Pablo no permite que el conductor nos lleve de regreso a casa, si no que, toma el volante y amablemente me pide que me siente a su lado. Sintiéndome agradecida por haber sido escuchada por él, me subo a dicho puesto y mi mente se relaja viendo las extensas zonas verdes del lugar. Cuando creo que realmente vamos a casa, Pablo toma un camino distinto y antes de que vaya a preguntar, me observa por breves segundos con una sonrisa que eleva las comisuras de sus labios. — No necesitas preocuparte, no voy a llevarte a un lugar peligroso, pero, espero que no me preguntes hacia donde vamos, porque quiero darte una sorpresa y por ello, no puedo decírtelo. Con otra persona, estaría alerta. Pero, ¿Por qué serlo con alguien que incluso cuando era grosera se quedó? No podía siquiera pensar en descon

