Cap. 07

1194 Palabras
Damien llevó a Melissa hasta un lujoso Penthouse en el centro de la ciudad, ella estaba sorprendida por la opulencia de aquel lugar, todo lo que veía a su alrededor era surrealista. —Pensé que iriamos a tu casa — le dijo ella admirando todo. —Esta es mi casa — Respondió él mientras se quitaba el saco. —¿Y la casa de la fiesta? — inquirió ella. —Es una propiedad familiar, para fiestas. —¿Tienes familia aquí? — ella trataba de obtener información. —Mi familia está fuera del país.— respondió —¿Por eso viajarás mañana? ¿Irás a visitarlos? —Estas muy preguntona esta noche — se quejó Damien. —Lo siento, puedo ser un poco curiosa. —¿Qué hay de ti? — preguntó él esta vez. —Soy huerfana, nunca conocí a mi padre y mi madre murió en un accidente de auto cuando era pequeña. Fui criada por mi abuelo, murió hace un par de años y quedé sola. — respondió Melissa, un diálogo bien estudiado. —Que trágico. Lo siento si te incomodé. ¿Dmien diciendo que lo siente? Eso es una novedad, pensó Melissa. —No importa, es algo con lo que he tenido que vivir. —Mejor no hablemos de cosas tristes — Damien tenía interés en saber más sobre ella, pero lo dejaría para después. Le ofreció una copa de vino que ella aceptó gustosa. —¿cuanto vas a demorar fuera de la ciudad? —Un par de días... Tal vez mas. — Damien le dio un sorbo a su whisky — ¿me vas a extrañar? —No, seguro encontraré algo en qué entretenerme. — ella sonrió de lado con sarcasmo — o con quien divertirme. Eso a Damien no le gustó, él ya la había marcado como suya, no dejaría que alguien más pusiera sus sucias manos en el delicioso cuerpo de Mia. —No quieras pasarte de lista, te lo advierto... — la señaló amenazante con su dedo índice. —¿Qué pasa? El hecho de que estemos follando no te convierte en mi dueño, Damien, tú eres libre y yo tambien. —Tú eres mía, hasta que yo diga lo contrario. —¿Y sino qué? — lo retó ella. Él la agarró por el cuello y la estampó contra la pared mas cercana para luego besarla — averigualo — le dijo con la boca pegada a la de ella. Esta vez fue ella quien se le abalanzó sobre él, quería tomar la iniciativa. Una vez mas terminaron en la cama. En mitad de la noche, Melissa se levantó sigilosamente y salió de la habitación, se movía con cuidado por el enorme departamento. No había tenido mucho tiempo para estudiarlo, sin embargo había visto el despacho horas antes. Se dirigió al lugar y entró, afortunadamente estaba sin llave. Comenzó a revisar documentos, tomó algunas fotos con su celular, habían registros de una empresa fantasma que tendría que investigar. No encontró nada sobre su padre, Lucien, eso la decepcionó un poco pero era cuestión de tiempo. Escuchó el ruido de una puerta, así que apagó la linterna y salió rápidamente hacia el salón, fingiendo que observaba la ciudad. —¿Qué haces aquí? — preguntó Damien al ver la silueta frente al gran ventanal. —Vine por un poco de agua y me quedé absorta en la vista de este lugar. — respondió ella con naturalidad. —Volvamos a la cama — él la tomó de la mano y juntos volvieron a la habitación. En la mañana, ambos tomaban desayuno. Damien vestía ropa casual y se veía mas guapo que de costumbre. Melissa lo observaba en silencio mientras él miraba algo en el celular. —Te irás conmigo — dijo él derrepente. Ella casi se ahoga al escucharlo — ¿Qué? ¿A dónde? —Deja de hacer tantas preguntas, me acompañaras en mi viaje y es todo lo que debes daber. —Necesito ir por mi equipaje. —No necesitas nada. Yo me encargaré de todo. Melissa no lo podía creer. Todo estaba saliendo perfecto, a este paso, terminaría la misión mas rápido que inmediatamente. En el avión, Melissa ya se había cambiado, pues habían pasado comprando algo de ropa para ella. Como era de esperarse, Damien viajaba en un enorme avión privado con todas las comodidades. Aún no había revelado cual seria el destino del viaje y eso tenía inquieta a Melissa, logró avisar a la agencia sobre su salida del país sin embargo seguía estando a ciegas. —Damien, ¿a dónde vamos? ¿No crees que ya es justo que lo sepa? — dijo Melissa tratando de averiguar. —No, y dame tu celular. No podrás usarlo hasta que regresemos. —¿Cómo voy a comunicarme si no tengo mi celular? —¿Con quien quieres comunicarte, Mia? Estás conmigo, no necesitarás hablar con nadie. —No entiendo por qué tanto misterio. — Melissa le extendió el celular de mala gana y él lo tomó. Una azafata se acercó para ofrecerles bebidas, no pasó desapercibida la mirada descarada que le dió a Damien. Parecía que se lo comería con la vista. La joven desapareció de sus vistas y luego volvió con lo que le habían pedido para volverse a marchar. El vuelo sería muy largo, alrededor de 14 horas en los que Melissa se la pasó durmiendo. Entrada la noche Melissa se despertó y no vió a Damien en su lugar, miró a su alrededor pero no estaba. Ella se levantó para dirigirse al baño pero no había nadie adentro. Escuchó ruido en la parte delantera así que se dirigió hasta allá, para su sorpresa allí estaba Damien, follando con la azafata. —¿Te gusta así p***a? — preguntaba éste mientras abofeteaba a la mujer y la embestia contra la pared. Melissa no podía creer lo que estaba viendo, ese hijo de p**a no tenía respeto por nada. —¡¡¡Carajo Damien!!! El aludido volteó y vió a Melissa allí observandolos, pero lejos de sorprenderse, sonrió. —¿Quieres unirte a nosotros? — preguntó con descaro y la azafata sonrió. Melissa no daba crédito a sus palabras así que dió la vuelta y se marchó para volver a su asiento. ¿Por qué le extrañaba? Ya se lo habían dichi, Damien era un ser frío sin sentimientos ni respeto por nadie ¿Por qué iba a respetarla a ella? No debía confundirse. Al cabo de unos minutos Damien volvió a su asiento como si nada, Melissa no volteó a mirarlo, era inevitable sentir molestia. —Recuerda tus palabras, follamos pero solo eso, somos libres. —No necesito verte follando Damien, podías hacerlo lejos de mí.—respondió Melissa dolida. Después de eso no volvió a dirigirle la palabra, faltaba poco para aterrizar y evidentemente la tensión entre ellos era Palpable, Melissa se repetía una y otra vez que debía hacer lo que fuera necesario por el bien de la misión. Cuando por fin pisaron tierra, habían autos negros esperándolos para sacarlos del aeropuerto, estaban en otro continente, ahora Melissa tenía claro donde se encontraba. “Bienvenidos a Cartagena, Colombia"
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