El matrimonio

1392 Palabras
Una vez que llegamos, él saca su cartera para pagarle al taxista y este lo detiene. - Le dije que lo traería porque venía hacia acá, pero no le pedí dinero a cambio de traerlo. Mi turno ya terminó. - La sonrisa del hombre es genuina y yo le sonrío de igual forma. - Muchas gracias entonces, pero de todos modos es su trabajo. - El chivo guapo saca un billete de 200 y se lo da al hombre que nos mira sonriente. - Hacen una muy linda pareja. Su amor me hace volver a creer. - Dice él taxista y yo estoy por sacarlo de su error, cuando el chico habla. - Muchas gracias. - La sonrisa del chico emula a la del hombre ayudándome a salir. - ¿Por qué no le dijiste que no era así? - Le pregunto al chico después de que el conductor se ha ido. - ¿Y para que? ¿Querías explicarle a un extraño que sólo tenemos un trato? - Y ahí está... Su frialdad de vuelta. - No, pero... - Él se detiene y me mira. - Lo que vamos a hacer no se lo puedes decir a nadie. Es más, en algún momento mi familia me pedirá conocerte y voy a pedir nuevamente tu ayuda, así que espero que guardes este trato como un secreto ¿Está bien? - Si... Claro... - Digo algo confundida y él continúa mirando mis ojos - Ni siquiera sé cómo te llamas. - Sean ¿Y tú? - Eliza, pero todos me dicen Liz. - Digo cuando vamos entrando a la iglesia. - A mí me gusta Eliza. Suena bonito. - Habla pasando a mi lado y dirigiéndose al hombre que se encuentra al fondo de la iglesia. - ¿Es usted el padre? - Le pregunta y yo me quedo atrás sentada en una de las bancas mientras él alcohol comienza a hacer su efecto. Condenado efecto. - ¿Quieres venir? - Me pregunta de pronto cuando mi estómago sólo quiere devolver todo lo que le metí a la fuerza hace un momento. - ¿Que te dijo? - Pregunto tomando la mano que me ofrece. - Dijo que no podía, pero entonces insistí diciéndole que nos case o cometeremos un pecado, también le dije que nuestras familias no nos quieren juntos y que si no nos casa él, entonces buscaremos la forma de fugarnos y vivir en el pecado. Soy el hombre más convincente cuando así lo quiero. - Me encanta que se sienta tan orgulloso de si mismo. - Te queda bien la arrogancia - Le digo tomando su mejilla mientras paso a su lado - Va con tu persona. De pronto su mano toma la mía y me obliga a girar sobre mis talones. - ¿Crees que tengamos que besarnos? - Su pregunta me hace reír. - ¿Por qué? ¿Acaso no sabes besar? - Si, mi intención es molestarlo. - Oh, por favor, tengo mucha experiencia en esto. - Se jacta, pero no le creo. - Bien, porque no me gustaría besar a un hombre que no sepa cómo hacerlo. - Le sonrío y camino hacia el padre que se encuentra preparando las cosas. - ¿Así que tu sabes hacerlo bien? - Me pregunta sonriendo desde atrás. - Por supuesto. - Digo mintiendo, la verdad es que nunca tuve tiempo para besar a nadie, ni para enamorarme o ilusionarme con algún chico, eso porque siempre que tenía tiempo libre me dirigía al hospital a ver a mi hermana, y cuando ella podía ir al colegio, yo siempre estaba preocupada de cuidarla en todo momento, así que nunca me interesé en alguna otra cosa que no tuviese relación con Ada, es por eso que no sé besar y no me interesa aprenderlo tampoco, a todo esto... - Ada... - Digo mientras el chico se gira para mirarme. - ¿Tu hermana? - Me pregunta. - Si, justamente, ella debe estar preocupada por mí, la dejé en el bar. - Tomo mi teléfono dispuesta a marcarle, pero luego recuerdo el ruido del bar así que opto por enviarle un mensaje. - ¿Estaba sola? ¿Quieres que envíe a alguien por ella? - Me pregunta tomando su teléfono y luego recuerda que no tiene pila, así que lo vuelve a guardar. - Tranquilo, no