Realmente agradezco estar sentada o caería al suelo porque mis piernas están fallando por lo que ha dicho. Pero, por lo que ha dicho me estoy ahogando con mi propia saliva y por ello, comienzo a toser. — ¿Estas bien, Paulina? No te ahogues, cariño. Nos falta casarnos, ser padres, abuelos y morir de vejez — dice Pablo con preocupación, mientras acaricia mi espalda con palmadas leves. Corrección, él no va cien metros por delante de mí. Él ya terminó la carrera y yo ni siquiera he empezado. — Sigue diciendo cosas como esas y vas a matarme — murmuro mientras recupero el aliento. — ¿Te emociona mucho pensar en ello? ¿Tanto voló tu mente al pensar que tendríamos mini versiones de nosotros corriendo por nuestro hogar? — pregunta Pablo sonriéndome y sé que no está diciendo esto por bromear con

