POV Isadora Valente Matteo se alejó con el orgullo magullado y los labios manchados de una derrota que no supo reconocer. Y entonces lo sentí. No como una presencia. Sino como una maldición. Luca. Estaba allí, entre los pilares cubiertos de hiedra, con la sombra cubriéndole medio rostro y los ojos... esos malditos ojos azules que ardían con la furia del abandono. No hizo ruido. No necesitaba hacerlo. Sus pasos eran más letales cuando el silencio lo rodeaba. —¿Ya terminaste de jugar a la prometida? —escupió. Giré despacio, sin apuro, como si su veneno fuera vino que podía saborear sin emborracharme. —¿Estás espiando ahora? Qué bajo has caído. —¿Y tú? —dio un paso—. ¿Esto es lo que haces ahora? ¿Provocas, tientas y luego limpias tu boca como si los hombres fueran basura? —Solo