está sola, está con nuestras dos mejores amigas, ellas se preocuparán por mí si no les aviso. Escribo el mensaje y lo envío. WhatsApp de Liz: "Ada, estoy bien, sólo tomo un poco de aire, no te preocupes por mí. Volveré pronto. L.A." L.A. Son las iniciales de nuestros nombres, siempre las coloco en los mensajes, así ambas sabemos que estamos bien. - Bien ¿Están listos? - Pregunta el cura, mientras el chico guapo... Sean... Llega a mi lado y toma mi mano con una ligera sonrisa. - ¿Está todo bien ahora? - Me pregunta mirando mis ojos y tomando mi mano con dulzura. - Lo estará. Gracias por preguntar. - Digo con una sonrisa que ahora es real y definitiva. Este hombre es un amor por completo, dichosa la chica que comparta su corazón. - ¿Están en condiciones para hacer esto? - Pregunta el cura al vernos tambaleantes y riendo como si de un par de tontos nos tratásemos. - Nunca había estado más segura de algo en toda mi vida. - Digo con una sonrisa y miro a Sean, quien toma ligeramente mi rostro con sus dedos y suspira. - Esto es lo que siempre he querido, padre, siempre. - Sus palabras parecen honestas y sus ojos brillan de emoción, saber que es algo fingido no me ayuda mucho, pues mi corazón está latiendo demasiado rápido. - Está bien, pero dejen eso para después de la boda, menos mal que vinieron antes de cruzar la línea, la carne es débil, hijos, no cometan un pecado. - El padre nos mira con reproche en su mirada y yo sonrío, si tan sólo él supiera que nos venimos recién conociendo. El padre nos da una cátedra y mi mente deja de funcionar, no recuerdo mucho lo que pasó después de eso, sólo recuerdo que Sean me llevó de vuelta al auto y que volvimos al bar, allí estaba mi hermana aún con las chicas esperando tranquilas por mí, después del mensaje que le envié a mi hermana. Lo que podría haber tardado un día entero en mi mente, se resumió en una hora entre que salí a tomar aire y en que llegáramos a la iglesia que está a unos seis kilómetros, además de pasar a la bencinera, todo pasó muy rápido, pero para mí fueron horas. Despierto algo aletargada y con una cruda que no me permite ni siquiera enfocar. Mi vida es un fiasco, no sirvo ni siquiera para ayudar a mi pequeña hermana. Me muevo entre las sábanas y me levanto intentando no despertar a Ada, quien duerme plácidamente a mi lado. La miro por un instante mientras ella descansa y siento que podría hacer cualquier cosa, cualquiera, por conseguir el tiempo para continuar mirándola así. Mi pequeña no debería estar sufriendo tanto, los niños no deberían sentir temor de la muerte, pero ella ha vivido con esa incertidumbre toda su vida, es una chica lista, linda y muy fuerte, pero todo eso no sirve para conseguirle un nuevo corazón, ojalá tuviera el dinero para realizar el trasplante y darle una nueva oportunidad. El lunes llega con mucha información aún que procesar, lo cierto es que me casé el viernes con un completo desconocido al que no volveré a ver jamás en mi vida, sin embargo, realmente espero que ese matrimonio le ayude. Ahora, muy dentro de mí también esperaba que eso ayudara a mi hermana, lamentablemente, sólo fue una ilusión. Nada más. Llego a la oficina y lo primero que puedo ver es a ese hombre tan hermoso mirando hacia la nada mientras espera el ascensor de gerencia, y puedo decir que jamás hemos cruzado miradas, pero daría todo lo que soy por sólo ver sus ojos de frente. - ¡Ah, Billy! - Mi amiga Gisselle se mofa de mí desde atrás. - Tonta... - Me giro y la golpeo, mientras la mirada de Billy acaba posándose sobre nosotras que reímos como niñas. Dios... Es tan hermoso.
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