NARRA KAI SPENCER —Entonces, ¿ya me perdonaste? —susurro, depositando un suave beso en su coronilla. Una ola baña nuestros cuerpos semidesnudos, que aún se encuentran acostados sobre la arena. Si se me permitiera poder hacer un instante eterno, sería este. Ella en mis brazos, extasiada después de una buena dosis de sexo de reconciliación. O al menos es lo que yo pienso, que ya nos reconciliamos. —Aún no —musita y deposita un beso en mi brazo, el que rodea su pecho. —¿Cómo que aún no? —cuestiono, cogiendo su mentón y haciendo girar su rostro, para que me vea—. Dijiste que cuando me humillara frente a ti y me convirtiera en tu perro, lo harías. —Yo no dije eso —rebate. Agarra mi otra mano y la lleva hasta su boca. Coge mis dedos, índice y corazón, y se los engulle. Los chupa con una la

