autoestima muy elevado, cada vez que estaba frente al hombre que le gustaba, la timidez le ganaba y la vergüenza del después, le atormentaba la vida un poco.
- ¡Mátalo! – gritaba. Los hombre cada vez que alguno de los dos “peleadores” caía al suelo y ella no podía dejar de cerrar los ojos cuando lo veía caer al suelo o recibir un golpe que le lastimaban el rostro y lo hacía sangrar.
Deseaba correr y entrar a “la jaula” para detener esa carnicería, no solo por él, sino por la cantidad de muertos, que ha habido dentro de ese lugar. Al igual que Alex, era la primera vez que pisaba un lugar como ese, pero sabía de qué trataba porque había investigado Muchísimo sobre las perlas clandestinas.
En un momento, un golpe de aquel monstruo en las costillas de Alex, logra tirarlo al suelo y a aparentemente dejarlo inconsciente. Ella automática se puso de pie y al hacerlo, el hombre que estaba detrás suyo, le metió mano en sus glúteos de una manera tan asquerosa que inmediatamente se volteo para golpearlo tan fuerte y tirarlo un par de metros lejos de su cuerpo que esto hizo, por inercia, que todos los presentes comenzarán a golpearse y que resultará una acción encadena.
Sentía miedo por Alex y necesitaba sacarlo de allí antes de que aquella bestia lo asesine, por lo que pensó qué podía hacer que todos salieran como hormigas de un hormiguero y fue entonces que gritó “policía” y en un santiamén, no había nadie más que Alex, inconsciente en el suelo y ella viendo cómo hasta las ratas del lugar se habían escondido.
Corrió tras él para despertarlo y ayudarlo a salir de allí.
- ¡Ey! ¡Ey! – lo llamaba dándole “bofetadas” suaves en su rostro. Pero no había caso, no despertaba. Vuelve a intentarlo. - ¡Ey! ¡Ey¡ Despierta. – lo zamarrea, pero no hay caso, él no despierta. De repente descubre algo que había notado pero no había tenido la oportunidad de poder verlo tan de cerca. -Lucia te amo. – susurro acariciando el tatuaje a la altura del corazón.
¿Quién era Lucia? ¿Alguna novia que lo dejó por otro hombre? ¿Alguna hermana o la madre quizás? Pe si Miles de posibilidades sobre quién podía ser esa tal Lucia cuando, de pronto él comenzó a moverse.
- Ay.- se quejó al intentar moverse.
- Tranquilo, despacio o te lastimaras. – y pese a no lograr ver con claridad a quien lo estaba ayudando, se dejó acompañar en el acto de ponerse de pie. – vamos a tu camarón. – ella no sabía si así se llamaba, pero debía curarle esas heridas antes de que se le infectaran.
Cuando recién pudieron llegar, por suerte, porque Alex es muy pesado para que ella lo cargue al estilo “novia entrando en brazos de su esposo luego de la boda, lo hizo sentarse en esa silla toda “destartalada” y comenzó a buscar algo que le permita poder curarlo, peor no había nada.
- ¡Demonios! ¿A caso no procuran la salud de ella gente? – dice frustrada. – Claro que no, solo le interesan hacerles ganar dinero. – se respondió a si misma.
- ¡Ay! – lo escucho quejarse y enseguida se acercó a él, sacándose la remera, quedando en top (gracias a dios se había puesto prenda doble) y comenzó a mojarla con agua (por lo menos había una pileta y una canilla) para luego intentar limpiar sus heridas.
- Estate quieto. – le dice ella mientras le limpia la sangre del rostro y él, tiene una vista preciosa de lo que es su rostro. – deja de mirarme así. – le dice ella al notar que la está observando fijamente.
- Así cómo. – dijo casi sin ser consciente de sus palabras. Ella se detuvo y lo miró a sus ojos, hinchados y rojos por los golpes.
- Así, con cara de bobo. – ambos sonrieron. – mira como te dejaron el labio. – habla e inconscientemente se acercó demasiado para limpiar toda la sangre que allí tenía acumulada, cuando de pronto él la detuvo, tomando su muñeca y ella en silencio clavó su mirada en la suya.
- ¿Por qué? – le preguntó y ella levantó sus cejas. - ¿Por qué me ayudas? – y ella sonríe.
- Porque eres un tonto. – carcajea nerviosa e intenta sacarse, pero él no la deja. - ¿Qué? – vuelve a preguntar y sin siquiera esperárselo, la atrae a si mismo con un movimiento ágil y sosteniendo su cintura la hace sentarse en su regazo y antes de hacer cualquier cosa, corre un mechón de pelo de su rostro y cuando se acerca a sus labios ella siente curiosidad. - ¿Quién es Lucia? – suelta de golpe haciéndolo detenerse y aunque él pensó por un momento detenerse, no lo hizo, sino que tomó su rostro y la besó.
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