NARRA KAI SPENCER
Me observa desde su altura, esperando una respuesta de mi parte, y yo no puedo ni hablar porque me tiene embobado, como un imbécil a sus pies, ante ese caracter imponente que hoy desprende y con el cual hoy podría conseguir todo lo que quiera de mí.
Llegué a esta habitación pensando que las cosas serían al revés, que hoy iba a conseguir todo de ella y resulta que las cosas serán al revés. Ella tenía sus propios planes y ahora estoy a su Merced, dispuesto a hacer todo lo que ella ordene.
Comienzo a desabrochar los botones de mi camisa y una de las esquinas de su boca se eleva, en una mueca de satisfacción.
—Todo —demanda, cuando me quito la camisa—. Te quiero como Dios te trajo al mundo.
Enarco una ceja y no puedo quitar de mi cabeza la imagen de ella con una gusta en
