Alaric
Caminaba de un lado a otro en el patio trasero de los ancianos. Mi estrés estaba en su punto más alto. Ni siquiera podía imaginar qué estaba viendo Kaelin o qué estaba pasando. Por lo que sabía, podría estar viviendo una tortura. Solo había pasado una hora desde que sus ojos comenzaron a brillar en blanco, pero ese tiempo había transcurrido tan lentamente. Me obligué a ser paciente, pero ¿cómo podía estarlo cuando mi alma gemela estaba soportando esto sola?
Mamá me observaba con calma. Ella y los otros ancianos estaban agrupados cerca de la puerta trasera de la cabaña. El anciano Queene había traído agua y bocadillos mientras esperábamos a que Kaelin regresara, pero no tenía apetito. Caminar de un lado a otro era lo único que se me ocurría para pasar el tiempo.
— Alaric, ella va
