Los ojos bellos de Billy son algo que jamás me podría cansar de ver, pero siendo muy honesta, él jamás me ha mirado directamente.
Giselle me mira con una media sonrisa que me hace sentir su lástima por mí y es que si, es cierto, sólo soy una perdedora que jamás ha tenido ni media mirada de su jefe, pero que está completamente loca por él.
- Lo sé, lo sé. - Digo subiendo al ascensor.
- ¿Por qué no se lo dices? ¿No piensas en que es mejor pasar por tonta que por cobarde? - Claro, eso lo dice ella porque no está enamorada de su jefe.
- ¿Y no crees que es mejor que me olvide de él antes de que se me ocurra ir a decirle a mi jefe que estoy prácticamente obsesionada con él?
- ¡NO! - Gritan a coro todos los presentes en el ascensor, lo que me obliga a voltear para ver de quiénes se trata encontrándome con Silvia de Recursos Humanos, Tamara de Marketing y Camila de Contabilidad, todas mirándome enojadas porque acaban de escuchar mi conversación con Giselle.
- Una no se olvida del hombre al que ama. - Dice Tamara.
- Exacto, una verdadera mujer lucha por el hombre al que dice amar, incluso con todo en su contra. - Comenta Camila, mientras Silvia toma mi mano y sonríe.
- Además, estamos muy cabreadas de escucharte siempre decir lo mucho que te gusta, lo hermoso que es y tantas otras idioteces que salen de tu boca, que sino haces algo con eso, definitivamente nos vas a terminar matando.
- ¿Qué? ¿Cómo...? - Si, deseo saber cómo es que lo sabían, pero creo tener una buena idea de eso.
- Por favor, hemos sido testigos de muchas ocasiones en las que has hablado de tus sentimientos por Billy y ya no queremos escuchar más, o hablas con él o te desenamoras, pero por favor chica... ¡Haz algo! - Las palabras de Camila me hacen reflexionar un poco sobre todo lo que he hecho desde que lo conozco, cada instante en el que me he intentado volver indispensable para él, cada ocasión en la que he puesto su café sobre el escritorio escuchando sólo un gracias vacío y frío, y la verdad es que no sé lo que estoy esperando si él ni siquiera sabe que existo, he cambiado de estilo muchas veces por si alguna voltea a verme, he intentado la estúpida idea de fingir un pequeño choque con él, pero la verdad es que ahora estoy segura de que me he vuelto invisible para ese hombre, él no me ve. Así de simple... Él no me ve.
- ¿Estás bien, amiga? - Giselle me toma del hombro y me habla una vez que el ascensor abre sus puertas.
- Si, es sólo que me ha costado mucho entender que no soy más que una simple trabajadora para él. - Bajo mi cabeza, pero la levanto enseguida para mostrarle a mi mejor amiga la sonrisa más brillante que tengo, como acostumbro a hacerlo cuando no me siento bien. Lo aprendí de pequeña para que mis padres no se tuvieran que preocupar por mi hermana y además de las pequeñeces que me sucedían a mí.
- ¡Ay, Dios...! - Giselle me toma por los hombros y me acerca a su cuerpo para apretarme un poco - No quiero verte sufrir, mi pequeña niña.
- No lo hago, Giss, estaré bien, te lo prometo. - Sonrío y Giss me mira expectante.
- ¿Qué vas a hacer? - Me pregunta en cuanto llegamos a nuestros escritorios y yo sólo la miro dubitativa.
- Olvidarme de él. De eso estoy segura. - Si, ya no voy a seguir sufriendo por un hombre que no es capaz de prestarme atención ni siquiera para mirarme dos segundos. Estoy decidida.
- Bien, si eso es lo que deseas, entonces estoy contigo en cada paso que des. - Suelta mi mano y yo camino hasta mi silla sentándome en ella con una sonrisa de decisión que no había tenido antes.
Cuando son las tres de la tarde, me preparo para ordenarlo todo en la sala de juntas, puesto que mañana hay una reunión importante con los directivos del conglomerado quienes, en su mayoría, son miembros de la familia Haynes, así que debo dejar todo en perfectas condiciones, lo primero que haré será asegurarme de la limpieza del lugar, es por eso que cierro mi laptop y me paro para ir a revisar, pero una sombra me detiene, cuando levanto la cabeza me puedo encontrar con aquellos hermosos ojos que me obligan a perder la calma.
- Sr. Haynes. - Digo mirándome por primera vez en sus ojos y una grata sensación se forma en mi interior... ¿Así que esto era lo que se sentía ser vista por él?
- Hola, Liz ¿Cómo estás? - Ay, Dios... Siento que me estoy cayendo a pedazos, pero de la emoción y la felicidad.
- Bien, Sr. Haynes ¿Y usted? - Mis nervios me traicionan y mi mente se nubla un poco.
- Bien ahora que te veo... - ¡¿QUÉ?! ¡Ay, Dios, acaba de decir algo con lo que mi mente torturada sólo soñó - Quería pedirte un favor.
- ¡El que quiera! - Digo con más entusiasmo del que debería expresar.
- Mañana es la reunión de gerentes ¿Crees que será posible que puedas quedarte conmigo a preparar la reunión? Yo pediré la comida ¿Qué te parece? - Mis hormonas se revolucionan y mi mundo comienza a temblar, al fin el hombre de mis sueños me está hablando y no sólo eso, también quiere quedarse conmigo a trabajar hasta tarde. Esta puede ser la mejor oportunidad del mundo para que yo me acerque a él.
- Por supuesto, Sr. Haynes ¿Desea que prepare algo durante la tarde? - Pregunto mostrándome profesional por una vez desde que se acercó a mí.
- No, todo lo que necesito lo tendré yo para que pases por el material a mi oficina una vez que acabes con tus labores... - Se gira para marcharse, pero vuelve a hablar - Y esto será considerado como trabajo extra, así que no te preocupes por tu salario.
- No me preocupa, es mi trabajo y deseo hacerlo de la mejor manera posible. - Ni siquiera sé si escuchó lo que dije, pues sólo siguió caminando hacia el ascensor.
- ¡¿El jefe?! - Me pregunta Camila a mi lado con unos ojos extremadamente abiertos.
- Si, necesita que me quede después del horario para preparar la reunión de mañana. Son horas extras. - Respondo con un tono serio pensando en las miles de posibilidades que me está brindando el mundo.
- ¿Sabes lo que esto significa? - Pregunta Giss.
- No significa nada, sólo que puedo acercarme a él de forma profesional, eso es todo. No sean tontas, sólo es trabajo.
- Cómo si te importara eso... - Ambas se ríen, pero muy dentro de mí no quiero albergar posibilidades, sólo deseo vivir el instante, que sea lo que Dios quiera.
Una vez que todos comienzan a irse, yo me acerco al ascensor para comenzar a trabajar con Billy, sin embargo, cuando me acerco a su puerta, una rubia del casino se encuentra saliendo con un carrito de comida y su maquillaje corrido.
- Hola. - Digo y ella me sonríe limpiándose la boca.
Bien, pretendo pasar por alto ese detalle, todos aquí saben lo mujeriego que puede ser Billy, sin embargo, eso cambiará una vez que encuentre a la mujer correcta, así pasa con todos los hombres, o al menos eso pasa en las novelas que leo cuando tengo tiempo libre.
Golpeo la puerta y él me insta a pasar.
- Adelante.
No sabía que atravesar esa puerta me podría traer tantos conflictos interiores, o que me dejaría en el suelo para que la vida se encargara de pisotearme una vez más.
Si tan sólo me hubiera dado cuenta antes.